Shall we dance tonight? ~ Priv. Rhiannon +18

Una parte de él siempre lo había sabido y aunque era un secreto a voces, en el fondo se había convencido de que las cosas no eran así. Se había engañado una y otra vez, queriendo justificar el comportamiento de su amiga, buscando desesperadamente una respuesta que apaciguara el dolor de su pecho. Desgraciadamente, incluso para ser un ciego sin ganas de ver, había cosas que ya no sabía cómo seguir justificando. Él ya se había dado cuenta de que no importaba cuando quisiera apoyar a Cleopatra para que cambiase su forma de ser. «Una carreta no puede ser tirada en dos direcciones» había dicho un sabio alguna vez y Demetri por fin había entendido que el cambio de Celo tenía que venir de ella misma.

—Tal vez el que está mal soy yo —murmuró para sí mismo, deteniéndose unos instantes frente al escaparate de un lugar para observar su propio reflejo. Él adoraba a Cleopatra como era, con ese entusiasmo, esa energía y vida que desbordaba con cada acción que realizaba. Eso le encantaba de ella. Su carácter y su actitud ante la vida. Sin embargo, había otra parte de ella que estaba muy ligada a esa forma de ser. Una parte de Cleo que era muy parecida a la de Richard, por mucho que ella se negara a aceptarlo y es que si bien su amigo ahogaba las penas en alcohol, su amiga ahogaba las penas en sexo. O al menos desde su perspectiva así se veía el panorama. Eso o realmente Cleopatra disfrutaba estando con los chicos de esa forma tan efímera y casual, ya fuese Liam, Damian, Luke o algún otro hombre atractivo que cayera a sus pies.

No quería juzgarla, encasillarla, ni meter las narices donde nadie le había llamado, pero tenía que aceptar de una buena vez y por todas que dolía. Dolía demasiado ser el amigo estúpido que estaba esperando a por su oportunidad. Dolía haber abierto aquella puerta del despacho del subdirector de San Mungo y haber contemplado en primer plano lo que bien podía clasificarse como su peor pesadilla hecha realidad. Sabía mejor que nadie que Cleo llevaba tiempo enamorada de Rich, por lo que hasta cierto punto no le extrañaba que la morena quisiera entregarse a él. Lo que no le quedaba claro era si esa era la primera vez que lo hacían o si ya llevaban tiempo manteniendo una especie de relación libre y sin compromiso. Quizá no faltaba mucho tiempo para que terminaran juntos. O quizá aquella era simplemente la forma de ser de ambos y él era un tonto por creer que las personas buscaban lo mismo que él: amor con compromiso y estabilidad.

Sin darse cuenta de cómo o cuando, sus pies lo habían guiado hasta el bar al que había ido hacía ya unas semanas atrás. Se quedó parado en la entrada con las manos en los bolsillos. No quería terminar como Richard, siendo un alcohólico, pero ciertamente esa noche se le antojaba tanto como para olvidarse de su nombre y poco más. Desgraciadamente, el lugar parecía que o estaba cerrado o no tenía nada de clientela, pues el cadenero ni siquiera daba señales de vida.De todas formas y con cierta cautela, se aventuró a entrar al establecimiento. No había música y tan solo algunas chicas andaban por ahí y por allá, acomodando las mesas, por lo que apenas y le pusieron atención. Demetri caminó hacia la barra y con grata sorpresa se topó con la rubia que lo había atendido la vez anterior. —Hola —la saludó de forma sencilla, procurando no tomarla por sorpresa para no espantarla.

Estaba resignada a que jamás iba a saber si había algo más detrás de esa muralla en blanco que encontraba en su memoria cada que trataba de recordar algo. Por la mañana, al mirarse en el espejo descubrió una cicatriz que nunca antes había visto. No se la había hecho en el trabajo pues era bastante oscura para ser reciente. Tenía un pasado que jamás iba a saber y a juzgar por el anillo de casada que portaba, un marido al que jamás volvería a ver. ¿Seguiría vivo? ¿Tendrían hijos? Nuna lo sabría. Y tendría que resignarse a vivir la vida que llevaba.

Bloqueando los pensamientos deprimentes que de repente comenzaba a alojarse en su mente, la chica se cambió de ropa para irse a trabajar al bar. Era aún temprano pero solían empezar por las tardes a limpiar el lugar, a alistar los shows que se darían en la noche, a preparar los menús especiales de la casa y cosas parecidas. Algunas de las chicas se encargaban de limpiar las habitaciones que se usaban para la prostitución. Eran muy pocos los quienes que sabían que algunas bailarinas no solo bailaban por dinero si o que también tenían sexo por dinero. Rhiannon lo había considerado pero después desechó la idea.

Tras llegar al bar, su jefe le mando a limpiar la barra y a acomodar las botellas, cambiar las vacías por nuevas y preparar los menús de bebidas. Por suerte aquella noche no le tocaba bailar y es que ella no tenía ganas de hacerlo. Había descubierto que prefería atender la barra o estar de mesera a dejar que los hombres la miraran de forma lujuriosa y depositaran fuertes cantidades de dinero en la tanga de hilo fino. Se ató el cabello en una coleta alta mientras comenzaba a limpiar la barra con un trapo húmedo y el líquido especial. La madera de caoba de la barra era tan fina que si tenía un solo rayón, se los cobraban a ellos. Así que dedicó casi 20 minutos a dejarla reluciente de limpio.

No fue hasta que levantó la mirada que se topó con un rostro familiar. Tras ser saludada, Rhiannon reconoció al chico detrás de la barra, sonriendo con una ceja arqueada. —Vaya, vaya, mira lo que trajo el viento—murmuró la rubia, cruzándose de brazos con una sonrisa burlona—Y dime Demetri, ¿Qué te ofrezco de tomar? ¿Un ruso blanco?—preguntó, recordando la primera vez que se conocieron cuando le pidió dicha bebida. Por alguna extraña razón, le gustaba que estuviera ahí y no ocultó su felicidad por verlo.

La cándida voz de la chica le robó una sonrisa e incluso una pequeña risa se le escapó a causa de la burla. Bueno hubiera sido que el viento lo llevara ahí. Hubiese dado mucho por estar ahí de forma casual, pero los motivos que había detrás lo hacían sentir mal. Genuinamente se sentía mal, no solo a nivel emocional, sino que el estomago se le revolvió y la presión en su pecho lo oficiaba, más aún porque se había negado a llorar. Para ser objetivos, no tenía razones validas para llorar o enojarse. Sus amigos eran así. Los dos estaban bien y felices. Él era el tonto por haber pensando que las cosas eran diferentes. Lo había arruinado con Artemisa tiempo atrás. Luego de ello se había obsesionado con Cleo, y ahora solo cosechaba los frutos de su estupidez.

—El viento siempre es buen aliado —replicó y se acercó más, negando con la cabeza—. ¿Cómo estás, Rhi? ¿Ya están abiertos? —preguntó, echando una mirada fugaz alrededor, porque todo parecía tan desierto que le preocupaba un poco meter a la chica en problemas por el exceso de cordialidad. Al fin y al cabo, él era solo un cliente más. Pese al dinero, el estatus e incluso el circulo de amigos que tenían, Demetri se menospreciaba tanto jamás consideraba las cosas que podía conseguir por ser él, así como Richard que seguramente sería capaz de rentar todo el lugar con la excusa de una fiesta privada o Stark que dejaba caer de vez en cuando grandes sumas de dinero para no ser molestada tampoco por nimiedades. Sus amigos millonarios se imponían, respaldados por su dinero, poder y carácter, mientras que él agachaba la cabeza y cual hijo de vecina se dejaba incluso mangonear por otros.

Rhiannon le sonrió a Demetri. Era un chico realmente atractivo aunque él era más jóven que ella, tan solo por unos años. La presencia del chico le daba esperanzas pero no sabía porque. Al oírlo, la joven soltó una risita. —Me alegra que hayas venido, ¿sabes?—le dijo. A continuación, ladeó el rostro con dulzura para mirarlo. —Todo tranquilo, al menos—respondió amablemente—¿Y tú? ¿Cómo has estado?—le preguntó con curiosidad.

Algo en el estado de ánimo de Dem le indicó que no estaba en su mejor humor.—Aun es temprano—comentó ella—Pero ya estamos atendiendo, así que...—dejó el trapo debajo de la barra—¿Te ofrezco algo de tomar?—repitió su anterior pregunta, ya que él no la había respondido o quizás la había omitido. Persistía la sensación de que algo no estaba bien. Ella no pudo evitar sentirse identificada con aquella sensación de desolación.

—¿Quieres hablar de ello?—preguntó ella de repente—Se que estas triste por algo—susurró. Rhiannon tomó su mano delicadamente. No era una joven muy afectiva con los extraños pero el muchacho inspiraba confianza en ella. Le dedicó una sonrisa más compasiva—Anda, pide lo que quieras, yo invito. Hasta me puedes pedir un privado—insinuó ella de forma divertida y juguetona para animarlo un poco.

Dem le devolvió la sonrisa a Rhiannon y se quedó perdido en su bella sonrisa, sintiéndose ligeramente más animado con el simple hecho de verla sonreír. —Me alegra haber venido y que estuvieras aquí —replicó con amabilidad y se encogió de hombros—. Igual… todo tranquilo —mintió, pues dentro de él se revolvían las emociones en un caos. Podía pretender que todo estaba bien. Estaba acostumbrado a ello, pero en el fondo seguía doliendo. Cleo…

—¿Malibú con piña? —pidió no muy seguro. Por una parte, no quería tomar demasiado. No quería ser Richard y ahogarse en alcohol, suprimiendo la realidad en lugar de afrontarla, por muy cruel percepto que eso fuera para con su amigo. Por otro lado, no se sentía lo suficientemente, fuerte cómo para simular todo en unas horas y de momento solo quería olvidar.

El tacto de la mano de Rhi lo hice estremecerse, un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. —Eres demasiado perceptiva, desde la primera vez —murmuró, fijando su mirada en su mano y entrelazando sus dedos con los de ella, notando que llevaba puesto un anillo de casada. Aquello le pareció algo extraño, pero no dijo nada. Aunque las siguientes palabras lo tomaron por sorpresa. —¿Haces privados? —preguntó, más por sorpresa que por curiosidad. Aunque después de pensarlo por segunda vez, sus ojos lo traicionaron y recorrió el cuerpo de Rhi abajo, como si realmente estuviera considerando la posibilidad de verla en aquella situación—. Lo siento —se disculpó enseguida, al ser consiente de sus propios pensamientos y desvió la mirada, ligeramente sonrojado. ¿Qué diantres estaba pasando con él? Esa no era forma de comportarse. Se reprendió mentalmente.

A Rhi le parecía graciosa la forma de comportarse de Dem, inocente para alguien de su edad. El chico era sumamente atractivo y a Rhi se le hacía costumbre coquetear con sus clientes, aunque aquel chico despertaba en ella otro tipo de emociones. —Puedes venir cuando quieras, siempre estaré aquí—afirmó ella. —Y solo para ti—le guiñó un ojo de forma atrevida. Le dio un apretón a su mano para transmitirle confianza.

—Te lo prepararé y esta corre por parte de la casa, guapo—invitó ella, soltando suavemente su mano como no queriendo la cosa y finalmente se puso a trabajar en el pedido de forma habilidosa. —Creo que tengo poderes o algo así—bromeó ella con una sonrisa pintada en los labios, aunque no era del todo mentira. Rhi descubrió que podía hacer ciertas cosas, pero le daba miedo que los demás pensaran que estaba loca, así que nunca las hacía en público.

Cuando se giró a ofrecerle la bebida en una elegante copa, sonrió complacida por la mirada que él le dirigió. —Soy de la mejores bailarinas de aquí—explicó ella y negó con la cabeza. —Oye, tranquilo, puedes mirar, para eso uso los escotes—lo molestó un poco. —El privado será gratis y puedes tocar todo—habló ella, volvió a tomar la mano de Demetri, la misma con la que se habían tocado y la llevó a uno de sus senos. —Aprietalo—le dijo—Sí te gusta la sensación, te hago el privado—se mordió el labio inferior. —Y quien sabe, hasta te animas y follamos—le guiñó un ojo. Quería ver su reacción y su respuesta, le pareció divertido tentar a su suerte con la ternura de él.

—¿Siempre? —preguntó algo escéptico, pero siguió sonriendo y luego se le escapó una risa tonta por el coqueteo tan obvio. Aunque no tanto por el coqueteo en sí, sino porque se sintió tonto. Por un momento, un breve instante, había pensado que quizá y solo quizá esa chica linda quería algo con él, pero ese guiño y el apretón en su mano… Quizá era inexperto teniendo relaciones, pero no tenía que ser demasiado genio para darse cuenta de que eso era simplemente parte o costumbre de su trabajo en ese bar. El gancho de sentirse atraído por una trabajadora era una estrategia básica para un bar como aquel, cuya clientela masculina era capaz de dejar la quincena entera por sentir el ego algo inflado.

Siguió sonriendo, pero una parte de él se sintió algo decepcionada al hacer aquel razonamiento. —Gracias… ¿bonita? —se aventuró a alagarla, aunque por dentro se sintió extraño. A veces era una maldición ser tan consiente de sí mismo, tan analítico y racional. —¿Poderes, cómo? —curioseó ante ese extraño comentario—. ¿Vuelas por las noches en escoba? —bromeó un poco, queriendo distraerse a sí mismo de sus pensamientos.

—No sabía que bailabas, pensé que solo atendías la barra —comentó, pese a que en realidad no sabía nada de ella. Sin embargo, sintió una punzada en la entrepierna al imaginar a la rubia moviendo erótica y provocadoramente su cuerpo. Volvió a reírse con nerviosismo y negó. Ya no sabía si tomarse más bien el coqueteo a broma con aquel comentario. —Tienes un cuerpo hermoso, estás en todo tu derecho de mostrarlo —le dijo con tranquilidad y no se opuso a que guiara su mano hacia su seno, aunque no lo apretó, sino que dejó su mano ahí por unos instantes y la miró entre sorprendido y algo ¿excitado? ¿En qué clase de película porno se había colado?

El primer instinto de Dem fue voltear hacia los lados, incluso buscando las cámaras de seguridad por si de repente llegaba el dueño del lugar y le partía la cara por andar tocando a su trabajadora. Sin embargo, el lugar seguía tranquilo y parecía que solo estaban ellos dos ahí. —¿Lo dices en serio? —preguntó con ingenuidad y deslizó su mano suavemente hacia su cuello—. Eres preciosa, Rhiannon —le acarició la curva hacia su mentó y tomó su rostro—. Me siento increíblemente alagado, pero no tienes que hacer nada que no quieras —aclaró, más que nada porque no sabía si él quería hacer esas cosas sólo por hacerlas. Sonaría estúpido de su parte y quizá lo era, porque de forma irracional se había sentido encariñado con la rubia y ahora sentía que no era correspondido, que solo jugueteaba para engancharlo. —Aunque no follemos, prometo ser tu mejor cliente, sólo por la sonrisa tan linda que tienes —añadió con tono jovial, queriendo quitarle algo de seriedad al asunto y se empinó sobre la barra para robarle un pequeño beso. Luego tomó de su bebida y mantuvo la mirada gacha, algo avergonzado de sí mismo. «Eres un idiota a otro nivel» se reprendió a sí mismo.