Bad Day? Bad Century ~ Richard

12 de Febrero. Enfermería de Hogwarts

Nixie se había despertado por un dolor punzante en el abdomen que impedía que siguiera durmiendo. O al menos el intento de seguir haciéndolo. En más de una ocasión se removió incomoda en la cama de la enfermería de Hogwarts que hasta entonces, le había costado reconocer. Sus lapsos de sueño eran bastante raros, pero algo le decía que había estado inconsciente un buen rato antes de que su sueño se volviera irregular, para su mala fortuna, estaba teniendo pesadillas cuando cerraba los ojos. El llanto de un bebé siempre le traía de vuelta a la realidad. Decidió que lo mejor era quedarse despierta hasta el amanecer. Por eso no fue extraño que la enfermera encontrara a un zombie en vez de a una chica de 18 años. La mirada perdida, el aspecto demacrado, las orejas por la falta de sueño, era un maquillaje digno de película de terror.

Escuchó que la enfermera pronunciaba el nombre de su tío Richard Dolohov y a continuación, salió corriendo, seguramente para buscarlo. Sin embargo, ¿Qué hacía él ahí? Quizás lo habían llamado para su evaluación médica dado que el era su sanador desde niña. Era de esperarse siendo su sobrina consentida. Ahí aguardo, jugando con las sabanas y la cosa esa que le suministraba alguna clase de poción. Le seguía doliendo el cuerpo a causa de la pelea en la sala común, que por cierto, ¿qué día era? ¿Dónde estaban los demás? ¿Aiden? ¿Connor? ¿Mikhail? Le dolió la cabeza de solo hacerse esas preguntas. Luego se llevó las manos al vientre al sentir el dolor. Y a continuación, la sangre. Lo único que le faltaba era que la herida volviera a abrirse. Frunció el ceño porque no quería estar ahó

La puerta se abrió, dejando ver a un hombre maduro, de cabello rubio y ojos claros con una mirada preocupada—Hola tío—le saludó con una mueca de dolor, terminando por recostarse con esfuerzo. Maldijo en Rumano y luego en Ruso. —¿Me ayudas?—le pidió mientras se abrazaba porque a pesar de que el dolor era tremendo, no quería gritar ni llorar frente a nadie. Solo atinó a morderse el labio inferior con fuerza hasta que sintió su propia sangre en sus labios.

La lechuza le había llegado la noche anterior y aunque le hubiese gustado ir en ese mismo instante a ver a su sobrina, tuvo que organizar un poco sus prioridades y ser racional con el tiempo, el modo y los procedimientos. Además, quizá fue mejor que tardase un poco en aparecer en Hogwarts, pues en el fondo se encontraba demasiado molesto con lo sucedido como para ponerles buena cara.

—¿Cómo dejan que algo así pase entre los estudiantes? ¿Qué no tienen vigilancia? ¿Qué acaso se la pasan picándose las narices en lugar de cuidar las instalaciones? Son niños de once a diecisiete años, no pueden dejarlos como animalitos a la buena de Merlín —se había estado quejando, refunfuñando aquella noche, en compañía de Bex, mientras su pequeña Megara le miraba con curiosidad e imitaba sus gestos como si ella también estuviese dando una catedra a los administrativos del colegio de magia.

Finalmente, el momento llegó y, ya algo más tranquilo, se encaminó a la enfermería de Hogwarts, tras saludar brevemente a unos profesores que lo recibieron en nombre de los directivos. La enfermera apareció a mitad del camino, ofreciéndose a guiarlo hasta el lugar, como si él no supiese como llegar. Rodó los ojos algo fastidiado cuando la mujer le dio la espalda, pero agradeció un poco que le informara la situación de Nixie de ante mano, pues realmente no le habían dicho mucho.

Entró a la enorme estancia, recorriendo con la mirada las hileras pulcras camas blancas, hasta toparse con la que ocupaba su sobrina. Se acercó a ella a grandes pasos, hasta colocarse a su lado. —No te hagas daño —le pidió con amabilidad, alargando la mano para tomarla del mentón y obligarla a que dejara de ejercer presión sobre su pobre labio sangrante. A simple vista se notaba la mala condición de su sobrina y estaba más que justificado cada estrago que en ella había—. ¿Cómo te sientes? —preguntó, por más necedad que hubiese en dicha pregunta. Había que ser muy tonto para no darse una idea de cuál sería la respuesta y que cualquier otra cosa que Nixie dijese sería una descarada mentira.

Aun así, aguardó a que la menor hablase, mientras él acariciaba el perfil de su rostro con el dorso de la mano, intentando ser tan gentil como le era posible.

Incluso hacer cosas como enderezarse, le estaban costando trabajo. Los ataques que había recibido le había dejado más débil de lo que hubiera imaginado. Agradeció que su tío hubiera llegado y le dedicó una pequeña sonrisa al verlo con ella. De todos, era quien más se preocupaba. Era la hija de su otra mitad y sabía lo mucho que se podía estrellar a un mellizo. Toda su vida se había sentido incompleta. Claro que Salem era su alma gemela pero más bien ella se refería a ese lazo de sangre que la unía a alguien. Descubrir que Mikhail era su mellizo, le había regresado parte de su vida y podía entender que Richard se sintiera un tanto incompleto sin Alexia con él. Nunca se lo había preguntado y tenía curiosidad.

Alzó la mirada y dejó de morderse el labio. —Lo siento mucho—se disculpó sin razón alguna. Luego, tras la pregunta de su tío, lo meditó. No estaba segura realmente, había muchas emociones, muchas sensaciones, pero tras tomar aire, comenzó a explicarle—Si la pregunta es cómo me siento físicamente pues es fácil. Siento como si una manada de centauros me hubiera pasado encima varias veces. Sobre todo me duele el vientre—señaló el mismo. Su embarazo… aún estaba esperando los resultados para ver cómo estaba su pequeño bebé neonato. Había dejado de sentirse conectada a él y esperaba que solo fueran suposiciones suyas.

—Y emocionalmente, esto desecha también. ¿Quién diría que entre serpientes también se muerden la cola?—la preguntó a su tío con una pequeña sonrisa, era muy probable que lo hicieran y Nixie no hubiera querido darse cuenta. —De casualidad, ¿le dijiste algo a Salem?—le preguntó—Yo no le he dicho nada y no se sí las autoridades ya le hayan avisado, ¿le dijiste algo tú?—preguntó con curiosidad. No quería preocupar a su esposo, sobre todo con su embarazo de apenas dos meses. Le dedicó una mirada a su tío y luego se acercó para abrazarlo con fuerza—Gracias por haber venido—y permitió que la mimara, como siempre había sido.

Las respuestas de su sobrina le difuminaron la buena cara que intentaba poner. En el fondo sabía que, aunque la positividad era necesaria, había ocasiones en las que sencillamente no se podía sonreír. Estar triste era parte de la vida, por mucho que no les gustara a algunas personas. —Lo lamento, ha sido una mala pregunta —se disculpó casi enseguida, sobre todo al notar lo de su vientre.

Un suspiro de cansancio se le escapó casi de forma inconsciente. ¿Debería de decirle lo que sabía? Obviamente lo mejor era que se lo dijera él, mas no estaba seguro de que ese fuera el momento más apropiado. —Gente imbécil hay en todas partes, sin importar la casa a la que pertenezcan o el estatus que tengan —replicó, encogiéndose ligeramente de hombros. Él, mejor que nadie, conocía a varios incompetentes y estúpidos con los que tenía que llevar una buena relación porque formaban parte de su mismo círculo social y laboral.

—No. Yo no he hablado con él, pero seguramente ya le ha llegado la noticia y no debe de tardar en venir, finalmente es tu esposo —dijo, considerando que tal vez sería mejor informar primero al esposo de su sobrina sobre el asunto del bebé. A lo mejor Salem era una persona más apropiada para darle esa clase de noticia a Nixie—. No tienes por qué agradecer. Sabes que eres como mi hija —murmuró, a la misma vez que la rodeaba suavemente con los brazos, procurando no causarle incomodidad o daño, debido a sus heridas.

Permaneció en silencio por varios minutos. Seguía sin estar seguro de si debía de hablar o esperar un poco más… o quizá quedarse callado.

Hizo un gesto para restarle importancia al asunto. Era lógica que quisiera saber cómo se sentía de boca de Nixie a que le mintieran o se quedara callada. Le dedicó una pequeña sonrisa—No te preocupes, tío. Al menos me ha servido para hablar con alguien. Gala, Leah y Mikhail han estado viniendo a verme y me han preguntado lo mismo—respondió ella. Dado que los cuatro habían nacido casi en la misma fecha, habían desarrollado una extraña conexión donde podían sentir el malestar de los otros.

—Lamentablemente sí. Uno pensaría que por la casa que portan, serían respetables. Me he equivocado…—susurró Nixie pensado en los compañeros que la habían atacado. ¡Dos veces seguidas sin tregua! Incluso aquello le dolía más. ¿Por defender a su mejor amigo de una injusticia? Nixie aún me pensaba que Alex y Alya se la iban a pagar. Eris no la dejaría descansar si en algún momento no se lo cobraba.

La slytherin se mordió el labio inferior con cierta culpa. —No quiero preocuparlo. Además, no quiero que Eva se quede solita…—hizo una mueca de molestia porque no quería mortificar a su esposo, con lo sobreprotector que era, él se echaría la culpa por no haber estado ahí para protegerla.

—Gracias. Tu siempre has sido un padre para mí—respondió al tiempo que le devolvía el abrazo y lo estrujaba con su poca fuerza. Nixie hubiera dado lo que fuera porque Richard hubiera sido su padre. Pronto comenzó a quejarse de que le dolía el vientre, era un dolor punzante. —Me duele mucho—chilló al tiempo que se le escapaba una lágrima.

Suspiró y se tranquilizó al escuchar la respuesta extendida de Nixie, por lo menos le consolaba un poco saber que su sobrina no estaba sola en Hogwarts. Aunque le constara asimilarlo, a veces olvidaba que ella y sus propios hijos tenían más gente a su alrededor para apoyarse, amigos y familia que brindaban confort y protección, aunque como él era demasiado controlador, no podía aceptar de buenas a primera la idea y se obsesionaba un poco con lo de querer estar protegiendo a su familia a cada instante.

—Son experiencias de la vida, Nixie… Así es como aprendes en quienes puedes confiar ciegamente, y a quienes es mejor vigilar a distancia —comentó, intentando darle una vuelta de tornillo a lo ocurrido. Sí, cosas buenas y malas solían pasar, pero siempre se podía sacar provecho, incluso de las situaciones jodidas. Aunque, a decir verdad, el golpe duro todavía ni siquiera le había golpeado… o mejor dicho, le había golpeado de forma literal, pero su sobrina aun ignoraba las dimensiones de los daños recibidos—. Igual puedo ir a recoger a Eva y cuidarla mientras Salem te visita —se ofreció—. A Megara no le caería mal un poco de compañía para jugar —añadió enseguida con una pequeña sonrisa.

Permaneció en silencio unos instantes más, abrazándola, hasta que escuchó sus quejidos. Se apartó un poco y le miró sobrecogido por la angustia. ¿Debería de decirle de una vez por qué le dolía tanto? ¿Debía de esperar un poco más? Se encontraba en una encrucijada moral, viera por donde lo viera. —Tranquila —fue lo primero que atinó a decir al tiempo que cogía una de las ampolletas de cristal que reposaban sobre la mesa de las pociones—. Toma esto. Te ayudará —le ofreció una poción para el dolor—. Debes de descansar más. La herida es demasiado reciente… —dijo, mientras sacaba un pañuelo de su bolsillo y lo utilizaba para limpiar las lágrimas de su sobrina.

Algo muy en el fondo de su ser le advertía que algo andaba mal. Comenzó a sentir una ligera opresión en su pecho por mucho que intenta ignorarlo. ¿Por qué se sentía de aquella forma? Había algo en la actitud de su tío que le hacía sospechar sobre alguna situación oculta. Aun así intentó hacer caso omiso de ello y enfocarse. En cierta forma el dolor persistente debió haber sido el indicativo de las malas noticias sin embargo en aquellos momentos no lo pensó demasiado.

—Yo creí…—murmuró, sin saber realmente que decir. El dolo le había cegado unos momentos pese a que trató de dejarlo pasar. Su tío le ofreció una poción para calmar el dolor, el abrazo se había terminado. Rogó porque funcionara. La parte baja de su vientre punzaba salvajemente. —¡Auch!—exclamó, cerrando los ojos de manera involuntaria. Hizo respiraciones para amortiguar los espasmos. —Estoy equivocada con mis compañeros de casa. Solo dos me ayudaron—comenzó a contar ella.

—Gala, Leah y Mikhail estaban fuera de la sala común—explicó—Agares, Antonin, Piotr e Illyana estaba en los dormitorios, todo ocurrió tan rápido—concluyó ella. Las imágenes se repitieron en su mente por lo que ella sacudió la cabeza. La idea de que Megy y Eva estuvieran juntas le hizo sonreír, así que asintió. —De hecho, en la última carta que me envió,me dijo que quería ir con su tía Megy. Además con eso de que son de la misma edad, jugarían un buen rato—afirmó ella, agradecida por el ofrecimiento.

Otro espasmo la asaltó en el vientre bajo pero por suerte, fue en menor medida. Nixie se mordió el labio inferior para luego sentir una descarga de adrenalina. A continuación se palpó el vientre. —¿Cómo esta mi…—dudó unos segundos—mi bebe?—preguntó finalmente al darse cuenta de que no sabía del estado de la criatura, se sintió bastante culpable por haberlo olvidado.

No lo iba a negar, al menos no para sí mismo, se sentía mal de estarle ocultado la información a su sobrina, pero al mismo tiempo tenía la suficiente frialdad para seguir actuando como si nada realmente malo hubiese pasado. Las personas como él estaban acostumbrados a tener la sangre fría. Cual reptiles, controlaban la temperatura de sus cuerpos, sabían en que momento actuar sin dejar que los sentimientos interfirieran y cuando el sentimiento podía ser la clave para sacar fuerzas más allá de normal.

En esos momentos, Richard se convencía de que la ignorancia era lo mejor para Nixie y el instinto paternal que siempre salía a flote con su sobrina estaba siendo suprimido por el comportamiento habitual de un Medimago. ¿Cuántas veces no le había tocado darle las condolencias a alguien? ¿Cuántas veces no había visto cosas peores en San Mungo? Claro que la situación resultaba muy diferente cuando se trataba de un familiar. —Tranquila, no te esfuerces —le advirtió, acariciando su espalda por unos segundos, mientras ella ingería la poción para el dolor—. Respira profundamente —aconsejó y la empujó con suavidad para que volviera a recostarse en la casa.

—Ya deberías de saber que nunca hay que esperar la ayuda de las personas —dijo tranquilamente y suspiró—. Las personas son personas, Nixie. Raramente puedes y debes confiar en ellas. Pocos somos los que nos interpondríamos entre una varita y tú —le recordó, no tanto para recordarle lo malo y solitario que el mundo podía ser, sino que, en su mundo en particular, las tan llamadas amistades te podían apuñalar fácilmente por la espalda si les dabas la oportunidad. La sangre o el amor eran los únicos factores que implicaban lealtad y hasta eso, a veces la misma familia y los amantes se traicionaban.

Una pequeña risa se le escapó. —Es raro pensar que son tía y sobrina cuando básicamente tienen la misma edad —explicó el porqué de su risa y asintió—. No les caería mal un poco de compañía a ambas —corroboró, a sabiendas de que la pequeña Eva pasaba mucho más tiempo a solas que Megy, ya que por lo menos su hija lo tenía a él a su lado casi todo el día, mientras que Salem salía a trabajar—. Me haré cargo de ello en cuanto llegue a la casa —le aseguró para animarla y luego volteó a ver alrededor.

Pudo desviar el tema. Pudo comenzar a hablar de Quidditch incluso. Pudo decir cualquier cosa para que el silencio no propiciara la inevitable conversación del bebe… Escuchó la pregunta y se le quedó mirando en silencio. Tragó saliva con algo de dificultad al sentir la garganta seca y antes de poder hablar, tomó la mano que Nixie había puesto sobre su vientre y negó ligeramente con la cabeza. Ese comportamiento debía de ser más que evidente para que la chica entendiera lo que había pasado. De hecho, su sobrina era muy inteligente y ya debía de haber deducido a esas alturas cuál sería la respuesta. Sin embargo, para no dejar espacios a malos entendidos, Richard respiró profundamente y tras exhalar, lo dijo con todas sus letras: —Perdiste al bebe.

Su mente quería ignorar algo tan lógico como lo que acaba de preguntar, pero así se mantuvo, esperanzada tras aquel silencio que se había formado. Quería imaginar que su bebé estaba a salvo, que nada le había pasado y que solo ella sin afectar a él, había recibido todo el daño. Aun podía sentir la descarga eléctrica en su cuerpo así como la espalda adolorida producto del impacto de su espalda contra el cristal por el hechizo de la joven Malfoy. De no haber estado tan aturdida e imposibilitada, probablemente ambos atacantes estarían en San Mungo por heridas graves hechas por las manos y dientes de Saberhagen.

Sin embargo, no había podido hacer nada y Mikhail había tenido que levantarla con esfuerzo para evitar que se quedara en la inundación de la sala común. Tembló cuando sintió la furia de Eris recorrerle cada fibra de su ser y prometió que tanto Lestrange como Malfoy pagarían de una forma lenta, dolorosa. Parpadeó, volviendo a la realidad, atraída por la voz de su tío. —Detesto estar acostada y detesto los hospitales, sin ofender—replicó ella, sabiendo que su tío era consciente de su temor.

El masaje relajó sus músculos tensos por unos momentos pero no fue suficiente por un lapso de tiempo largo. Asintió, sintiendo sus indicaciones de respirar profundamente para controlar las punzadas de su espalda. Estaría bien. El discurso de su tío tenía bastante razón, se daba cuenta de que no podía confiar en el Riot plenamente y de que siempre se iban a apuñalar la espalda en los momentos más difíciles. No eran una familia, eran simples aliados que se usaban unos a otros para sobrevivir. Resopló.

También rió por el comentario. —Bueno, yo me embaracé demasiado joven y mi tía ya se embarazó algo mayor, aunque sigue siendo una sorpresa y una gran coincidencia—comentó ella—Aparte, ella se quieren mucho, son como hermanitas y las dos siempre quieren estar juntas así que tampoco me extraña—añadió, pensando en su prima y su hija y las veces que ambas se habían reunido para jugar. Incluso Eva ya conocía de los ataques de Megara, sabía cómo reaccionar. Asintió, agradecida por aquella sugerencia. Sin embargo, el tema difícil vino a continuación.

La opresión en su pecho aumento, el vacío en su estómago se hizo aún mayor. Las lágrimas ya habían salido incluso antes de que su tío confirmara sus sospechas. Pese a ello, se quiso aferrar a la mentira. —No…—susurró. Su vista se volvió borrosa. —No por favor—repitió, temblando violentamente. Eris quería salir, gritar, pararse e ir a por esos imbéciles. Apretó los puños con violencia, las pupilas de sus ojos se volvieron rojas.

—No te culpo —respondió tranquilamente, pasando su mano por el rostro de su sobrina—. Yo he pasado toda mi vida en los hospitales, ¿por qué crees que me retiré? —añadió, intentando sonar un poco informal, un poco alejado del tema, pues entendía lo doloroso que sería adentrarse en detalles en aquellos momentos. Perder bebés con los que uno comenzaba a ilusionarse, a hacer planes y demás, era de las cosas más difíciles que los padres, y en especial la madre, debían de sufrir cuando ocurrían cosas como aquellas. Sin embargo, no había más que se pudiera hacer

Continuó mimándola con suaves masajes, mientras la poción hacía también su efecto. Necesitaba que estuviera relajada, descansando y calmada para que no fuese a hacerse más daño. Solo de esa manera iba a poder recuperarse pronto de aquellas lesiones tan profundas que había recibido. —Sí, bueno, fue una sorpresa que te embarazaras a los quince años —le recordó con una pequeña risa, luego negó—. Eva y Megara terminarán viniendo juntas a Hogwarts. Se tendrán la una a la otra para cuidarse como hermanas —comentó, a sabiendas de la relación que tenían ambas pequeñitas.

Con delicadeza, tomó a Nixie en brazos, levantándola ligeramente de la cama para poder abrazarla y pegar contra su pecho. —No —repitió él, aunque con un tono de serio y firme. Lo suyo era más una orden de que no fuese a hacer nada imprudente en esos momentos. —Lo siento mucho, mi niña. Vi los reportes y me consta que hicieron todo lo posible, pero era inevitable, el golpe fue fatal para el bebé —le explicó y acarició su espalda, notando como se ponía tensa—. No, Nixie, no —repitió, tomando ahora sus manos para que deshiciera los puños.

Entendía la ira, frustración y tristeza que debía de estar invadiendo a su sobrina, pero por lo mismo no podía dejar que perdiera el control. No ahí. No en esas circunstancias. —Salem vendrá pronto. Tienes que estar mejor para cuando él venga a verte —intentó argumentar, pues quizá eso hacía que ella lo pensara dos veces antes de perder el control. Lo podía ver en sus ojos, ya rojos.

El terror se apoderó de ella, la culpa no tardó en hacer acto de presencia. El dolor en el vientre se acentuó a niveles inesperados por lo que los efectos de la poción perdieron efecto y comenzó a doler el nuevo. Era eso o quizás su mente le estaba jugando sucio para castigarla. Una pequeña punzada comenzó a hacer acto de presencia en la base de su cabeza, extendiéndose por todo su cerebro por lo que en poco tiempo tenía jaqueca. La noticia le había descolocado terriblemente.

Había podido evitar esa perdida. Era su trabajo proteger al bebe que se gestaba en su vientre y había fracasado catastróficamente en su única tarea como madre en aquellos momentos. La culpa le ganó al dolor, fungiendo como anestesia del mismo. Las lágrimas comenzaba a aglomerarse en sus ojos, ella hacía esfuerzos por retenerlos pero no podía. Simplemente había perdido a la vida que llevaba en su interior. Sin embargo no pudo hacerlo y terminó llorando.

—¡Sí es mi culpa!—gritó de repente aunque su tío ya la tenía abrazada para que no se hiciera daño a sí misma, lo cual agradecía profundamente. —Es mi culpa. Si no me hubiera metido en la pelea…—comenzó a decir con una descarga de frenesí en la que apenas se entendía lo que ella quería decir. Aunque solo había algo que destacar: era un error de Nixie. Ella era la única responsable de la pérdida de su bebé. Ante la mención de Eva, ella tembló. —Salem no sabía nada del bebé pero Eva sí. Se lo dije en una carta y pedí que guardara el secreto para que fuera sorpresa para su papá…—sollozó, apenas de forma inteligible. —¿Cómo se lo voy a explicar a ella? ¿O a Salem?—inquirió.

Le manchó la ropa de lágrimas saladas. No podía frenar el llanto, tampoco pudo evitar el nudo en la garganta que se había formado. Volvió a revivir el momento en que recibió los dos impactos de aquellos hechizos. Dolía. Y no era un dolor físico precisamente el que sentía. Apenas escuchó que Salem vendría, palideció. No sabía cómo iba a enfrentarlo. Claro que quería ver a su esposo, moría de ganas por verlo, pero, ¿qué iba a decirle? Negó con la cabeza, aferrándose a su tío, que era lo único real para ella en aquellos momentos.

Objetivamente hablando, poco era lo que se podía hacer en una situación así. Las palabras o gestos eran inútiles para apaciguar el dolor que una madre sentía al enterarse que acaba de perder a su bebé. Cualquier cosa que Richard pudiera decir, no serviría de nada para quitarle ese sentimiento a Nixie. Solo el tiempo, la asimilación y el apoyo de Salem, le ayudarían a sobrellevar aquello.

Por lo tanto, de momento se limitó a abrazarla tan fuerte como podía, sin llegar a causarle daño, acariciando su espalda suavemente de arriba abajo. —No es tu culpa —insistió, con voz autoritaria—. Nunca vuelvas a decir eso, Nixie, porque no es verdad —añadió con el mismo tono y le miró fijamente, suspirando con resignación.

—A estas alturas, Salem ya debe de estar enterado de todo. Los mismos informes que me llegaron a mí, le debieron de llegar a él, siendo que es tu esposo y tu tutor —le recordó, negando ligeramente con la cabeza—. Eva lo entenderá, a su manera infantil, pero lo hará —la tranquilizó—. Y a Salem no tienes por qué explicarle nada, no es un niño. Es un hombre que te ama y debe de entender la situación —inquirió, seguro de sus palabras, porque de ser él quien estuviera en aquella posición, lo último que haría en la vida sería pedirle explicaciones a Rebekah o hacerla sentir mal de alguna manera.

Lo menos que esperaba de Saberhagen era que se portara a la altura y apoyara a Nixie como ella lo necesitaba en aquellos momentos. Al fin y al cabo, Nixie seguía siendo una niña, una adolescente, una joven que aunque había pasado por muchas cosas fuertes, necesitaba de la protección de sus mayores, le gustara o no. Había cosas que solo la edad te enseñaba a sobrellevar. Claro que había quienes nunca aprendían, pero para aquellos que ya habían visto de todo a lo largo de los años, la empatía y sangre fría eran una dicotomía perfecta en armonía.

Claro que Richard sentía el dolor de su sobrina, a su manera, pero lo hacía, pues él tenía hijos y en particular Megara lo mantenía en constante miedo de perderla por algún ataque de asma. Sin embargo, hacía mucho tiempo atrás que el hombre había aprendido a manejar las situaciones con tranquilidad, por mucho que el corazón se le estuviera partiendo. No obstante, sabía que a Nixie le hacía falta sacar todo lo que sentía por dentro en esos momentos y era mejor que lo hiciera ahí con él, a que se alterara cuando llegase Salem o posiblemente los dos terminarían alterados. —Shhh… desahógate —la animó, masajeando suavemente su espalda de nuevo, buscando darle confort en aquel abrazo.

El sentimiento de culpa crecía a paso agigantados en su interior sin que ella pudiera hacer algo para detenerlo. Quería que aquello fuera una terrible pesadilla, saber que al despertar el bebé estaría sano y salvo en su interior. Pero la triste realidad le indicaba que nada de eso iba a ser posible y que tendría que enfrentarse a las consecuencias. Las lágrimas que emanaban de sus ojos, rodando por sus mejillas, perdiéndose en su mentón nunca iban a ser suficientes para expulsar el dolor de su cuerpo.

En parte agradecía la compañía de su tío quien desde siempre había sido como un padre para ella. —Pero…—quiso replicar, pero no había palabras que pudieran tumbar los argumentos de su tío. Se quedó ahí, apoyada contra su pecho, llorando hasta que se quedó seca y solo se limitó a sollozar. Escuchó a su tío, sin embargo no pudo evitar pensar en cómo iba a sentirse Salem por la noticia: destrozado, culpable, impotente, furioso. Conocía lo suficiente a su esposo como para no presentir como estaría. Y ella no quería que se sintiera de aquella forma.

Él siempre le repetía que su deber era protegerla, pero no estaba a su alcance cumplir dicha promesa porque ella aun asistía a Hogwarts. Por otro lado estaba Eva, quien al saber de la noticia había dado brincos y gritos de emoción. Pensar que tendría un hermanito para jugar le alegraba así ya no estaría tan solita. Ahora, seguiría siendo hija única porque Nixie dudaba querer tener más hijos en un futuro próximo. Aunque quien sabe, podría cambiar de opinión. Quería que Salem estuviera allí con ella, que la abrazara y que le dijera que todo iría bien. Pero Eris comenzaba a nublar su juicio.

Podía sentir como la furia le recorría cada fibra de su ser como si fuera fuego en un campo de trigo. Tuvo que hacer un esfuerzo por no salirse de control. —¿Salem vendrá pronto?—preguntó. Necesitaba verlo cuanto antes. —¿Podrías cuidar a Eva mientras tanto?—inquirió a continuación. Sentía que comenzaba a perder la memoria en cuanto hablaba. Era una extraña sensación. ¿Su tío ya se había ofrecido a eso? ¿O era su imaginación? Se tocó la cabeza, sentía una fuerte jaqueca. Ahogó un pequeño grito. Luego se volvió a acurrucar en los brazos de su tío y cerró los ojos con fuerza.

—Pero nada —la cortó con firmeza antes de que siguiera argumentando cosas en su contra. Entendía el dolor de Nixie de alguna manera, pero se negaba a dejar que se culpara tanto por aquello. La situación en sí ya era dolorosa y triste, como para encima de todo añadir un sentimiento de culpa por una idea irrealista de haber fallado a sus responsabilidades. No había nada que ella hubiese podido hacer para evitar aquello. La situación se había dado de forma espontánea. No era como si Nixie hubiese planificado la pelea a conciencia de irse a batir a duelo con sus compañeros a sabiendas de su estado.

Continuó con el abrazo, aunque notaba que no estaba sirviendo de nada tener aprisionada a su sobrina entre sus brazos. Cual vuelta de tuerca, todos los intentos de Richard por mantener calmada a su sobrina se estaban yendo al carajo. Notaba como Nixie se tensaba, sus ojos se aguaban y el dolor emanaba por cada poro de ella, aunque no le quedaba si era un dolor físico o emocional o quizá una mezcla de las dos. La dejó llorar y seguir sollozando. Lo mejor era que se desahogara. Sin embargo, seguía sin soltarla. Ese abrazo era su única forma de protegerla en aquellos momentos y recordarle que no estaba sola.

Asintió levemente con un cabeceo ante la pregunta y luego reafirmó la respuesta con palabras: —Debe de venir hoy en la tarde —corroboró—. Yo cuidaré de Eva y Megara. Las llevaré a que coman un helado en el callejón Diagon… o tal vez la lleve a esa tiendita de macarrons que tanto les gusta a las dos —comentó, intentando distraerla por unos segundos—. Aun no me explico como les gustas en esas cositas tan azucaradas. Deben de ser los colores —pensó en voz alta, pero enseguida notó que Nixie no le estaba poniendo atención, pues tenía los ojos cerrados con fuerzas y una mueca de dolor invadía su rostro, mientras se tocaba la cabeza.

—¿Qué ocurre? ¿Te duele algo? —preguntó preocupado, dejando que ella se moviera con mayor libertad, a la vez que miraba alrededor en busca del botiquín de primeros auxilios. De ser necesario, él mismo le prepararía un remedio a su sobrina en ese instante.

A veces se preguntaba para que había intervenido en aquella estúpida pelea. Quizás si se hubiera mantenido al margen de la situación, nada de esto habría pasado. Tal vez tampoco la sala común se hubiera inundado y todo estaría bien. La sola idea hizo que Nixie tuviera más ganas de llorar por su estupidez. ¿Cómo pudo haberse enroscado en semejante tontería? Odiaba ese momento y sentía un profundo desprecio por sus compañeros, que solo era pasajero.

Con el tiempo, aprendería a perdonarse a sí misma y a los demás, por ahora, solo podía pensar en lo mucho que quería estrangularlos o tortúralos a base del hechizo “Metum”. Intento internalizar la idea de que no era culpa suya. Que las probabilidades de todas formas hubieran estado en su contra, pasara lo que pasara. El calor que le proporcionaba su tío no tenía comparación. Richard era la figura paterna –sin contar a Salem– que había tenido presente en su vida. Él siempre había velado por ella y nunca la había dejado sola, aunque le hubiese costado aceptar las atrocidades que su hermana melliza hubiera hecho a su sobrina.

Jamás se lo había preguntado, pero no pensó que aquel momento fuera el ideal. A lo mejor más adelante.—Gracias tío—respondió ella—Procura que Eva coma vegetales también—añadió porque estaba intentando que la pequeña comiera algo sano, sin embargo la idea de que Eva y Megara pasaran tiempo juntas era alentador. —O quizás el premio que viene con cada comida—recordó también, olvidando por unos segundos el dolor e ilusionada porque vería a Salem antes de tiempo. Pero el dolor punzante volvía a atacarla.

No respondió, pero dejó que su tío la atendiera hasta que el dolor se pasó. Finalmente cuando todo hubo terminado, la enfermera les avisó que la hora de las visitas había terminado. Con mucho pesar, se despidieron, pero le prometió que todo estaría bien. Le dedicó una sonrisa a su tío, una muy agradecida por su compañía y su apoyo y luego lo vio marcharse.