Overprotected ~ Nixie Saberhagen

El cansancio le había vencido en más de una ocasión y le dolor en el vientre apenas la mantenía consciente. Había escuchado, en alguno de sus lapsos de lucidez, que la estaban sedando para calmar aquel malestar en toda la zona del abdomen. De vez en cuando, tomaba alguna poción con sabor a frutillas para refrescarse la garganta y que le ayudaba a sobrellevar la desagradable sensación que la recorría de pies a cabeza. Quería irse a casa. Su tío Richard le había prometido que unos días estaría bien, pero ella no estaba tan segura de ello.

Haces, incluso dormida, lloraba. Entre Mikhail y Gala se turnaban para hacerle compañía. A veces venía Leah o Piotr a verla, pero realmente ella no era consciente del todo. Seguía siendo incapaz de mantenerse en la realidad. Incluso, pese a que no había pasado mucho tiempo, había perdido la noción del mismo. Finalmente dos días después del accidente, podía mantenerse despierta por largos periodos de tiempo. Estaba acurrucada en la cama, con la esperanza de que todo aquello terminara y ella pudiera volver a la normalidad, pero sabía que no sería así en un largo rato.

Estaba tratando de combatir una vez más el dolor cuando una voz masculina le hizo preguntarse si estaba delirando nuevamente o era parte de la realidad. Sus ojos de pronto, enfocaron la figura de la persona que más amaba en aquel mundo: Salem. Sintió como si el alma regresara a su cuerpo y que todo mal desapareciera de su cuerpo. Su presencia era un bálsamo para sus heridas. —¡Amor!—exclamó, queriendo levantarse rápidamente pero no pudo, solo atinó a extender las manos con ansiedad, como temiendo que él se desvaneciera—Salem—llamó una vez más, tratando de acortar la distancia entre los dos.

Mientras caminaba hacia la cama de Nixie, se alarmó un poco al verla hacer ademanes de querer levantarse. Apresuró el paso para llegar a su lado y que su esposa no fuese a cometer una imprudencia por esforzarse de más. Extendió sus manos también, tomando las de su mujer, adelantando el contacto entre ambos, para finalmente llegar a estar tan cerca de ella como se lo permitía la situación. —Mi amor —la saludó y se inclinó para depositar un beso en sus labios, apenas un contacto suave y dulce—. He venido en cuanto me ha sido posible —se excusó, pues a su parecer había tardado demasiado en hacer acto de presencia.

Se incorporó y acomodó mejor a un lado de la cama, tomando asiento en el banquillo que ahí estaba, pero sin soltarle las manos en ningún momento, como si tuviese miedo de perderle si la llegaba a soltar. —¿Cómo te sientes? ¿Qué ocurrió? —preguntó, dejándose vencer por la preocupación, pues las respuestas eran obvias, pero quería escuchar de boca de ella como estaba la situación.

—Si quieres, puedo pedir un permiso para que vayas a casa y que te cuiden los elfos y los medimagos ahí —le propuso tras pensarlo un poco. No podía ocultarlo, viendo a Nixie así de frágil y vulnerable, algo se rompía dentro de él y le resultaba imposible dejarla solo así. ¡Maldita sea! Él había prometido cuidarla y que nada malo le iba a pasar y justamente le pasaba aquello.

No llegó si quiera a incorporarse de la cama porque Salem ya estaba a su lado obligándola a acostarse de nuevo. Pese a que quiso fruncir el ceño, la verdad es que ese tipo de atenciones siempre le habían gustado. Una débil sonrisa curvó sus labios al sentir las manos de Salem sobre las suyas. El tacto protector de su esposo hacia que todos sus signos vitales se estabilizaran de tal forma que incluso el dolor desaparecía por un largo rato. —Gracias—.

Tenerlo ahí, cercar de ella parecía una ilusión irreal, solo sus cálidas manos le hacían recordar que aquello era real. Quiso enderezarse más y abrazarlo, incluso hacerle el amor ahí mismo pero tuvo que contenerse lo mejor que podía porque bueno, estaban en Hogwarts. Sus mejillas se tiñeron de rojo ante aquel pensamiento y se mordió el labio inferior con cuidado. Quería más besos de aquellos, por lo que lo atrajo más para saborearlos, aquello había escapado ligeramente de su control.

Una vez que se separaron, Nixie lo contempló con los mismos ojos de amor. Él siempre se mantenía apuesto. Su cabello negro azabache estaba ligeramente despeinado. Sus ojos verdes eran tranquilos y preciosos. Sus labios eran perfectos. Salem no tenía comparación. Ella siempre había pensado que era como un dios griego. Quizás porque nunca había salido con otros chicos. Tampoco lo necesitaba, con él lo tenía todo. Sonrió un poco. —Me siento mejor. El dolor del vientre se ha ido calmando con las pociones—respondió ella a la primera pregunta con amabilidad y apretando la mano que aun sostenía.

A continuación, tuvo que hacer memoria. —Fue todo una tontería. Empezó por un partido perdido y pues…desembocó en algo peor—resumió ella, sin querer realmente detalles de lo que había pasado en la sala común. Aun le dolía recordar la pelea y como había sido lanzada contra el vidrio que separaba el lago negro de la sala. Ella sonrió. —Eres muy gentil, amor mío—le acarició el rostro con dulzura—Pero realmente no me quiero ir y ya me siento mejor, no tienes por qué preocuparte—le robó otro beso. —Mejor cuéntame, ¿Cómo ha estado Eva? ¿Y tú?—preguntó para distraerlo con un tema más importante: su pequeña hija.

Su pequeña y frágil niña… ¿Cómo había podido dejar que algo así le pasara? Verla ahí, lastimada e indefensa, hacía que se le partiera el corazón. Y sí, pese a lo que muchos hubiesen llegado a pensar de él en el pasado, Salem Saberhagen tenía un corazón, uno que estaba ocupado completamente por su esposa y su hija. No podía, ni quería imaginar un mundo en el que esas dos hermosas no estuviesen a su lado. Deseaba protegerlas de todo mal, pero objetivamente hablando, había situaciones que no estaban bajo su control, como aquella.

“Tendría que ser Dios y mantenerte en una burbuja de cristal” pensó egoístamente, negando con la cabeza, para luego reclinarse más sobre ella y acortar la distancia. Retomó los besos al notar que Nixie reclamaba por más, pues, a decir verdad, él también quería. ¿Por qué conformarse solo uno? Pasó varios segundos así, degustando los labios carnosos y perfilados de su joven esposa, mientras sus pulgares acariciaban de forma circular el dorso de aquellas pequeñas manos que no soltaba bajo ningún motivo.

— Entiendo —contestó finalmente a la respuesta obtenida, desviando instintivamente la mirada. El dolor del vientre… sus bebes… ¿Debía de tocar el tema en ese momento? Sabía que ella ya sabía, porque Richard así se lo había informado, mas no estaba del todo seguro de que fuese el momento adecuado. O, mejor dicho, no estaba seguro de cómo iniciar el tema. — Las cosas se salen fácilmente de control cuando no sabes cuándo detenerte —comentó con un suspiró y le siguió mirando con duda. — ¿Sabes si han tomado medidas para reprenderles por lo que pasó? —preguntó, ya que nadie le había mencionado nada sobre el tema y fuese lo que fuese, no se iba a inmutar a la hora de hacer pagar a los responsables de que Nixie estuviera en aquel estado.

Cerró los ojos ante la suave caricia en su rostro y sonrió. — Es mi deber preocuparme por ti —replicó enseguida.— De hecho, es mi placer preocuparme y protegerte —añadió tras el beso, quedándose a corta distancia para poder seguir dando pequeños picos a la boca de su esposa, de forma mimosa, aprovechando que estaban solos.— Nosotros estamos bien —le aseguró, notando sus intenciones de distraerlo. — Aunque Eva aún no sabe lo que ha pasado —dijo después de pensarlo dos veces. — Tendré que explicarle al volver o mañana, que se ha quedado muy confundida en casa… no le dije que venía a verte —explicó, aunque más parecía que estuviera pensando en voz alta.

— Mi amor —la llamó, soltando finalmente sus manos e incorporándose un poco para poder guiarlas hacia el vientre de Nixie— Perdóname —fue lo único que atinó a decir

La expresión en el rostro de Salem le resultaba dolorosa pero no lo demostraba. Odiaba que su esposo se sintiera impotente por no haberla protegido, pero ella quería hacerle ver que él no tenía la culpa de lo sucedido. Era algo que simplemente no se había podido evitar. Nixie no quería recordar que aquel suceso le había arrebatado a su bebe y que aquello entristecía a ambos de formas que no podían explicar. Quería decirle que todo estaría bien, que las cosas mejorarían con el tiempo y que pronto estarían juntos. Lo cual era cierto. En unos meses, volvería a casa.

Sus besos eran un bálsamo de alivio para ella. Quería agarrarlo de la camisa para atraerlo a ella y que lo hicieran ahí mismo, en la cama de la enfermería pero tuvo que volver a contener ese impulso sexual que quería salir. Extrañaba a Salem de todas las formas posibles, habidas y por haber. Las noches eran muy solitarias y frías cuando uno se acostumbraba al calor, a la compañía de alguien muy especial. Nixie siguió besándolo hasta que el aire le faltó, viéndose obligada a separarse.

Ella acarició sus manos sonriendo lo mejor que pudo, quería decirle que no había nada que temer, pero solo atinó a sostener sus manos y a apretarlas o acariciarlas con suavidad. Lo amaba con toda su alma. La joven desvió la mirada—Todo porque Slytherin perdió el partido. Fue bastante humillante para las serpientes jugadoras y para la casa en general—explicó y a continuación se encogió de hombros. —No lo sé, tampoco es algo que me importe. Ambos alumnos son de familias importantes así que supongo que no se hará nada respecto, olvidémoslo por favor—le suplicó, levantando la mirada.

Correspondía a cada beso al tiempo que lo escuchaba. —Lo sé mi vida. Y sé que te sienta mal que yo este así, pero por favor, no te castigues—le suplicó con un tono suave y apenas alzando la voz, obligando a su esposo a que le mirara a los ojos. Al oír aquello, sobre Eva, Nixie sintió una punzada en el corazón. Su pobre niña. —Ella sabía del bebé, pero le pedí que guardara el secreto porque quería que fuera sorpresa para ti. Va a estar muy triste…—murmuró, unas lágrimas se le escaparon al pensar en el estado en que se pondría Eva al descubrir lo que había pasado con su hermanito.

Se distrajo cuando la voz de Salem le llamó de nuevo. Ella no dejó de mirarlo, admirando la belleza de su esposo, digna de un dios griego. Negó suavemente con la cabeza. —No hay nada que perdonar, amor. Esto no fue tu culpa bajo ningún concepto, ¿entendido? No tienes por qué sentirte mal, por favor—le pidió mientras se acercaba a abrazarlo. Entonces ya no pudo más y volvió a derrumbarse a llorar.

Aunque Nixie y cualquier persona con sentido común insistiera en decir que lo ocurrido había sido un terrible accidente, Salem no podía evitar la culpa. Para un hombre tan controlador como él, los accidentes no existían y siempre había un culpable, una forma de haber evitado la catástrofe. En este caso, pensaba que quizá si hubiese sabido a tiempo del embarazo de su esposa, había contactado con el colegio para que le dieran a Nixie un trato especial, como cuando estaba embarazada de Eva, dándole una habitación privada, así no habría estado aquella noche en la sala común de Slytherin.

—Está bien —aceptó resignado y algo frustrado, pero continuó con los besos un poco más, sobre todo al notar la forma en la que su esposa se movía. Nixie parecía ansiosa y eso le encantaba, pues no había mayor gusto para Salem que complacer a su mujercita. Dejó su boca por falta de aliento y la dejó respirar, aunque no por ello se detuvo y siguió besando sus mejillas, su barbilla, su cuello y un poco su pecho, mientras seguía jugueteando con sus manos y sus dedos en un gesto simple y mimoso.

Siguió mimándola, a la par que escuchaba la explicación. —Hablas como si no pertenecieras a una familia poderosa e importante —se quejó de repente ante la petición—. Además, sabes que a mí no me importa si son los Potter o los miembros de la casa de Windsor, si te hacen algo, lo van a pagar —le recordó y luego frunció el ceño—. Vale. No haré nada esta vez, pero solo porque tú lo pides —desistió de las ideas que comenzaban a formarse en su mente.

Soltó las manos de Nixie, pero no para alejarse, sino para acariciarla de forma reconfortante, recorriendo sus costados y espalda, metiendo las manos bajo su cuerpo. Sentía el cuerpo de su esposa muy caliente, quizá porque llevaba mucho tiempo ahí acostada. Aunque la enfermera le había dicho que la joven debía de descansar, también comentó que no le caería mal algo de movimiento ligero para que la sangre le fluyera por el cuerpo y para animarla un poco y que no se hundiera en depresión, pues al parecer Nixie se la pasaba durmiendo todo el día, en gran parte por culpa de las medicinas. Así que, la agarró bien y la levantó con lentitud, para dejarla semi sentada en la camilla, acomodando las almohadas para que le dieran apoyo y no se fuese a esforzar de más, aunque él también se lo daba con las manos.

—Shhh… no llores mi cielo —la tranquilizó al notar las lágrimas que se le escapaban al hablar de Eva y que la pequeña sabía de su hermanito. Se iba a quejar de que le dijera a su hija y no a él, pero decidió que ese no era el momento para esas cosas—. Ella lo va a entender a su manera —intentó animarla, limpiando su rostro y dándole besos en las mejillas—. Todo va a estar bien, mi amor —la abrazó de nueva cuenta, esta vez de forma más cercana gracias a la posición, pegándola a su pecho y acariciándole la espalda—. Tampoco fue tu culpa, mi vida. Nixie, por favor, sé que duele… pero ya no hay nada que podamos hacer. Te amo. Me amas. Somos una familia y ya tenemos una hija, además de que aun eres joven y podemos tener más bebés más adelante. Todos los bebitos que me quieras dar —le susurró para calmarla, pues su esposa había comenzado a llorar—. Nuestro bebito no se ha ido, solo que tardará algo más en llegar, ¿sí? —comentó en un esfuerzo por mirar la situación desde otro ángulo que quizá fuese menos doloroso de asimilar.

Su esposo se sentía culpable y Nixie no podía tolerarlo. Le dolía en el alma saber que ella pudo haberlo evitado de no haberse metido en la pelea aunque no había podido contenerse del todo, Eris se había sentido inevitablemente tentada a participar en el desastre. —Salem, por favor. Sé qué es difícil, pero no lo hagas, me duele—pidió una vez más, y no era una opción de réplica de su parte. —Fue un accidente, no podemos controlar las cosas cariño, pasó y lo que debemos de hacer es apoyarnos el uno al otro, ¿de acuerdo?—preguntó, mirándolo con intensidad. Una vez que él acepto, no sin cierto tono de resignación, Nixie sonrió y beso su mejilla con dulzura para levantarle el ánimo.

No quería deprimirse de nuevo, se suponía que la visita de Salem le levantaría el ánimo y vaya que lo estaba logrando, se sentía muy bien con él a su lado. Las caricias eran reconfortantes, la hacían estremecerse a la vez que un rojo suave teñía sus mejillas porque había extrañado aquella forma suya tan especial de tocarla. Incluso sentía la adrenalina del momento por si los descubrían, cosa que no estaba mal porque él era su esposo y podía hacerlo. Sin embargo, estaban en el colegio y no era apropiado. Su mente había comenzado a divagar solo por aquel toque.

La voz de su esposo la distraerse de nuevo y ladeó la cabeza. —Lo sé. Pero recuerda que el apellido está en la mirada, después de esa inspección…. Además, el altercado fue entre puras familias reconocidas…—se mordió el labio inferior, la verdad era que no quería hablar del tema. —Lo sé, pero no quiero que te desgastes, cariño. Dejemos esto así, ¿de acuerdo? Quiero estar contigo, no discutiendo—hizo puchero, porque sabía que era cuestión de tiempo para que Eris comenzara a frustrarse y a pelear. Cuando las lágrimas acudieron de nuevo, agradeció las caricias en su espalda, ya que resultaban de gran ayuda.

—Pero aún es muy pequeña y estaba muy emocionada ante la idea de cuidar a su hermanito—replicó, aunque no quería dejarse llevar por el dolor. No lo iba a permitir porque en aquellos instantes tenía a Salem a su lado. Y le creyó cuando le dijo que todo iba a estar bien. Después de todo, era su esposo y él nunca le iba a mentir. Se lo había jurado, así que sintió e intento contener el llanto, limpiarse las lágrimas que aun emanaban. Ella asentía suavemente a cada cosa que él decía, convencida de que tenía razón. Aun eran una pequeña familia, ambos eran jóvenes y más adelante podían ampliarse. Ahora quedaba disfrutar de Eva, de su pequeña princesa que les daba toda la alegría. —Está bien. Entiendo—asintió finalmente y volvió a tratar de acurrucarse en sus brazos para sentirse protegida.

Aunque sus palabras habían sido las de aceptación, Nixie le conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que su semblante indicaba lo contrario. —Lo siento… trataré de no pensar en eso —respondió para reconfortarla, intentando realmente dejar, por lo menos de momento, ese sentimiento de culpa de lado. Lo que menos quería era transmitirle a su esposa los malos sentimientos que lo agobiaban. Había ido ahí con toda la intención de hacerla sentir bien, de animarla, y no de ahondar en su dolor—. Sé que fue un accidente, muñequita… es solo que… tú sabes… —dijo, interrumpiéndose a sí mismo y mordiéndose el labio inferior por la intensidad con la que ella lo miraba. Nixie no iba a aceptar más “peros” ni excusas—. De acuerdo, tú ganas —aceptó, esbozando media sonrisa e intentando transmitirle ánimo y alegría.

Continuó acariciando a su joven esposa con cariño, queriendo reconfortarle de aquella manera. Desde que la conocía, la mejor manera que conocía para mimarla eran las caricias, desde las más inocentes hasta las más íntimas. Un apretón de manos, un abrazo, o un beso, todo valía y era su forma de decir cuánto la quería y qué tan importante era ella para él sin la necesidad de decirlo con palabras. Así que, pese a que sabía que dada la situación no podía intimar más con su esposa, seguía de mimoso con ella.

Un suspiro de resignación se le escapó sin querer. —Está bien. Dejemos el asunto así… prometo no hacer nada actividad. Al fin y al cabo, todo cae por su propio peso —contestó, negando con la cabeza y dejando el tema en paz—. No vamos a discutir —la animó, riendo un poco al ver esa carita pucherosa que le hacía—. Eres tan linda cuando te pones así —murmuró, besando sus labios, hasta que notó que de nuevo las lágrimas rodaban por las mejillas de su mujer—. Nixie… —la llamó, no como regaño, sino más bien con frustración, sintiéndose impotente al no poder evitar el dolor en ella.

—Lo sé, mi vida. Lo sé —insistió él—, pero lo tendrá más adelante. Lo prometo. Seguiremos juntos, amándonos y tendremos más bebés para que nuestra familia crezca, ¿sí? —le propuso con voz baja, casi como si estuviera contándole un secreto—. Todo va a estar bien, mi amor —insistió, pegándola más contra él. Entendía, al menos en una medida, el dolor que ella sentía, pero también sabía que Nixie iba a necesitar tiempo y cariño para superar lo que acaba de pasar—. Te amo —añadió con el mismo tono de voz, pegándola bien a su pecho de manera posesiva y protectora. Sonaría contradictorio, pero por mucho que le partiera el alma ver sufrir a su esposa, a una parte de él le gustaba tenerla así, tan dependiente y en busca de protección, sentirse indispensable para ella.

Evitaba temblar. Odiaba con toda su alma preocupar a Salem de aquella manera. ¡Se suponía que era exactamente eso lo que no tenía que hacer! Pero Nixie no podía evitarlo. Quería hacerle olvidar el dolor y de paso olvidar el suyo. Las lágrimas aún caían con sus mejillas, perdiéndose en su mentón al no poder hacer nada más. Quería que Salem se quedara con ella en Hogwarts pero claramente no podía. Aún faltaban meses para que ella pudiera volver a casa. Si no hubiera sido porque Eris la obligó, probablemente le hubiera rogado a su esposo volver a casa en ese mismo instante. Sin embargo, sabía de ante mano que debía de ser fuerte, superar aquel obstáculo y no dejarse hundir por la depresión. —Gracias—susurró, besando su cuello.

Comenzaba a comportarse como una niña pequeña en sus brazos. Por muy retorcido que sonara, así se sentía con él, así la hacía sentir él y no le molestaba. De hecho, le gustaba que fuera de aquella manera. —Entiendo pero… es mejor dejarlo así, mi cielo—pidió una vez más, acentuando su puchero aun con pequeñas lágrimas en sus ojos. —yo siempre ganó, aunque tú digas que me dejas ganar—murmuró, cruzándose ligeramente de brazos. Volvió a recostarse en su pecho, pegando su oreja hacia donde estaba su corazón. Desde siempre, escuchar los latidos de su corazón le tranquilizaba demasiado. Apoyó una mano ahí, acariciando suavemente. Se sentía bien realmente. Permanecieron así un largo rato mientras él se dedicaba a mimarla.

Agradeció enormemente que no fueran a discutir. Tampoco era de su agrado. A decir verdad desde que estaban juntos, muy pocas veces habían peleado. Cuando peleaban, era por berrinches de Eris o porque Salem se ponía un poquito celoso pero nunca llegaban a cosas mayores. Hizo un puchero cuando uso aquel tono. —¡Perdón!—exclamó, limpiándose con cierta violencia las mejillas y los ojos, eliminando cualquier rastro de lágrimas, aunque aún podía sentir el sabor salado de las mismas. —No pasa nada. Estoy bien…Estaremos bien—corrigió, tratando de sonreír. Inspiró profundo, asintiendo a sus palabras, ella confiaba plenamente en él. —Te creo, estoy segura de que así será—insistió suavemente, aferrando la mano de Salem. —¿Gemelos?—preguntó en un tono bromista, ya que Nixie, al ser hija de una gemela y ser ella misma gemela, era muy probable.

—También te amo—susurró de vuelta, estirándose para darle un beso. Al menos estuvieron un así un rato porque la enfermera vino a interrumpirlos. La hora de la visita se había acabo. Nixie suspiró con tristeza, abrazando una última vez a Salem. Le prometió que se verían en Hogsmeade en cuanto pudieran y lo vio marcharse. Nunca le resultó tan doloroso como esa vez.