Calm before the storm † Richard

Como había acordado con su tío Richard, se verían al día siguiente en el Callejón Diagon para planear la pequeña cena familiar que iban a tener en navidad. Así que se apresuró a terminar los pendientes en el departamento de Misterios para poder salir un poco antes de las cuatro de la tarde. Dejó el papeleo apilado en su escritorio para revisión y finalmente salió de ahí. No esperaría a Salem, ya que él después del trabajo iría a practicar con Rebekah un duelo así que se verían después de ello.

Llegó a casa, donde su princesa ya esperaba ansiosa la visita al callejón, ya que ahí podría ver a su tía Megara y poder jugar con ella mientras los adultos conversaban sobre la cena navideña. La abrigó bastante bien ya que el clima en aquella época del año descendía de forma considerable. Le colocó el gorrito negro con una bolita morada a juego con su chamarra de color lila. Acto seguido, la tomó en brazos y utilizó la red flu de casa para llegar al callejón.

Ya había gente caminando, realizando las compras de la temporada. Nixie iba andando suavemente, esta vez, tomando a Eva de la mano. Habían quedado de verse en la heladería, pero no necesariamente iban a consumir algo frío. No quería que Eva o Megara se fueran a enfermar. Le sonrió a su pequeña, pues ella miraba asombrada la decoración del callejón diagon. —Es diferente al del año pasado, ¿recuerdas?—preguntó. La vio asentir, emocionada.. Su pequeña tenía una memoria sorprendente.

Siguieron avanzando hasta que divisó a Richard con Megara. Sonrió. —Mira cariño, ahí está tu abuelito Richard y Megy, vamos—le indicó. Aunque casi al pronunciar esas palabras, Eva intentó correr. Afortunadamente, la tenía bien sujeta y no se le escapó.—Con calma princesa—advirtió, pero no estaba molesta. Llegaron al encuentro.

Últimamente había estado más compromisos de los que se había acostumbrado a tener durante los últimos años en los que sólo se dedicaba a cuidar de Megara. Era extraño volver a agarrar ese ritmo, ir a San Mungo sin trabajar ahí, reunirse con una persona y con otra para hablar de cómo volverse a posicionar en el ámbito público y político de la sociedad mágica. Además, no se le quitaba la preocupación de que en cualquier momento algo le pudiera pasar a su hija mientras él estaba fuera. Aunque intentaba llevarla a todas partes, no siempre era posible.

Afortunadamente para la pequeña, aquel día la persona con la que se reuniría en el callejón era su sobrina y no había ningún problema en llevarla. Bueno, quizá el único problema era que era invierno, hacía frío y Megy era sensible a ese ambiente por su problema respiratorio, pero terminó abrigándola muy bien, suéter, bufanda, abrigo, gorrito… La niñita era prácticamente una bolita de pura ropa abrigadora en la que se asomaban un par de ojitos azules que miraban con reproche a su papi. —Dijimos que esta sería la condición para ir —le recordó y la cargo para utilizar la red flu e ir al lugar acordado.

Hacía buen tiempo que Megara no salía de casa, por lo que sus ojitos curiosos recorrían todo con asombro y balbuceaba cosas que no se entendían por culpa de la bufanda que rodeaba su cuello y parte de su cara. De todas formas, Richard asentía y le sonreía mientras caminaba con ella en brazos. Finalmente se topó de frente con Nixie y Eva. —Dichoso yo entre las mujeres más lindas de reino unido —declaró con una risa divertida al estar lo suficientemente cerca de ella, sintiendo como Eva se le pegaba a la pierna y tiraba de su pantalón para que bajara a Megara—. Hola, princesita —saludó y muy a su pesar, bajó a Megy para que quedara frente a frente a la otra niña de su edad, pese a que por linaje, la hija de Nixie era la sobrina de su hija, aunque ambas actuaban como primas hermanas y él era el “abuelito” de Eva.

—Hola, princesa mayor —molestó un poco a su sobrina, acercándose a ella para estrecharla entre sus brazos por un corto instante—. Te ves mucho mejor, ¿cómo estás? —interrogó, pues en sus últimos encuentros Nixie no había estado muy bien que digamos.

Sonrió divertida al ver la emoción de Eva por estar con la pequeña Megara. Aun en teoría Megara era su prima y tía de Eva, ellas no se veían de dicha forma. Eran primas y mejores amigas, ya que ambas eran de la misma edad. Casi al instante, Eva le pidió a Richard que dejara a Megara en el suelo para poder saludarla. A Nixie, la escena le pareció de lo más adorable y el comentario de su tío le hizo reír un poco.

—¿La tía Rebekah no se enojara por este cumplido?—preguntó un tanto divertida. Se sonrojó por el apodo de “princesa mayor” y Nixie negó con la cabeza, sin dejar a un lado su buen humor. Lo abrazó con fuerza por unos instantes antes de romper el abrazo. Se peinó el cabello con la mano para luego escuchar su pregunta.

Megara y Eva se abrazaron, aunque la primera estaba más cubierta con prendas que la segunda.—Bueno, he tenido mareos y nauseas frecuentes por la mañana, ¿sabes?—le dijo—Muchos antojos...—murmuró. —¿Y que tal estás tú?—preguntó entonces. A continuación, le echó un vistazo a las pequeñas. Eva le estaba contando a Megara que Hyperion ya hacía del baño en el lugar indicado y que hacía pequeños trucos. Megara parecía fascina.

—Veo que Meg viene bien abrigada, ¿cuántos suéteres le has puesto?—inquirió con tono bromista. A simple vista, parecía que más de una prenda caliente traía encima. Pero entendía el porque. Con sus problemas respiratorios, era fácil enfermarse. Miró a su tío y sonrió. —Vamos mejor a otro lado, Vi que abrieron una cafetería nueva a unos cuantos locales de aquí y escuche que tiene un café delicioso, además de un chocolate caliente para esta época que a los niños les encanta—comentó, mientras le indicaba a las niñas y a su tío que la siguieran.

Las pequeñas, al igual que los adultos, se enfrascaron en su mundito, susurrando bajito las cosas interesantes que les habían ocurrido desde la última vez que se habían visto. Eva era la que más hablaba, en parte porque Megara tenía la mitad de la carita tapada con la bufanda y sus palabras salían algo sofocadas por la prenda, pero Richard alcanzó a escuchar algo así como “yo quisiera tener un cachorrito como Hyperion” e ignoró la indirecta. Aunque los Dolohov tenían mascotas, los animales permanecían fuera de la casa y apartados de Megy por su propio bien.

—No creo, ella sabe que es mi reina —replicó ante la pregunta, riendo un poco y estrujando a su sobrina un poco más, de forma afectuosa. Le gustaba verla sonreír. Le gustaba que Nixie estuviera feliz. Él, más que nadie, la había visto llorar y sufrir innumerables veces, desde su nacimiento prácticamente y principalmente por culpa de su difunta gemela. Su sobrina había aguantado demasiadas injusticias desde su más tierna infancia y nadie más que ella merecía la felicidad plena.

Sonrió un poquito por el comentario y arqueó una ceja. —¿Otra vez embarazada? —dijo bromeando y mirándola de arriba abajo, porque a causa del abrigo no se notaba si tenía pancita o no. En todo caso, fuera especulación o no, la noticia no le sorprendería, aunque tal vez sí le preocupaba un poco si lo pensaba dos veces. No hacía mucho que su sobrina había perdido un bebé por un accidente y encima de eso tenía mala salud de forma crónica.

—De maravilla, ¿no me veo bien? —contestó y rio algo más ante las palabras de la menor, encogiéndose de hombros. —No los suficientes. La metería en una burbujita si me dejaran —se defendió con el mismo tono bromista, palmeando la cabecita de su hija, quien volteó hacia arriba para ver a papi y a su tía Nixie. La niñita estiró los bracitos hacia Nixie, quería que ella la cargara, de la misma forma que Eva hizo lo mismo con su ‘abuelito’ Richard.

—Está bien, vamos ahí, yo quiero chocolate —aceptó enseguida, cargando a Eva para avanzar más rápido por las calles del callejón.

A Nixie, le encantaba el amor que había entre sus tíos Richard y Rebekah. Aun no conocía del todo su historia de amor, aunque sabía que habían atravesado por cosas dificiles, al final lo que sentían había triunfado por encima de todo. Le hubiera gustado tener unos padres como ellos que siempre se demostraban su amor. —¿Sabes tío? Siempre quise tener unos padres como ustedes. Cuando vivía en Rumania, mamá no era muy amable pero cuando veníamos de visita a su casa, se me olvidaba hasta que Alexia era mi madre—le contó.—A veces deseaba con todo mi corazón me que dijeran que ustedes eran mis padres...—murmuró, pero su voz se fue apagando.

Richard y Rebekah habían sido como sus padres. Para ella, esa era la única verdad. Su vida con Alexia solo había sido un mal sueño del que por fin había despertado. Sonrió. Luego, tras la pregunta de él, se sonrojó un poco porque ambas niñas voltearon a verla. Ella les dedicó una sonrisa y volvió a entretenerlas con su charla. Cuando ellas dejaron de prestar atención, miró a su tío. —Puede que sí...—se desabrochó el abrigo, ahí, solo había un pequeño bulto apenas visible. Algo así había pasado cuando esperaba a Eva. Además, Nixie y Salem tenía una vida sexual muy activa.

—Tú siempre te vez bien—afirmó ella, ya que su tío era de los hombres más guapos que ella había visto alguna vez. Los Dolohov tenían una buena apariencia física. Luego de ello, miró a la pequeña Megara. —Quizás una bola hamster. Podría correr dentro de ella por toda la casa y el jardín—le animó. Nixie se agachó para cargar a su pequeña prima y acunarla en su regazo. —Wooo, Meg, si que has crecido—felicitó besando su mejilla. Caminando hacia el local con las niñas en brazos y siguieron platicando. —¿Qué haremos este año para Navidad y Año nuevo?—preguntó. —¿Vendrá el abuelo Vlad a Inglaterra?—quiso saber.

Escuchó el comentario de Nixie y esbozó media sonrisa. Si era honesto, en más de una ocasión había considerado pedirle a Alexia que dejara a Nixie con ellos. Era tan obvio que su gemela no quería a la niña y no se explicaba porque la mantenía a su lado, aunque agradecía que no se hubiese deshecho de ella, porque él la quería como otra hija más y no podía, ni quería, imaginar un mundo sin ella en sus vidas.

—De alguna u otra forma somos como tus padres, princesa —respondió, volviéndola a abrazar—. Tu tía te ama tanto como yo y lo que más deseamos es que seas feliz —le recordó para animarla, pues notaba como la voz se le iba apagando. Lo que menos quería es que su sobrina se volviera a deprimir—. No por nada soy el joven abuelo de Eva —añadió con un tono divertido, fingiendo altanería que en el fondo sí sentía, pues estaba orgulloso de familia.

Las pequeñitas seguían en lo suyo y él no pudo evitar sorprenderse cuando Nixie le mostró que efectivamente había adivinado, sin querer, su estado. Al igual que había pasado con Eva, su sobrina apenas y tenía un bultito en el vientre bajo, difícil de notar por su complexión menuda. —No voy a preguntar los detalles —replicó con una risa entre burlona y nerviosa, negando con la cabeza en repetidas ocasiones. Él no era quién, ni mucho menos, para juzgar, pero seguía siendo raro recordar que su sobrina, que aún era una adolescente, tenía hijos con un hombre que casi podía ser su padre—. Aunque sería bueno que te pasaras por San Mungo para que te hiciera una revisión —añadió con tono más serio y un deje de preocupación que no pudo ocultar.

Se rio tantito por la sugerencia y más aún al imaginar la escena de Megy rodando por toda la casa, feliz de la vida, aunque fijo Rebekah lo mataba. —Podría funcionar —contestó y se encogió de hombros, para luego acomodar bien a Eva en sus brazos. Su nieta-sobrina había crecido mucho, aunque todavía podía sostenerla solo con un brazo. —¿Puedes con ella? —preguntó algo alarmado al ver a Nixie cargar a Megy, ofreciéndose a cargarla, pero al ver que su sobrina seguía como si nada, la dejó ser.

—Estaba pensando en que solo se reuniera la familia, en casa, sin nadie más —respondió tranquilamente mientras andaban por las calles—. Creo que Vladimir vendrá, quiere conocer a las integrantes más pequeñas de la familia, pues hace tiempo que no lo vemos —aclaró, no muy convencido con la idea de tener a su tío-suegro en casa. Aunque no era un tabú a esas alturas, recordar los parentescos lo inquietaba. Lo que menos le apetecía era que las niñas le preguntaran por qué había cometido incesto con su prima.

Cuando llegaron al local, Rich abrió la puerta para que Nixie pasase primero y tras ellas entró él.

—A mi me hubiera encantado ser su hija biológica—confesó la menos con una mueca de tristeza pintada en el rostro. A veces era lo que más pedía en el mundo. A diferencia de sus primos, a Nixie nunca le celebraron un cumpleaños como pastel. Incluso pasaba desapercibido, hasta semanas después cuando su tío Richard podía comprarle un pastel y un regalo. —Desearía que fuera así, tío—murmuró, acomodando a Megara entre sus brazos. Por suerte la pequeña era liviana así que cargarla no suponía ningún problema.

Agradeció el abrazo porque la reconfortaba. Años atrás esos abrazos la mantenían con vida, le daban esperanza y le daban a entender que aun había gente que la quería, aunque fuera muy poca. —Ojalá me hubieran adoptado desde niña—dijo para sí. Aquella decisión hubiera cambiado su vida por completo. Aunque tal vez no hubiera conocido a Salem y Eva y su futuro bebé no vendrían en camino. Quizás fuera más como las gemelas. Sonrió ante el comentario de él respecto a Eva. —El abuelo más joven y atractivo, si me permites añadir—halagó.

Soltó una risita y se sonrojó bastante. —No iba a contarselos—aseguró ella. Nunca nadie le había hablado antes de sexualidad. Tal vez si alguien le hubiera mencionado algo, las cosas serían diferentes. Negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior. —Sabes que no me gustan los hospitales—le recordó. Estos le provocaban extraños recuerdos de la muerte de Alexia y hacía que en ocasiones entrara en crisis.—¿Podrías atenderme tú en casa? Me sentiría más segura y más cómoda—pidió.

—Podríamos comprarle una a Eva y que las dos estuvieran jugando en la mansión, así la tía Rebekah no se enojaría...—sugirió de nuevo.—Sí, Megy esta livianita—dijo moviendo sus brazos con la nena. —Sería una buena idea, ¿en donde nos reuniremos?—le preguntó. Se emocionó ante la idea de ver a su abuelo y sonrió. —Excelente. Así las pequeñitas podrán conocer mejor a su bisabuelo, que también es joven aun—murmuró sonriendo y haciéndole poquitas cosquillas en su barriguita. Con ayuda de su tío, entró al local con las pequeñas y fueron a tomar asiento. —Vamos a ver, ¿Qué quieren ordenar?—preguntó, dejando a Megy en la silla junto a Eva y ella frente a Rich.

Sonrió un poco enternecido por aquel comentario, la verdad es que a él le hubiese gustado lo mismo. Desde que Alexia la dio a luz y tuvo a esa pequeñita en sus brazos, se encariñó de la misma manera que había ocurrido con sus otros hijos. Sin embargo, el destino había sido un poco cruel con esa cosita bella que era Nixie y su melliza se había encargado de hacerle la vida miserable a una criaturita inocente que lo único que necesitaba y quería era amor y protección. Él y Bex habían hecho lo posible por hacer su infancia más llevadera y quizá, por toda la situación, cuando se habían enterado de que Salem estaba con ella y la hacía feliz, los tabúes u opiniones publicas no pudieron importarles menos. Nixie merecía ser amada y tener todo lo que le vida le había negado antes.

Ya no dijo nada al respecto. No porque no tuviera cosas que decir, sino porque era un tema que removía demasiados sentimientos y no era el más adecuado con las niñas presentes. —Las cosas pasan por algo, princesita. Aun con todas las cosas desafortunadas que han ocurrido, mira las hermosas familias que tenemos. Créeme, somos más afortunados que muchas personas —comentó distraídamente, para luego reírse un poco por el halago. Después volvió a reír por el comentario de ella sobre su vida sexual. Para ser justo, prefería ni siquiera entrar en ese terreno con ella. No porque se inhibiera hablando de sexo, pero se le hacía raro abordar esos temas con sus hijos y aquellos a quienes quería de manera paternal.

—Lo sé —asintió, luego se quedó un segundo pensando y corroboró el asentimiento con un movimiento de cabeza—. Está bien. Si quieres puedo ir a tu casa mejor, para que no tengas que moverte demasiado. Sabes que después de ciertos meses no es prudente que sigas usando la red flu ni la aparición —le recordó y sonrió, dejando que cargara a la nenita en lo que iban al local donde iban a comer. Las pequeñas estaban encantadas con estar juntas, hablando de cosas que solo ellas entendían y siendo mimadas por sus padres, además de estar afuera de casa. Siempre era toda una experiencia para las chiquitinas el salir a ver el mundo exterior, ya que, por la vida de sus padres, se la mantenían dentro de la mansión y no interactuaban demasiado con otras personas que no fueran de su círculo pequeño y privado.

Cuando tomaron asiento y se acomodaron los cuatro en la mesa, Eva y Megy tomaron los menús enseguida para comenzar a ver las fotos. Las niñas comían por los ojos y aunque sabían que sus padres les terminarían ordenando, señalaban lo que más se les antojaba, lo cual eran dulces y platillos coloridos, helados cubiertos de chispas y otras cosas. —Tiene que tener fruta —advirtió a las dos pequeñitas, pues era su filosofía que, si iban a comer tanto dulce, al menos algo tenía que ser “natural.”

—Y eso va para ti también, princesita —advirtió a Nixie, con ese aire parental que tenía para con ella. Vagamente recordó la primera vez que había llevado a su sobrina a comer helado, sin que Alexia estuviera del todo de acuerdo. La pequeña había pedido tímidamente un conito de nieve de chocolate y se había llenado la carita entera intentando comérselo, empezando porque no sabía que el cono se podía comer, así que había enterrado el rostro en el cono, intentando lamer la nieve que se iba hundiendo. Tierna. Inocente. Adorable. Nunca se iba a poder explicar cómo Alexia había tenido el corazón para hacerle tanto daño a esa niña, a su propia hija.

Un suspiró escapó de entre sus labios al recordar a Alexia. Siempre se había preguntado porque había tanto odio en su corazón. Porque no podía ser como el resto de las madres, ¿Acaso llevar tantos meses a Nixie en su interior no había apelado a su instinto materno? A la castaña, por ejemplo, no le llevó demasiado tiempo para encariñarse con Eva cuando estaba en su vientre. Pensaba que ser madre era de las cosas más bonitas que podían pasarle. Viendo a Eva, sentada junto a Megara, jugando y hablando de cosas que solo ellas entendían, le parecía que nunca por ningún motivo, podría odiarla.

—Yo creo que aun puedes adoptarme—murmuró Nixie. Quizás aún pudieran hacer muchas cosas y fingir que lo de Alexia jamás había pasado. Sonrió al oírlo. Por supuesto que ambos habían formado familias felices aunque la situación actual no permitiera disfrutarlo tanto como se requería. Con Agares oficialmente desaparecido y proclamado como criminal, las cosas no pintaban del todo bien. —No me digas que la tía Bex está embarazada de nuevo…. ¿o sí?—preguntó.

Ante aquellas palabras, Megara levantó la mirada con cierta confusión y miró a su padre en busca de una respuesta. A Nixie se le escapó una risita cuando comprendió lo que había dicho. A continuación, bufó suavemente pero se encontraba alivida. El hospital le traía malos recuerdos y prefería mantenerse lo más alejada posible a menos que fuera estrictamente necesario que fuera ingresada, cosa que no iba a ocurrir hasta el nacimiento de su bebé. —Gracias. Los hospitales me ponen mal, ¿sabes? No… no me siento a gusto estando en ellos—comentó en voz baja.

Su mirada fue a Eva, quien junto a su tía Meg, estaban decidiendo qué golosina cargada de azúcar iban a comer. Rió, aunque también estaba preocupada porque si comía demasiado caramelo, tendría dolor de estómago y Salem se enojaría. A Nixie le gustaba que Eva comiera sano para su salud, teniendo en cuenta los antecedentes familiares. —Pueden pedir un coctel de frutas con helado y chantilly, si quieren—sugirió a las pequeñas—Les ponen granola, arándanos, pasas y cereales de los que te gustan, cielo—comentó.

Luego, cuando su tío dijo que ella también debía acatar la orden, hizo un puchero. —Nuuu—se quejó—Yo debería de tener privilegios porque mi chiquitín pide y me dan antojos—murmuró como si fuera niña pequeña. Dentro de todo, Nixie lo era. Había veces que se comportaba como una y eso solo pasaba en presencia de Salem o de Richard. Casi no dejaba que nadie viera esa parte de ella, a veces le resultaba un poco vergonzoso.

El comentario de su sobrina sonó muy inocente para él, pero, para ser honesto, lo había considerado varias veces, especialmente cuando Nixie era menor de edad. Sin embargo, ahora no sería tan fácil adoptarla… quizá cuando Alexia había muerto, él pudo haberlo hecho sin problemas. Sin embargo, había dejado que Salem se quedara con la completa custodia de su sobrina. Nunca se había explicado del todo el por qué, pero agradecía no haberse equivocado al pensar que él la haría cuidaría bien y la haría feliz. Así que se limitó a sonreír y a negar con la cabeza.

—Tú eres nuestra hija, punto —declaró y se encogió de hombros, dejando que una risa se le escapara por el comentario que le siguió—. Ella no me ha dicho nada, pero no me disgustaría la idea. Así mi otro nieto tendrá quien le haga compañía en Hogwarts también, como estas dos princesitas que ya las veo conspirando en Slytherin —dijo con mucha jovialidad, mirando de reojo a Megara y Eva, desviando por completo la seriedad del asunto.

—Lo sé mejor que nadie. No me tienes que explicar a mí —la tranquilizó al notar como se ponía ante la idea de estar en un hospital. De alguna u otra manera era uno de esos traumas que pensaba que Nixie debía de superar, pero no podía imponerle nada. O más bien, no quería imponerle nada, porque verla sufrir era de las peores cosas que podían pasarle en la vida.

Se quedó observando la escena frente a él con esa sonrisa que no podía borrar de su rostro cuando estaba en compañía de su familia. De Richard podrían decir muchas cosas, sobre todo las personas que no le conocía, pero si algo no podían negar de él era que amaba genuinamente a los suyos. —Tú también puedes pedir fruta con helado —replicó riendo tras la queja y el puchero de su sobrina, siendo apoyado por las risitas cómplices de las pequeñas—. El chiquitín también tiene que comer sanito —añadió, aunque luego se rio—. Está bien, pero solo porque es el primer helado de mi nieto —concedió, haciendo una seña a la mesera para que viniera de una vez a tomar la orden—. ¿Ya han pensando en el nombre que le pondrán? —preguntó curioso, mirando la pancita de Nixie.

Nixie sonrió a su tío ante sus palabras. Quizás él no comprendiera la importancia que tenía para Nixie ser su hija “legalmente”. Era una necesidad para ella, era una forma de olvidar el pasado, de hacer como que no existía y que las cosas siempre habían sido felices para ella. De hecho, por unos instantes le invadió el sentimiento de rechazo. Ahora era rechazada por el mellizo de su madre y dolió pero lo disimuló. Tal vez esa no era la intención de su tío, ni de lejos, pero Nixie se sintió.

—Claro—respondió, evidentemente su estado de ánimo cambió pese a que intentó disimularlo lo mejor que pudo. ¿De que se sorprendía? Debía estar más que acostumbrada a ese tipo de situación, pues a diario las había vivido con Alexia. Estaba errando a toda interpretación pero ella no se daba cuenta. —Bueno, descuida, Ya entiendo, no quieres—bromeó y a continuación sonrió, pero fue una sonrisa muy débil.

Finalmente, el cambio de tema le ayudó un poco a olvidar el rechazo. Pensar en que su tía estaba embarazada no le disgustó tampoco. Aunque su estado de salud era un poquito malo dado la genética de la familia. —Serán unos traviesos—declaró Nixie, convencida de ello. Tan solo basta ver como era Eva o Megara para darse cuenta de ello. Aunque para ser justos, ambas niñas tenían la madera para ser Slytherins.

Asintió. Él mejor que nadie debería de comprender cuánto detestaba los hospitales. A Nixie no le hacía bien aunque de vez en cuando iba. Un suspiro escapó de entre sus labios. Pero no añadió más respecto al hospital. Volvió a hacer un puchero pero finalmente accedió. —Quiero helado de queso con fresas y kiwis…. ¡También con uvas!—comentó. —Él siempre come sano—replicó ella pero sonrió. Al oír la pregunta, Nixie sonrió asintiendo. —Sí. Se llamará Luther como su padre y Aiden, como mi mejor amigo—le contó. Era una decisión que había tomado junto a su esposo.

Eva le dijo a Megara que tocara la pancita de Nixie, así que las dos niñas pusieron sus manos sobre el vientre , sintiendo una patadita de su hermanito. Eva rió y Meg le miró con curiosidad. —Las está escuchando y se mueve—le explicó a las niñas quienes empezaron a reír.

Aunque lo intentó ocultar, la reacción de su sobrina fue evidente. Richard supo enseguida que la había lastimado, pese a que esa no había su intención. Cuando decía que amaban a Nixie como su hija, no lo decían por decir, sino porque en verdad era así. Para Rebekah y para él, ella era una hija más. Por un instante llegó a sentir miedo de perderla. No hacía mucho habían perdido a las gemelas. No quería quedarse sin su otra hija. —No, bonita. Tú sabes que no es eso —contestó con seriedad a lo que ella fingía era una broma, con una tenue sonrisa que ni ella misma se creía.

—Si es importante para ti que esté todo en papel, lo haremos, ¿sí? —ofreció sin pensarlo dos veces. No tenía nada que pensar en todo caso—. Aunque volverás a ser Dolohov y no Saberhagen —añadió divertido, tan solo para molestar, porque sabía que eso no iba a pasar. Salem era demasiado posesivo con su sobrina y su sobrina estaba demasiado entregada a ese hombre también.

Asintió con un cabeceo y se le escapó una risita. —Que no te quede la menor duda. Los Dolohov somos revoltosos por naturaleza —alardeó un poco, esbozando una sonrisa en la que mostraba todos los dientes. Luego continuó con la charla, dejando de lado el tema de los hospitales, enfermedades y cosas negativas que desgraciadamente abundaban en su vida.

—Yo quiero un café macchiato y un trozo de pastel de queso—pidió, enfatizando un falso acento italiano a la hora de pedir su bebida y dejando que la mesera se fuera algo sonrojada tras tomar la orden. Sabía el efecto que causaba en las mujeres y si bien no tenía motivos para coquetear, sí que le divertía lo ilusas e inocentes que podían ser algunas mujeres. Claro que, la mayor parte del tiempo, al saber quién era su esposa, descartaban toda posibilidad de si quiera voltearlo a ver. Aunque tampoco es que saliera mucho a la calle para que eso pasara.

Hizo un pequeño puchero al escuchar la respuesta. —¿Y qué pasó con el abuelo Richard? ¿No se puede colar mi nombre por ahí? —reclamó divertido, observando como las pequeñas le tocaban su pancita a Nixie, todas emocionadas, hablando del hermanito de Eva como si ya hubiera nacido y todo lo que haría con ellas cuando fuera más grande, para jugar y así.

Negó con la cabeza, aun un poco sentida pero intentando disimular eso con una sonrisa que más bien parecía una mueca de incomodidad. En el pasado, Nixie no hubiera tenido problemas por ocultar sus sentimientos, sus emociones. Siempre se había guardado todo en lo más profundo de su ser. Sin embargo, con el paso del tiempo se había vuelto más abierta respecto a ello y le costaba disimularlo. —No, de verdad, no tienes que hacerlo. Yo solo lo decía—volvió a decirlo. —No...no es una obligación—afirmó una vez más.

Quiso dejar ese tema a un lado. Se sentía demasiado sensible y no quería llorar frente a las niñas. Sabía que en su estado, era muy frecuente el cambio de humor. Volvió a sonreír un poco más, mirando a las pequeñas. Una parte de ella quería que su hijita creciera para verla ir a Hogwarts y crecer, sin embargo, otra parte de ella no quería que eso pasara. Le gustaría que su pequeña fuera así de chiquita por siempre para apretujarla y mimarla de ese tamañito.

Continuaron conversando en lo que les traían su orden. Nixi había pedido un helado de yogurt con frutas como fresa, kiwi y uvas, un poco de granola y galletas. Las pequeñas se habían decidido por pedir una banana split para cada una. Mientras su tío ordenaba, notó que la mesera se sonrojaba por aquel espontáneo coqueteo. Volteó a verlo y sonrió. —Bueno, podemos ponerle tres nombres, aunque no pensaba esperar un poco para mi siguiente bebe y que llevara tu nombre...—confesó.

Pese a que en aquellos momentos, luego de su aborto meses atrás y ahora con su nuevo embarazo, no estaba segura si quería tener más hijos… o al menos en un largo periodo. Quería dedicarse a Eva y al pequeño que venía en camino. Eva y Megara se enfocaban en su vientre, acariciándolo y pegando su orejita al vientre para poder escuchar o sentir al pequeño. Nixie sonrió encantada. Finalmente comieron con tranquilidad y continuaron la conversación entre el trabajo, los planes de navidad y lo que vendría a futuro.