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[AU] Blurred Lines || Cleo Zabini + 18
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[AU] Blurred Lines || Cleo Zabini + 18
Tried to domesticate you, But you're an animal.
Baby, it's in your nature, Just let me liberate you
Baby, it's in your nature, Just let me liberate you
Genevieve Zabini
AU - UN SÁBADO POR LA NOCHE | San Mungo |
Recibió el ligero golpe en su hombro y sonrío sin muchas ganas, no porque le disgustara la situación, sino porque en el fondo sabía que realmente se merecía unos golpes que le acomodaran propiamente las ideas. —Lo sé —asintió—. Creo que deberían de agarrarme como Hulk a Loki en la primera entrega de los Vengadores —comentó, haciendo referencia a otra película de Marvel que habían visto y que a los cuatro les gustaba mucho, tanto así que sus sobrenombres venían de esa franquicia: Los cuatro fantásticos. Aunque claro, no era el único gusto que compartían como amigos—. Claro que no, no me quiero morir —se apresuró a responder, frunciendo ligeramente el ceño, pues sabía que sus acciones decían lo contrario, pero era la verdad. En el fondo, muy en el fondo, le temía a la muerte. Por mucho que a veces la vida le diera igual y quisiera cerrar los ojos para ya no abrirlos, una parte de él era como un niño pequeño que lo único que quería era llamar la atención para que alguien lo sacara de su miseria. Richard no quería hundirse, quería ser salvado, solo que todavía no sabía qué tipo de ayuda necesitaba.
La cercanía de Cleo lo tranquilizó y como si de su almohada se tratarse, la envolvió con ambos brazos, acurrucándose contra ella y apoyando su rostro contra sus pechos. El calorcito que le transmitía el cuerpo de su amiga lo reconfortó y vagamente, durante unos segundos, se sintió un niño de nuevo. “Mamí" pensó y recordó como su progenitora lo reconfortaba cuando era pequeño y los niños mayores o adultos lo agredían, tanto física como verbalmente. Era increíble como un abrazo podía producir tantas emociones positivas en una persona, por muchas cosas malas que hubiesen pasado. Lamentablemente, pese a estar rodeado de personas, él mismo se había privado de aquel confort al alejarse de sus verdaderos amigos y querer comprar la compañía de personas que solo lo veían como una fuente de dinero y costosos objetos gratis.
—¿Una tontería? —preguntó sin entender muy bien, saliendo de sus pensamientos y mirando a Cleo con algo de confusión—. Es que en verdad no quiero que te vayas, te necesito —se excusó ante la amenaza, acortando la distancia entre sus rostro, apoyando la su frente contra la de ella y rozando la punta de sus narices en lo que se denominaba “beso esquimal.” —Pégame, pero no me dejes —bromeó con tono divertido, demostrando que ya se sentía mucho mejor, al menos lo suficiente para que su usual personalidad saliera a flote. Aun así, seguía apagado y melancólico al estar recordando ese pasado que durante años se había esforzado por simplemente enterrar. Todos los recuerdos se habían quedado con su madre, en aquella pequeña tumba en Irlanda, a la que hacía mucho tiempo no iba a visitar, pues estaba más ocupado bebiendo y perdiendo el conocimiento.
Negó con la cabeza y se encogió de hombros. —Gracias —murmuró y le besó la comisura de sus labios—. Ustedes son las personas más maravillosas con las que me he topado en la vida y me siento muy afortunado de que sean mis amigos, aunque no se los diga y aunque últimamente no lo he demostrado. Sé que siempre han estado ahí para mí —confesó—. Sin ir demasiado lejos, tú estás aquí, salvándome la vida por enésima vez y cuidándome, pese a que me merezco que me rompas la cara por idiota —añadió, acortando más la distancia entre ellos, pegando sus cuerpos tanto como le era físicamente posible, sin llegarla a lastimar. Gene podía ser una
licantropa y tener más fuerza que él, pero así de buenas a primera, era físicamente más pequeña y su cuerpecito se sentía delicado bajo el suyo, pues era consiente de lo pesado y musculoso que estaba.
—Lo sé. Tú, Artemisa e incluso Dem que también nació en cuna de oro, son por mucho mejores personas que yo —contestó, cruzando miradas con ella y suavizando su expresión al notar ese veneno que surgía en su amiga cada que hablaba de su padre—. Tú eres maravillosa, Genevieve, sin importar lo que piense la bola de puristas locos con los que convives —dijo con mucha seguridad, volviendo a darle un beso muy cerca de la boca, rozando sus labios, para luego ocultar su rostro contra el cuello de ella y depositar más besos suaves en esa zona. Aspiró su aroma. Gene olía delicioso. No podía negarlo, se estaba engatusando él solo y aprovechando la situación.
Una pequeña risa se le escapó por el alago a su acento extranjero. —¿Te parezco sexy? —bromeó, sin moverse de su posición, pues le fue inevitable no comenzar a pensar en su tierra natal. Aunque seguía estando dentro del Reino Unido, Irlanda era por mucho diferente a Inglaterra en cuanto a costumbres, paisajes y demás. Además, el pequeño pueblo en el que él había crecido, estaba alejado de toda sociedad popular que los londinenses pudieran imaginar—. Sé que no tiene sentido darle tanta importancia a lo material, pero… desde muy pequeño creí que eso me haría feliz, que tener dinero resolvería todos mis problemas —siguió con la conversación, notando como los ojos se le humedecían sin querer con forme más recuerdos venían a su mente—. Siempre quise decirle a mi madre que ya no tenía que dejar que la humillaran por unas míseras monedas, que no tenía que fingir que no tenía hambre para que yo comiera… —sintió como la voz se le comenzaba a quebrar—. Ni siquiera le pude entregar su vestido… su vestido —murmuró, temblando y dejando que las lágrimas rodaran por su rostro al recordar cómo había utilizado su primer sueldo para comprarle aquel vestido a su madre, tan solo para volver a casa y enterarse que estaba muerta.
Tenía quince años en aquel entonces y tras la tragedia, había hecho algo de lo que nunca se había arrepentido: Asesinar al viejo dueño de aquella cantina, Don Emmet. Diecinueve puñaladas le había dado, una por cada año que su madre había trabajado en aquel lugar, aguantando los abusos, mucho antes de que él naciera. —Dime, Cleo. ¿De qué me sirve tener tanto si no la tengo a ella? —preguntó, dejando salir por fin todo ese dolor que se había estado tragando por años y sacando a flote una de las tantas razones por las cuales se sentía tan infeliz. Su más grande pena: la culpa por su madre. La mujer que lo había dado todo por él y a quien no había podido salvar, ni darle una vida mejor, ni nada.
Las lagrimas comenzaron a rodar de nuevo y se aferró a Gene como si la vida se le fuera en ello, hundiendo su rostro contra el pecho de su amiga, ahogando los sollozos como un niño pequeño. Richard en el fondo sabía que sin importar lo que hiciera no podía traer a su madre de vuelta. Que aunque aquello fuera lo ideal para darle un sentido a su vida, no iba a ocurrir. Así que si examinaba muy en el fondo de su ser, lo que él necesitaba era una familia, personas que lo necesitaran, a quienes pudiera amar y cuidar, a quienes pudiera hacer felices y darles todo lo que le hubiese gustado darle a su madre y lo que él mismo no recibió en su infancia. —No me dejes —pidió con voz algo quebrada, notando que ya le había humedecido el escote de la bata a Cleo por sus lagrimas y un poco de mucosa—. Lo siento —se apartó un poco, apenado.
La cercanía de Cleo lo tranquilizó y como si de su almohada se tratarse, la envolvió con ambos brazos, acurrucándose contra ella y apoyando su rostro contra sus pechos. El calorcito que le transmitía el cuerpo de su amiga lo reconfortó y vagamente, durante unos segundos, se sintió un niño de nuevo. “Mamí" pensó y recordó como su progenitora lo reconfortaba cuando era pequeño y los niños mayores o adultos lo agredían, tanto física como verbalmente. Era increíble como un abrazo podía producir tantas emociones positivas en una persona, por muchas cosas malas que hubiesen pasado. Lamentablemente, pese a estar rodeado de personas, él mismo se había privado de aquel confort al alejarse de sus verdaderos amigos y querer comprar la compañía de personas que solo lo veían como una fuente de dinero y costosos objetos gratis.
—¿Una tontería? —preguntó sin entender muy bien, saliendo de sus pensamientos y mirando a Cleo con algo de confusión—. Es que en verdad no quiero que te vayas, te necesito —se excusó ante la amenaza, acortando la distancia entre sus rostro, apoyando la su frente contra la de ella y rozando la punta de sus narices en lo que se denominaba “beso esquimal.” —Pégame, pero no me dejes —bromeó con tono divertido, demostrando que ya se sentía mucho mejor, al menos lo suficiente para que su usual personalidad saliera a flote. Aun así, seguía apagado y melancólico al estar recordando ese pasado que durante años se había esforzado por simplemente enterrar. Todos los recuerdos se habían quedado con su madre, en aquella pequeña tumba en Irlanda, a la que hacía mucho tiempo no iba a visitar, pues estaba más ocupado bebiendo y perdiendo el conocimiento.
Negó con la cabeza y se encogió de hombros. —Gracias —murmuró y le besó la comisura de sus labios—. Ustedes son las personas más maravillosas con las que me he topado en la vida y me siento muy afortunado de que sean mis amigos, aunque no se los diga y aunque últimamente no lo he demostrado. Sé que siempre han estado ahí para mí —confesó—. Sin ir demasiado lejos, tú estás aquí, salvándome la vida por enésima vez y cuidándome, pese a que me merezco que me rompas la cara por idiota —añadió, acortando más la distancia entre ellos, pegando sus cuerpos tanto como le era físicamente posible, sin llegarla a lastimar. Gene podía ser una
licantropa y tener más fuerza que él, pero así de buenas a primera, era físicamente más pequeña y su cuerpecito se sentía delicado bajo el suyo, pues era consiente de lo pesado y musculoso que estaba.
—Lo sé. Tú, Artemisa e incluso Dem que también nació en cuna de oro, son por mucho mejores personas que yo —contestó, cruzando miradas con ella y suavizando su expresión al notar ese veneno que surgía en su amiga cada que hablaba de su padre—. Tú eres maravillosa, Genevieve, sin importar lo que piense la bola de puristas locos con los que convives —dijo con mucha seguridad, volviendo a darle un beso muy cerca de la boca, rozando sus labios, para luego ocultar su rostro contra el cuello de ella y depositar más besos suaves en esa zona. Aspiró su aroma. Gene olía delicioso. No podía negarlo, se estaba engatusando él solo y aprovechando la situación.
Una pequeña risa se le escapó por el alago a su acento extranjero. —¿Te parezco sexy? —bromeó, sin moverse de su posición, pues le fue inevitable no comenzar a pensar en su tierra natal. Aunque seguía estando dentro del Reino Unido, Irlanda era por mucho diferente a Inglaterra en cuanto a costumbres, paisajes y demás. Además, el pequeño pueblo en el que él había crecido, estaba alejado de toda sociedad popular que los londinenses pudieran imaginar—. Sé que no tiene sentido darle tanta importancia a lo material, pero… desde muy pequeño creí que eso me haría feliz, que tener dinero resolvería todos mis problemas —siguió con la conversación, notando como los ojos se le humedecían sin querer con forme más recuerdos venían a su mente—. Siempre quise decirle a mi madre que ya no tenía que dejar que la humillaran por unas míseras monedas, que no tenía que fingir que no tenía hambre para que yo comiera… —sintió como la voz se le comenzaba a quebrar—. Ni siquiera le pude entregar su vestido… su vestido —murmuró, temblando y dejando que las lágrimas rodaran por su rostro al recordar cómo había utilizado su primer sueldo para comprarle aquel vestido a su madre, tan solo para volver a casa y enterarse que estaba muerta.
Tenía quince años en aquel entonces y tras la tragedia, había hecho algo de lo que nunca se había arrepentido: Asesinar al viejo dueño de aquella cantina, Don Emmet. Diecinueve puñaladas le había dado, una por cada año que su madre había trabajado en aquel lugar, aguantando los abusos, mucho antes de que él naciera. —Dime, Cleo. ¿De qué me sirve tener tanto si no la tengo a ella? —preguntó, dejando salir por fin todo ese dolor que se había estado tragando por años y sacando a flote una de las tantas razones por las cuales se sentía tan infeliz. Su más grande pena: la culpa por su madre. La mujer que lo había dado todo por él y a quien no había podido salvar, ni darle una vida mejor, ni nada.
Las lagrimas comenzaron a rodar de nuevo y se aferró a Gene como si la vida se le fuera en ello, hundiendo su rostro contra el pecho de su amiga, ahogando los sollozos como un niño pequeño. Richard en el fondo sabía que sin importar lo que hiciera no podía traer a su madre de vuelta. Que aunque aquello fuera lo ideal para darle un sentido a su vida, no iba a ocurrir. Así que si examinaba muy en el fondo de su ser, lo que él necesitaba era una familia, personas que lo necesitaran, a quienes pudiera amar y cuidar, a quienes pudiera hacer felices y darles todo lo que le hubiese gustado darle a su madre y lo que él mismo no recibió en su infancia. —No me dejes —pidió con voz algo quebrada, notando que ya le había humedecido el escote de la bata a Cleo por sus lagrimas y un poco de mucosa—. Lo siento —se apartó un poco, apenado.
Re: [AU] Blurred Lines || Cleo Zabini + 18
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Genevieve Zabini
AU - UN SÁBADO POR LA NOCHE | San Mungo |
Emitió un suspiro. En momentos como ese tenía ligeras explosiones agresivas con su humor y su actitud, así que debía serenarse, tomándose las cosas como filosofía de vida, tratar de relajarse un poco aunque Richard de vez en cuando la sacara de sus casillas. Él tenía esa capacidad de hacerla enojar pero también de tranquilizarla y hacer que todo su mundo se pudiera de cabeza, sobre todo sus estúpidas emociones que se intensificaban con su licantropía. Arqueó una ceja, dándole la razón—O como cuando la Antorcha Humana se agarró a trancazos a Doctor Doom—dijo otra referencia, para ver si con eso entendía que lo que hacía estaba mal. Tenía que hacer varios esfuerzos para que Richard entrara en razón. Si tan solo pudiera darle lo que necesitaba, él sería otro, mucho mejor de lo que era ahora.
—Tienes una depresión muy fuerte, Richard. Eso es lo que me dice su comportamiento. Si te quieres morir, no nos hagas sufrir y lánzate un avada kedavra de una vez—le dio con dureza, solo para que entrara en razón, aunque sabía perfectamente que no estaba bien inducir al suicidio a alguien. Bufó, molesta—Lo que quiero decir, es que no te gustaría que yo de verdad te dijera eso—se corrigió como si lo anterior hubiera sido una broma, era una broma, ¿Verdad? —Es que es increíble que no te quieras morir con todo eso que te metes en el cuerpo—negó con la cabeza, tratando de calmarse una vez más. La preocupación por él le ponía así, a la defensiva y luego se mostraba pasiva.
Él la estaba usando de almohada y el hecho que enterrara su rostro entre sus pechos no le ayudaba, de hecho… le excitaba. Y se removió ligeramente aunque el movimiento no ayudó demasiado, se sentía como un estímulo. Evitó gemir y trató de concentrarse en la conversación. Lo estrujó ligeramente aunque el deseo sexual estaba ganando. Le gustaba Rich… quizás demasiado , desde que habían comenzado a trabajar juntos, deseaba ser su novia, la chica que ocupara su lado en la cama de él. —Olvidalo—pidió. Ni siquiera ella entendía ya a estas alturas. —Eres un pesado—se quejó tras aquel beso esquimal.—¿Cómo te sientes?—quiso saber.
Richard no debió hacerlo. El beso en los labios la hizo suspirar demasiado y anhela más de su contacto. —Siempre que queremos hablar contigo nos evade—le recordó con tranquilidad—Pero aun así te queremos, ¿lo sabes, verdad?—preguntó, acariciando su cabello y estrujándolo entre sus brazos con suavidad. —Oh Richard, nacer en cuna de oro no es un factor que afecte. Hemos tenido vidas difíciles, los tres y mira, tenemos dinero. Se que no se compara con tu situación… pero siempre vamos a apoyarte—se suavizó aún más por la cercanía. Los roces la estaban calentando más de la cuenta y aquel no era un momento para excitarse y entonces… ¿Por que se sentía tan húmeda? ¿Por qué quería agarrarlo a besos y violarlo ahí mismo? Intentó controlar sus instintos animales.
—Gracias—susurró sin decir más. Los besos la distraían y le impedían pensar con claridad. Si seguía así, Gen no iba a poder contenerse demasiado. —Richard...—gimió sin querer al recibir atenciones en su cuello, los besos probablemente eran inocentes pero para la sensibilidad de Genevieve no. —Demasiado sexy—confesó ella, ya no pensaba en lo que decía. Richard hablaba de su infancia y estaba casi por llorar, pero la loba estaba demasiado excitada como para notarlo.—Lo siento tanto, Rich—logró decir cuando intentó concentrarse en sus palabras—Pero tu madre debe estar orgullosa y si no… haz que se sienta. Ella no murió en vano, querido. Te protegió y tú tienes que demostrarle que eres fuerte y que valió la pena todo su esfuerzo—alcanzó a decir antes de que el livido subiera de nuevo. —Me tienes a mi...—murmuró en su oído. Lo dejó llorar y lo abrazó, pero Cleo ya no podía. —Yo soy la que lo siente, Richard, perdón—lo apartó de ella, lo contempló unos instantes antes de plantarle el beso que necesitaba. Sus labios estaban salados por las lágrimas y tenían un toque a alcohol, pero no hizo más que aumentar sus ganas de sexo.
Se apartó de él. —Se que te hará feliz—comentó en tono confidencial. Lo tumbó en la cama y se montó encima de él. Comenzó a frotarse contra él, primero con suavidad. —Ni se te ocurra pedirme que pare, Von Buren. Te voy a violar—le advirtió. Una vez más, estampó su boca con sus labios. No iba a dejarlo escapar. Le tomó de la manos y se las pasó por arriba de la cabeza, presionandolas con una sola mano y usando su fuerza licántropa. Estaba ansiosa. Siguió besándolo, comiendo su boca, frotándose contra él—Richard, arg, te amo demasiado—se le escapó.
—Tienes una depresión muy fuerte, Richard. Eso es lo que me dice su comportamiento. Si te quieres morir, no nos hagas sufrir y lánzate un avada kedavra de una vez—le dio con dureza, solo para que entrara en razón, aunque sabía perfectamente que no estaba bien inducir al suicidio a alguien. Bufó, molesta—Lo que quiero decir, es que no te gustaría que yo de verdad te dijera eso—se corrigió como si lo anterior hubiera sido una broma, era una broma, ¿Verdad? —Es que es increíble que no te quieras morir con todo eso que te metes en el cuerpo—negó con la cabeza, tratando de calmarse una vez más. La preocupación por él le ponía así, a la defensiva y luego se mostraba pasiva.
Él la estaba usando de almohada y el hecho que enterrara su rostro entre sus pechos no le ayudaba, de hecho… le excitaba. Y se removió ligeramente aunque el movimiento no ayudó demasiado, se sentía como un estímulo. Evitó gemir y trató de concentrarse en la conversación. Lo estrujó ligeramente aunque el deseo sexual estaba ganando. Le gustaba Rich… quizás demasiado , desde que habían comenzado a trabajar juntos, deseaba ser su novia, la chica que ocupara su lado en la cama de él. —Olvidalo—pidió. Ni siquiera ella entendía ya a estas alturas. —Eres un pesado—se quejó tras aquel beso esquimal.—¿Cómo te sientes?—quiso saber.
Richard no debió hacerlo. El beso en los labios la hizo suspirar demasiado y anhela más de su contacto. —Siempre que queremos hablar contigo nos evade—le recordó con tranquilidad—Pero aun así te queremos, ¿lo sabes, verdad?—preguntó, acariciando su cabello y estrujándolo entre sus brazos con suavidad. —Oh Richard, nacer en cuna de oro no es un factor que afecte. Hemos tenido vidas difíciles, los tres y mira, tenemos dinero. Se que no se compara con tu situación… pero siempre vamos a apoyarte—se suavizó aún más por la cercanía. Los roces la estaban calentando más de la cuenta y aquel no era un momento para excitarse y entonces… ¿Por que se sentía tan húmeda? ¿Por qué quería agarrarlo a besos y violarlo ahí mismo? Intentó controlar sus instintos animales.
—Gracias—susurró sin decir más. Los besos la distraían y le impedían pensar con claridad. Si seguía así, Gen no iba a poder contenerse demasiado. —Richard...—gimió sin querer al recibir atenciones en su cuello, los besos probablemente eran inocentes pero para la sensibilidad de Genevieve no. —Demasiado sexy—confesó ella, ya no pensaba en lo que decía. Richard hablaba de su infancia y estaba casi por llorar, pero la loba estaba demasiado excitada como para notarlo.—Lo siento tanto, Rich—logró decir cuando intentó concentrarse en sus palabras—Pero tu madre debe estar orgullosa y si no… haz que se sienta. Ella no murió en vano, querido. Te protegió y tú tienes que demostrarle que eres fuerte y que valió la pena todo su esfuerzo—alcanzó a decir antes de que el livido subiera de nuevo. —Me tienes a mi...—murmuró en su oído. Lo dejó llorar y lo abrazó, pero Cleo ya no podía. —Yo soy la que lo siente, Richard, perdón—lo apartó de ella, lo contempló unos instantes antes de plantarle el beso que necesitaba. Sus labios estaban salados por las lágrimas y tenían un toque a alcohol, pero no hizo más que aumentar sus ganas de sexo.
Se apartó de él. —Se que te hará feliz—comentó en tono confidencial. Lo tumbó en la cama y se montó encima de él. Comenzó a frotarse contra él, primero con suavidad. —Ni se te ocurra pedirme que pare, Von Buren. Te voy a violar—le advirtió. Una vez más, estampó su boca con sus labios. No iba a dejarlo escapar. Le tomó de la manos y se las pasó por arriba de la cabeza, presionandolas con una sola mano y usando su fuerza licántropa. Estaba ansiosa. Siguió besándolo, comiendo su boca, frotándose contra él—Richard, arg, te amo demasiado—se le escapó.
Re: [AU] Blurred Lines || Cleo Zabini + 18
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Baby, it's in your nature, Just let me liberate you
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Genevieve Zabini
AU - UN SÁBADO POR LA NOCHE | San Mungo |
Una risa se le escapó por la referencia que hacía, pero le gustaba. Le gustaba mucho que fueran así, pese a que también sabía que la desesperaba y más que risa se le antojaba darle un golpe, Cleo era demasiado buena con él. ¿Quién más le aguantaría tanto y seguiría salvando su vida? Las palabras de Cleo lo hicieron sonreír por un breve instante. A veces creía que solo ella podía entenderlo y solo ella podía ayudarlo. Claro que para empezar él tenía que dejarse ayudar. Desde hacía mucho tiempo que sus amigos intentaban ayudarle. Querían hacerlo entrar en razón, pero él se negaba. Parte de su depresión era la negación, el creer que se merecía la presunta desgracia en la que él mismo se hundía.
—No… no me quiero morir —admitió al cabo de unos segundos, cerrando los ojos para controlar sus repentinas lágrimas. Sí estaba triste, por muchas cosas en general, y sí le había perdido sentido a estar vivo, pero en el fondo no quería morirse—. ¿Sabes qué quisiera escuchar? —preguntó más para sí mismo que para su compañera—. Quisiera escuchar que todo estará bien, que hay alguien que me ama y me necesita de verdad y que vale la pena vivir por ese alguien —confesó finalmente—. Quisiera tener familia, Cleo… que los Dolohov dejaran de rechazarme, ser importante para alguien —añadió en un murmullo—. Mi madre era todo lo que me quedaba y la perdí. Creí que su familia me daría una oportunidad, pero me equivoqué… —meditó en voz alta—. ¿Por qué es tan difícil encontrar cariño en esta vida? —cuestionó, removiéndose más contra ella, buscando su calor, su afecto.
El pecho de Cleo no era exuberante como el de Barbie o las otras chicas con las que pasaba el rato, pero sí era cálido y reconfortante. Se sentía como un niño pequeño entre sus brazos. —Lo sé, también soy borde y no entiendo por qué me aguantas —murmuró, correspondiendo el beso esquimal de forma casi mimosa. La naricita de Cleo estaba algo fría, pero podía sentir su aliento tibio. —Me siento mejor, gracias a ti —respondió y luego la observó con media sonrisa. Acababa de besarla en los labios. No se había podido resistir. La situación tan íntima en la que se encontraban. No recordaba si alguna vez se habían hallado así, tan cerca y a solas.
Cerró los ojos por la caricia en su cabello y suspiró. El estímulo se sentía bien y relajante dada su condición. —Yo también los quiero —corroboró y asintió suavemente, frotándose casi de manera inconsciente contra su cuerpo. De repente era como un animalito restregándose contra su dueño por los mimos que recibía. Además, Cleo estaba despidiendo un aroma demasiado llamativo. No sabía si era cosa suya o cosa de licántropos, pero con todo y la situación, de repente se sentía algo excitado. La parte que todavía guardaba algo de sentido común en su cabeza le decía que eso estaba mal, pero no lo podía evitar.
—Lo digo en serio, Gene… —insistió, dando más besos en su cuello, subiendo hacia su oreja, luego recorrió su mentón hasta su boca—. Eres maravillosa y mucho más sexy que yo —le sonrió un poco, notando un nudo en el estómago por la contradicción de sentimientos que lo golpeaban en ese momento. Por un lado, la nostalgia del pasado lo pinchaba cual agujas en el pecho, pero la presencia de Cleo le producía un placentero cosquilleo en su parte inferior—. No sé qué haría sin ti —admitió mientras se dejaba consolar, para luego recibir el beso en la boca que lo tomó por sorpresa.
Abrió los ojos como plato en una primera instancia, mas luego los cerró y correspondió con la misma pasión con la que le besaba ella. —¿Qué me hará feliz? —preguntó, aunque por la forma en la que se estaban dando las cosas, tenía una buena idea de lo que iba a ofrecerle la lobita. No opuso resistencia alguna a lo que le hizo, es más, cooperó mansamente, moviendo la pelvis para intensificar el frote y abriendo la boca para besarla al estilo francés, enredando su lengua con la de ella. Lo único que lo hizo fruncir el ceño fue que le inmovilizara las manos. —No es violación si quiero que lo hagas —habló finalmente y cuando escuchó su segunda declaración, se le quedó mirando con seriedad—. ¿Lo dices en serio, Cleopatra? —exigió saber.
Cleo podía ser fuerte como licántropa, pero en esos momentos no estaba usando su fuerza al máximo, por lo que se valió un poco de su propia fuerza de hombre y complexión musculosa para soltarse del agarre, tomarla en brazos, girar sobre la camilla y quedar él encima de ella otra vez. Sintió una punzada en la cabeza por la brusquedad de su propio movimiento, pero aunque hizo mueca de dolor, no se inmutó. Tomó el rostro de Cleo con ambas manos y se inclinó sobre ella, apoyando su frente contra la suya, mirándole directamente a los ojos. —Repite lo que acabas de decir y te haré el amor como nunca te lo han hecho en la vida, Genevieve Cleopatra Zabini Parkinson —exigió, usando todo su nombre y aprovechando la posición en la que la había dejado -con las piernas abiertas y él en medio de ellas- para darle una embestida superficial, chocando su abultada entrepierna contra la intimidad de la lobita.
—No… no me quiero morir —admitió al cabo de unos segundos, cerrando los ojos para controlar sus repentinas lágrimas. Sí estaba triste, por muchas cosas en general, y sí le había perdido sentido a estar vivo, pero en el fondo no quería morirse—. ¿Sabes qué quisiera escuchar? —preguntó más para sí mismo que para su compañera—. Quisiera escuchar que todo estará bien, que hay alguien que me ama y me necesita de verdad y que vale la pena vivir por ese alguien —confesó finalmente—. Quisiera tener familia, Cleo… que los Dolohov dejaran de rechazarme, ser importante para alguien —añadió en un murmullo—. Mi madre era todo lo que me quedaba y la perdí. Creí que su familia me daría una oportunidad, pero me equivoqué… —meditó en voz alta—. ¿Por qué es tan difícil encontrar cariño en esta vida? —cuestionó, removiéndose más contra ella, buscando su calor, su afecto.
El pecho de Cleo no era exuberante como el de Barbie o las otras chicas con las que pasaba el rato, pero sí era cálido y reconfortante. Se sentía como un niño pequeño entre sus brazos. —Lo sé, también soy borde y no entiendo por qué me aguantas —murmuró, correspondiendo el beso esquimal de forma casi mimosa. La naricita de Cleo estaba algo fría, pero podía sentir su aliento tibio. —Me siento mejor, gracias a ti —respondió y luego la observó con media sonrisa. Acababa de besarla en los labios. No se había podido resistir. La situación tan íntima en la que se encontraban. No recordaba si alguna vez se habían hallado así, tan cerca y a solas.
Cerró los ojos por la caricia en su cabello y suspiró. El estímulo se sentía bien y relajante dada su condición. —Yo también los quiero —corroboró y asintió suavemente, frotándose casi de manera inconsciente contra su cuerpo. De repente era como un animalito restregándose contra su dueño por los mimos que recibía. Además, Cleo estaba despidiendo un aroma demasiado llamativo. No sabía si era cosa suya o cosa de licántropos, pero con todo y la situación, de repente se sentía algo excitado. La parte que todavía guardaba algo de sentido común en su cabeza le decía que eso estaba mal, pero no lo podía evitar.
—Lo digo en serio, Gene… —insistió, dando más besos en su cuello, subiendo hacia su oreja, luego recorrió su mentón hasta su boca—. Eres maravillosa y mucho más sexy que yo —le sonrió un poco, notando un nudo en el estómago por la contradicción de sentimientos que lo golpeaban en ese momento. Por un lado, la nostalgia del pasado lo pinchaba cual agujas en el pecho, pero la presencia de Cleo le producía un placentero cosquilleo en su parte inferior—. No sé qué haría sin ti —admitió mientras se dejaba consolar, para luego recibir el beso en la boca que lo tomó por sorpresa.
Abrió los ojos como plato en una primera instancia, mas luego los cerró y correspondió con la misma pasión con la que le besaba ella. —¿Qué me hará feliz? —preguntó, aunque por la forma en la que se estaban dando las cosas, tenía una buena idea de lo que iba a ofrecerle la lobita. No opuso resistencia alguna a lo que le hizo, es más, cooperó mansamente, moviendo la pelvis para intensificar el frote y abriendo la boca para besarla al estilo francés, enredando su lengua con la de ella. Lo único que lo hizo fruncir el ceño fue que le inmovilizara las manos. —No es violación si quiero que lo hagas —habló finalmente y cuando escuchó su segunda declaración, se le quedó mirando con seriedad—. ¿Lo dices en serio, Cleopatra? —exigió saber.
Cleo podía ser fuerte como licántropa, pero en esos momentos no estaba usando su fuerza al máximo, por lo que se valió un poco de su propia fuerza de hombre y complexión musculosa para soltarse del agarre, tomarla en brazos, girar sobre la camilla y quedar él encima de ella otra vez. Sintió una punzada en la cabeza por la brusquedad de su propio movimiento, pero aunque hizo mueca de dolor, no se inmutó. Tomó el rostro de Cleo con ambas manos y se inclinó sobre ella, apoyando su frente contra la suya, mirándole directamente a los ojos. —Repite lo que acabas de decir y te haré el amor como nunca te lo han hecho en la vida, Genevieve Cleopatra Zabini Parkinson —exigió, usando todo su nombre y aprovechando la posición en la que la había dejado -con las piernas abiertas y él en medio de ellas- para darle una embestida superficial, chocando su abultada entrepierna contra la intimidad de la lobita.
Re: [AU] Blurred Lines || Cleo Zabini + 18
Tried to domesticate you, But you're an animal.
Baby, it's in your nature, Just let me liberate you
Baby, it's in your nature, Just let me liberate you
Genevieve Zabini
AU - UN SÁBADO POR LA NOCHE | San Mungo |
—No vas a morir mientras yo esté viva, ¿entiendes?—le advirtió. No iba a permitir que nada malo le pasara a su mejor amigo. Continuó con los mimos, era algo poco usual en ella. —Eres muy importante para mí, Richard. Eres un chico maravilloso. Yo te voy a ayudar a que dejes el alcohol, pero necesito que tu pongas un poco de tu parte y hagas un esfuerzo—pidió. Ya no quería verlo mal y tampoco quería que se fuera a poner grave por ingerir cantidades obscenas de alcohol. —Yo te necesito y no sabes todo lo que haría por ti, para verte feliz—confesó.
Ya no podía callarlo. No en aquel momento tan íntimo que habían formado. —Lo sé. Conozco a Richard Dolohov. Es testarudo. Pero verás que es cuestión de tiempo para que termine aceptándote. Eres su sobrino, eres el hijo de su melliza y pronto, la sangre llamará a la sangre—explicó. —Yo abogaré a tu favor, los conozco desde hace años. Su esposa, Rebekah, es una mujer muy comprensible, seguramente ella lo hará entrar en razón—le aseguró. Iba a prometerle que todo estaría bien, pero ella quería estar cien por ciento segura.
—Se paciente, lo harán—prometió entonces, tras meditarlo. Era posible. Ella podía intervenir. Le acarició el rostro. Ella quería darle el cariño que le hacía falta. —Te aguanto porque me gustas, ¿Es tan difícil de entender?—cuestionó. —Me alegro de estarlo haciendo bien—besó su frente. La joven dejó que su instinto lobuno la dominara. No quería privarse del deseo de estar con él. Llevaba demasiado tiempo enamorada de Richard como para desaprovechar la oportunidad. Lo quería para ella. Ya no quería ser su amiga, quería ser su novia, su mujer.
Le comió la boca, jugando con su lengua y sonriendo porque el correspondía. —Quiero que me hagas tuya las veces que quieras—dijo entonces. Él también quería estar con ella. El corazón de Cleo latió con violencia por la confesión. Cambiaron de lugar, ahora él estaba encima de ella y no se molestó. —Te amo, Richard. Siempre te he amado—repitió. —Quiero estar contigo y quiero que me ames también—añadió. La embestida que le dio, hizo que el interior de Cleo se contrajera de la excitación. Se estaba mojando al imaginarse como sería tenerlo dentro de ella.
Lo volvió a besar, comenzando a quitarle la ropa superior. Quería verlo desnudo.
Ya no podía callarlo. No en aquel momento tan íntimo que habían formado. —Lo sé. Conozco a Richard Dolohov. Es testarudo. Pero verás que es cuestión de tiempo para que termine aceptándote. Eres su sobrino, eres el hijo de su melliza y pronto, la sangre llamará a la sangre—explicó. —Yo abogaré a tu favor, los conozco desde hace años. Su esposa, Rebekah, es una mujer muy comprensible, seguramente ella lo hará entrar en razón—le aseguró. Iba a prometerle que todo estaría bien, pero ella quería estar cien por ciento segura.
—Se paciente, lo harán—prometió entonces, tras meditarlo. Era posible. Ella podía intervenir. Le acarició el rostro. Ella quería darle el cariño que le hacía falta. —Te aguanto porque me gustas, ¿Es tan difícil de entender?—cuestionó. —Me alegro de estarlo haciendo bien—besó su frente. La joven dejó que su instinto lobuno la dominara. No quería privarse del deseo de estar con él. Llevaba demasiado tiempo enamorada de Richard como para desaprovechar la oportunidad. Lo quería para ella. Ya no quería ser su amiga, quería ser su novia, su mujer.
Le comió la boca, jugando con su lengua y sonriendo porque el correspondía. —Quiero que me hagas tuya las veces que quieras—dijo entonces. Él también quería estar con ella. El corazón de Cleo latió con violencia por la confesión. Cambiaron de lugar, ahora él estaba encima de ella y no se molestó. —Te amo, Richard. Siempre te he amado—repitió. —Quiero estar contigo y quiero que me ames también—añadió. La embestida que le dio, hizo que el interior de Cleo se contrajera de la excitación. Se estaba mojando al imaginarse como sería tenerlo dentro de ella.
Lo volvió a besar, comenzando a quitarle la ropa superior. Quería verlo desnudo.
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