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Home Sweet Home ~ Richard
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Home Sweet Home ~ Richard
Por fin, después de mucho tiempo, Rebekah podía sentir un poco de paz. Hace unos meses, Agares había vuelto a casa y posteriormente se había integrado a sus actividades en Hogwarts. Había sido una difícil situación, pero la mujer sentía que por fin las cosas volverían a ser las de antes. Tenía la esperanza de que fuera así. Por aquella cálida tarde de abril, había decidido regresar temprano del trabajo. Como ahora trabajaban en el departamento de aurores, Rebekah tenía un poco más de actividades, como el caso de la joven squib fugitiva. Aún tenía que hacer investigaciones pero había pensado en tomarse un descanso después de todo.
A eso de las cuatro de la tarde, la señora Dolohov apareció por la chimenea de su casa, sacudiéndose un poco el polvo verde de la red flu. Se alisó los pliegues del vestido y del saco para luego observar con detenimiento la sala. No había ni un alma, ni tampoco se escuchaban los ruidos de los habitantes de la casa. Rebekah se preocupó. Subió al segundo piso para buscar a su esposo y a su hija, pero no los encontró. Revisó en la habitación matrimonial, en la habitación de Megara y en el despacho de Richard pero no encontró a nadie.
Su preocupación aumento. ¿Habrían salido? Rebekah quiso pensar que era de aquella forma y volvió a la habitación que compartía con su primo. Se deshizo de la ropa de trabajo y optó por ponerse algo más cómodo para andar en la casa. Estaba guardando las cosas en el cesto de la ropa cuando escuchó las risas de su hija en el jardín. Al asomarse, encontró una adorable escena, donde claramente podía escuchar a Richard explicándole a su hija para que servía cada planta y ella riendo al tratar de pronunciar los nombres. Decidió acompañarlos así que bajó al jardín. —Empiezo a creer que sigues siendo un niño, mi amor—le dijo para llamar su atención mientras se aproximaba y se sentaba a su lado—Pensé que habían salido—y tras esas palabras, beso sus labios.
A eso de las cuatro de la tarde, la señora Dolohov apareció por la chimenea de su casa, sacudiéndose un poco el polvo verde de la red flu. Se alisó los pliegues del vestido y del saco para luego observar con detenimiento la sala. No había ni un alma, ni tampoco se escuchaban los ruidos de los habitantes de la casa. Rebekah se preocupó. Subió al segundo piso para buscar a su esposo y a su hija, pero no los encontró. Revisó en la habitación matrimonial, en la habitación de Megara y en el despacho de Richard pero no encontró a nadie.
Su preocupación aumento. ¿Habrían salido? Rebekah quiso pensar que era de aquella forma y volvió a la habitación que compartía con su primo. Se deshizo de la ropa de trabajo y optó por ponerse algo más cómodo para andar en la casa. Estaba guardando las cosas en el cesto de la ropa cuando escuchó las risas de su hija en el jardín. Al asomarse, encontró una adorable escena, donde claramente podía escuchar a Richard explicándole a su hija para que servía cada planta y ella riendo al tratar de pronunciar los nombres. Decidió acompañarlos así que bajó al jardín. —Empiezo a creer que sigues siendo un niño, mi amor—le dijo para llamar su atención mientras se aproximaba y se sentaba a su lado—Pensé que habían salido—y tras esas palabras, beso sus labios.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
En su momento, muchos habían dicho que retirarse a tan temprana edad era una idea descabellada. ¿Cómo retirarse del mundo laboral cuando tenía tanto excito en su profesión y un mundo de oportunidades por delante? Además de que era obvio para la mayoría que su posición a nivel sociopolítico le traía ventajas con las que muchos solo podían soñar. Las influencias, el poder y los cambios que podía hacer como director de San Mungo eran significativos en el mundo mágico.
No obstante, en algún momento puso las cosas en perspectiva y con todo el dinero que los Dolohov tenían a cuestas, era de risa mal gastar tanto tiempo por un mediocre sueldo y un poco de poder. Más práctico era hacer donaciones o dar sobornos en caso de requerir influencia política. El tiempo con su familia no tenía precio. Y desde el nacimiento de Megara, Richard había internalizado más la idea de que cada segundo importaba. La vida era demasiado efímera, incluso para los magos que vivían en promedio más años que los muggles. La vida era demasiado frágil y nunca sabías cuando se podía terminar.
Así pues, dedicaba su día a día a cuidar de la pequeña y hacerse cargo de una que otra cosa de los negocios familiares. Tantas generaciones de gente pudiente tenían a cuestas, que la mayoría de las inversiones de siglos pasados seguían produciendo ganancias para vivir sin preocuparse por más que por sacarle una sonrisa a las personas que amaba. Rebekah, por su parte, seguía trabajando, y él de alguna manera había adquirido el poco tradicional papel de estarse en casa, listo para cuando ella llegara. Sin embargo, aquella tarde en particular, había perdido por completo la noción del tiempo jugando con Megara.
Los problemas respiratorios de la niña se mantenían controlados y aunque a Richard no le gustaba mucho que su hija saliera de los ambientes controlados, terminó saliendo con ella al jardín. Habían tomado la merienda ahí. Habían estado jugando con una quaffle y perseguido una snitch por un rato. También la había ayudado a que montara en su escoba de juguete. Y ahora le enseñaba los nombres de las plantas del jardín, aunque Megui apenas podía pronunciar los nombres.
En esas estaba, cuando escuchó la voz de su esposa a sus espaldas y una risa se le escapó. —Siempre he sido un niño —replicó él, con una sonrisa juguetona en los labios—. No —respondió y correspondió primero el beso, antes de proseguir la charla—. Solo decidimos tomar un poco de aire fresco —explicó, pese a que aquello no era del todo cierto, pues incluso los jardines y la mansión entera estaban rodeados de un campo mágico para que el aire estuviese lo suficientemente limpio para los frágiles pulmoncitos de su hija. Ninguna medida de seguridad era excesiva cuando se trataba de mantener el bien estar de su familia. —¿Cómo te fue en el trabajo, amor? —preguntó, mientras Megara arrancaba una flor para llevársela a su mami.
No obstante, en algún momento puso las cosas en perspectiva y con todo el dinero que los Dolohov tenían a cuestas, era de risa mal gastar tanto tiempo por un mediocre sueldo y un poco de poder. Más práctico era hacer donaciones o dar sobornos en caso de requerir influencia política. El tiempo con su familia no tenía precio. Y desde el nacimiento de Megara, Richard había internalizado más la idea de que cada segundo importaba. La vida era demasiado efímera, incluso para los magos que vivían en promedio más años que los muggles. La vida era demasiado frágil y nunca sabías cuando se podía terminar.
Así pues, dedicaba su día a día a cuidar de la pequeña y hacerse cargo de una que otra cosa de los negocios familiares. Tantas generaciones de gente pudiente tenían a cuestas, que la mayoría de las inversiones de siglos pasados seguían produciendo ganancias para vivir sin preocuparse por más que por sacarle una sonrisa a las personas que amaba. Rebekah, por su parte, seguía trabajando, y él de alguna manera había adquirido el poco tradicional papel de estarse en casa, listo para cuando ella llegara. Sin embargo, aquella tarde en particular, había perdido por completo la noción del tiempo jugando con Megara.
Los problemas respiratorios de la niña se mantenían controlados y aunque a Richard no le gustaba mucho que su hija saliera de los ambientes controlados, terminó saliendo con ella al jardín. Habían tomado la merienda ahí. Habían estado jugando con una quaffle y perseguido una snitch por un rato. También la había ayudado a que montara en su escoba de juguete. Y ahora le enseñaba los nombres de las plantas del jardín, aunque Megui apenas podía pronunciar los nombres.
En esas estaba, cuando escuchó la voz de su esposa a sus espaldas y una risa se le escapó. —Siempre he sido un niño —replicó él, con una sonrisa juguetona en los labios—. No —respondió y correspondió primero el beso, antes de proseguir la charla—. Solo decidimos tomar un poco de aire fresco —explicó, pese a que aquello no era del todo cierto, pues incluso los jardines y la mansión entera estaban rodeados de un campo mágico para que el aire estuviese lo suficientemente limpio para los frágiles pulmoncitos de su hija. Ninguna medida de seguridad era excesiva cuando se trataba de mantener el bien estar de su familia. —¿Cómo te fue en el trabajo, amor? —preguntó, mientras Megara arrancaba una flor para llevársela a su mami.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
La pelirroja tomó asiento junto a Richard, mientras recibía a su pequeña con un abrazo. La había extrañado tanto. Besó su frente con delicadeza y la cunó entre sus brazos, haciéndole mimos mientras escuchaba a su esposo. —Ya veo. Nuestra pequeñita se ve muy feliz de poder salir, siempre la tenemos dentro de la mansión…—le comentó. Detestaba que su pequeña hija estuviera enferma. Limitaba su calidad de vida porque sus pequeños pulmones no le permitían respirar correctamente y de vez en cuando tenía graves ataques de asma.
La más mínima partícula de polvo, podía desencadenar todo un ataque de tos, bloquear sus cosas nasales y hacer estragos con su salud. Por eso el ambiente controlado en casa. Todo debía estar perfectamente limpio y Megy debía tomar sus pociones a la hora adecuada, para ayudar a mejorar su calidad de vida. Era tan pequeña, solo tenía 3 años y toda una vida por delante. Tanto Richard como Rebekah se encargarían de procurar su bienestar. Tomó la flor que le ofrecía su hija y se la puso a sí misma en el cabello. Luego miró una vez más a su marido.
—Por suerte, hoy solo fueron investigaciones en la oficina. Se lo mucho que te preocupaba cuando vamos a misiones, pero hasta ahora, todo está bien. Edward, Matilda y yo estamos investigando un par de casos, así que de momento no tenemos que salir de la oficina—le explicó, sobretodo porque sabía que Richard se preocupaba mucho por la seguridad de Rebekah.
—¿Y a ustedes? ¿Cómo le fue hoy? ¿Ya comieron?—comenzó a preguntar, siempre atenta a que su esposo y su hija de alimentaran bien aunque ella misma incumpliera con las horas de comida en el trabajo.
La más mínima partícula de polvo, podía desencadenar todo un ataque de tos, bloquear sus cosas nasales y hacer estragos con su salud. Por eso el ambiente controlado en casa. Todo debía estar perfectamente limpio y Megy debía tomar sus pociones a la hora adecuada, para ayudar a mejorar su calidad de vida. Era tan pequeña, solo tenía 3 años y toda una vida por delante. Tanto Richard como Rebekah se encargarían de procurar su bienestar. Tomó la flor que le ofrecía su hija y se la puso a sí misma en el cabello. Luego miró una vez más a su marido.
—Por suerte, hoy solo fueron investigaciones en la oficina. Se lo mucho que te preocupaba cuando vamos a misiones, pero hasta ahora, todo está bien. Edward, Matilda y yo estamos investigando un par de casos, así que de momento no tenemos que salir de la oficina—le explicó, sobretodo porque sabía que Richard se preocupaba mucho por la seguridad de Rebekah.
—¿Y a ustedes? ¿Cómo le fue hoy? ¿Ya comieron?—comenzó a preguntar, siempre atenta a que su esposo y su hija de alimentaran bien aunque ella misma incumpliera con las horas de comida en el trabajo.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Richard al ver a su pequeña acurrucarse en los brazos de Rebekah, mientras recibía mimos y sonreía toda feliz. Había algo encantador con esas escenas tan cálidas y familiares. El mundo en general les hacía creer que las personas como ellos eran demasiado elitistas y materialistas para tener momentos genuinos de amor, pero él sabía que no. En su familia, fuese lo que fuese, siempre había auténticos sentimientos de por medio, sentimientos que se sobreponían a lo que muchos considerarían acciones más “raciocinas.” Sin ir demasiado lejos, él había renunciado a su puesto en San Mungo para poder cuidar plenamente de su pequeña Megara, y obviamente que el asunto no era el dinero, sino la posición de estar a cargo del más grande hospital mágico de Gran Bretaña y todo el poder político que ello conllevaba, pero aun así la salud de su hijita estaba primero.
—Es por su bien… —contestó en un murmuro ante el comentario de su esposa, negando ligeramente con la cabeza y suspirando—. Cuando esté más grande y fuerte, podrá salir a recorrer el mundo —añadió, sonriendo de nuevo al ver el gesto de la flor, para después asentir con la cabeza y acentuar su sonrisa ante la explicación—. Me tranquiliza mucho escuchar eso, la verdad —admitió, robando otro pequeño beso de la pelirroja—. De todas formas, espero que no te aburras demasiado —añadió, pues sabía que con todo y todo, Rebekah tenía ese trabajo porque le gustaba la “acción” y aunque el trabajo de oficina era lo más seguro para ella, el chiste tampoco era que se amargara haciendo algo que no disfrutase.
Negó con un cabeceo en forma de respuesta a la pregunta realizada y luego sonrío. —Megy te quería esperar para que cenáramos juntos, pero los elfos ya tienen todo preparado —explicó tranquilamente—. Hoy ha sido un día muy tranquilo. La rutina de siempre —comentó, pues no había muchas novedades que decir. En casa no pasaba mucho y aunque lo disfrutaba realmente, a veces la rutina perdía sentido al repetirse día tras día y sencillamente había días en los que no había nada que contar.
—Es por su bien… —contestó en un murmuro ante el comentario de su esposa, negando ligeramente con la cabeza y suspirando—. Cuando esté más grande y fuerte, podrá salir a recorrer el mundo —añadió, sonriendo de nuevo al ver el gesto de la flor, para después asentir con la cabeza y acentuar su sonrisa ante la explicación—. Me tranquiliza mucho escuchar eso, la verdad —admitió, robando otro pequeño beso de la pelirroja—. De todas formas, espero que no te aburras demasiado —añadió, pues sabía que con todo y todo, Rebekah tenía ese trabajo porque le gustaba la “acción” y aunque el trabajo de oficina era lo más seguro para ella, el chiste tampoco era que se amargara haciendo algo que no disfrutase.
Negó con un cabeceo en forma de respuesta a la pregunta realizada y luego sonrío. —Megy te quería esperar para que cenáramos juntos, pero los elfos ya tienen todo preparado —explicó tranquilamente—. Hoy ha sido un día muy tranquilo. La rutina de siempre —comentó, pues no había muchas novedades que decir. En casa no pasaba mucho y aunque lo disfrutaba realmente, a veces la rutina perdía sentido al repetirse día tras día y sencillamente había días en los que no había nada que contar.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
La pequeña hija del matrimonio Dolohov era la cosita más adorable para los ojos de Rebekah. Su melena rubia hasta la cintura, su frágil figura, sus ojos azules como los de su esposo, su sonrisa llena de vida, su curiosidad por las cosas y su risa musical eran el mejor regalo que ella pudo haber recibido. Le lleno el rostro de suaves besos para no sofocarla. Dejó que se acomodara en sus brazos en una posición cómoda para que pudiera respirar con normalidad. —Cuando sea grande será lo suficientemente fuerte y sana para descubrir el mundo por sí sola, ¿verdad corazón?—corroboró ella anta la atenta mirada de Megara.
Mimó a Meg un poco más antes de levantarla mirada para enfocar a su esposo, arqueando una ceja con incredulidad—Sabes que para el trabajo si algo no llama mi atención, termina por aburrirme—le recordó. Aunque ciertamente ser inefable era el mejor de los trabajos, había cambiado al departamento de aurores tras el secuestro de su hijo Agares. Recordó que aun después de un año, le seguía doliendo y sabía que a su esposo también. Afortunadamente, su hijo había vuelto aunque la familia sabía que no sería lo mismo.
Antes de volver a hablar, la pelirroja le robó un beso a su esposo. No había podido evitarlo. Sonrió por aquella respuesta y giró el rostro a su hijita. —Eres un encanto, princesa—la estrujó muy despacito. —Gracias por esperarme—les dijo a ambos. —¡Vamos a comer entonces!—añadió ella mientras se ponía en pie con ayuda de Richard. —¿Qué hay de comer?—preguntó y a continuación recordó el mensaje, chasqueando la lengua. —Oh, por cierto, Ted Lupin manda saludos, quiere saber si la propuesta de la salida a tomar contigo sigue en pie—le avisó, pues sabía que su esposo y su compañero de trabajo habían sido compañeros en la escuela y se llevaban relativamente bien. Cargó a Megara con cuidado y tomó la mano de él para entrar a la casa.
Mimó a Meg un poco más antes de levantarla mirada para enfocar a su esposo, arqueando una ceja con incredulidad—Sabes que para el trabajo si algo no llama mi atención, termina por aburrirme—le recordó. Aunque ciertamente ser inefable era el mejor de los trabajos, había cambiado al departamento de aurores tras el secuestro de su hijo Agares. Recordó que aun después de un año, le seguía doliendo y sabía que a su esposo también. Afortunadamente, su hijo había vuelto aunque la familia sabía que no sería lo mismo.
Antes de volver a hablar, la pelirroja le robó un beso a su esposo. No había podido evitarlo. Sonrió por aquella respuesta y giró el rostro a su hijita. —Eres un encanto, princesa—la estrujó muy despacito. —Gracias por esperarme—les dijo a ambos. —¡Vamos a comer entonces!—añadió ella mientras se ponía en pie con ayuda de Richard. —¿Qué hay de comer?—preguntó y a continuación recordó el mensaje, chasqueando la lengua. —Oh, por cierto, Ted Lupin manda saludos, quiere saber si la propuesta de la salida a tomar contigo sigue en pie—le avisó, pues sabía que su esposo y su compañero de trabajo habían sido compañeros en la escuela y se llevaban relativamente bien. Cargó a Megara con cuidado y tomó la mano de él para entrar a la casa.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
La pequeña miró a su mami y sonrió, aunque una pequeña tos la atacó por unos segundos. Megara hizo unas cuantas muequitas, tapándose la boquita y respirando por la nariz como le habían enseñado. Luego miró a sus padres con ojos llorosos por el esfuerzo, pero sonrío. —Estoy bien —balbuceó con su vocesita y se acurrucó en el regazo de su mami.
Richard pasó de estar sonriendo ampliamente por la tierna escena de su hija y su esposa, a estar al borde de un ataque nervioso al escuchar a Megy toser. Algo tan simple y pequeño como aquello podía causar que los pulmones de su bebita colapsaran y dejase de respirar. Ya había pasado antes y en más de una ocasión, por lo que el hombre ya había sacado su varita en caso de ser necesario. Afortunadamente el susto fue solo eso, un pequeño susto.
—Lo sé. Por eso te animo a que hagas lo que más te guste y apasione—respondió con una ligera sonrisa, acariciando la cabellera pelirroja de su esposa y besando la cabecita rubia de su hija, quien se recostaba sobre el pecho de mamá. Quería tanto a su familia que le dolía saber que algo malo les podía pasar… como había ocurrido con Agares. Y cuando decía que le dolía, lo decía de forma literal y fisiológica, tal cual las punzadas en su pecho y estomago se hacían presentes ante la idea de que su mujer o sus hijos estuviesen sufriendo o en peligro.
Correspondió dulcemente el beso de Rebekah, que lo trajo de vuelta a la realidad. —Es como tú, tierna y hermosa —intervino, mirando también a su hijita, quien sonreía felizmente por los halagos de sus padres, con las mejillas sonrosadas. —Me gusta… me gusta comer con mami —dijo Megara, pasando sus bracitos alrededor del cuello de su mamá para no caerse mientras ella se levantaba e iban a dentro de la casa.
Richard ayudó a su esposa a que se pusiera de pie con su hija en brazos y luego tomó su mano, entrelazando los dedos con los de ella, para ir hacia el comedor. —Pasta, pollo con champiñones y natilla con frutos rojos para el postre —recitó el menú, siendo que las cosas de la casa eran lo suyo desde que no trabajaba más en San Mungo. Para algunas personas era raro. Para él era cuestión de que todo funcionara como reloj suizo en favor de la salud de su hija pequeña, las necesidades especiales que ahora tenía Agares y el bien estar de su familia en general. Tantos años curando a magos y brujas y salvando vidas debían de pagar de alguna u otra manera.
—¿Ted? —repitió, haciendo memoria, hasta que sonrió y asintió—. Lo había olvidado por completo —admitió, recordando vagamente que en alguna ocasión a principios de año se lo había topado en el Callejón Diagon y le había invitado unos tragos para después. Era muy fácil desentenderse de la vida social para él, pero al parecer la sociedad y sus amistades aún se acordaban de él—. Le mandaré una carta después. Salem dijo que traería a Eva a jugar con Megy entre semana y Narella las puede cuidar a las dos —comentó, no muy seguro de dejar a su hija desatendida. Aunque a veces le tocaba hacerlo, Richard hacía lo posible por pasar las veinticuatro horas del día cuidando a Megara. No por nada la pequeña aun dormía con ellos… con excepción de esas noches en las que él y Rebekah necesitaban demostrarse su amor de una forma más carnal.
Richard pasó de estar sonriendo ampliamente por la tierna escena de su hija y su esposa, a estar al borde de un ataque nervioso al escuchar a Megy toser. Algo tan simple y pequeño como aquello podía causar que los pulmones de su bebita colapsaran y dejase de respirar. Ya había pasado antes y en más de una ocasión, por lo que el hombre ya había sacado su varita en caso de ser necesario. Afortunadamente el susto fue solo eso, un pequeño susto.
—Lo sé. Por eso te animo a que hagas lo que más te guste y apasione—respondió con una ligera sonrisa, acariciando la cabellera pelirroja de su esposa y besando la cabecita rubia de su hija, quien se recostaba sobre el pecho de mamá. Quería tanto a su familia que le dolía saber que algo malo les podía pasar… como había ocurrido con Agares. Y cuando decía que le dolía, lo decía de forma literal y fisiológica, tal cual las punzadas en su pecho y estomago se hacían presentes ante la idea de que su mujer o sus hijos estuviesen sufriendo o en peligro.
Correspondió dulcemente el beso de Rebekah, que lo trajo de vuelta a la realidad. —Es como tú, tierna y hermosa —intervino, mirando también a su hijita, quien sonreía felizmente por los halagos de sus padres, con las mejillas sonrosadas. —Me gusta… me gusta comer con mami —dijo Megara, pasando sus bracitos alrededor del cuello de su mamá para no caerse mientras ella se levantaba e iban a dentro de la casa.
Richard ayudó a su esposa a que se pusiera de pie con su hija en brazos y luego tomó su mano, entrelazando los dedos con los de ella, para ir hacia el comedor. —Pasta, pollo con champiñones y natilla con frutos rojos para el postre —recitó el menú, siendo que las cosas de la casa eran lo suyo desde que no trabajaba más en San Mungo. Para algunas personas era raro. Para él era cuestión de que todo funcionara como reloj suizo en favor de la salud de su hija pequeña, las necesidades especiales que ahora tenía Agares y el bien estar de su familia en general. Tantos años curando a magos y brujas y salvando vidas debían de pagar de alguna u otra manera.
—¿Ted? —repitió, haciendo memoria, hasta que sonrió y asintió—. Lo había olvidado por completo —admitió, recordando vagamente que en alguna ocasión a principios de año se lo había topado en el Callejón Diagon y le había invitado unos tragos para después. Era muy fácil desentenderse de la vida social para él, pero al parecer la sociedad y sus amistades aún se acordaban de él—. Le mandaré una carta después. Salem dijo que traería a Eva a jugar con Megy entre semana y Narella las puede cuidar a las dos —comentó, no muy seguro de dejar a su hija desatendida. Aunque a veces le tocaba hacerlo, Richard hacía lo posible por pasar las veinticuatro horas del día cuidando a Megara. No por nada la pequeña aun dormía con ellos… con excepción de esas noches en las que él y Rebekah necesitaban demostrarse su amor de una forma más carnal.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
El corazón de Rebekah se aceleró violentamente cuando su pequeña comenzó con ese ataque de tos. Pese a que su primer instinto fue auxiliarla para que pudiera respirar con tranquilidad, no quiso alterarse para no asustarla. La vigiló en caso de que necesitara ayuda de sus padres y finalmente, tras unos segundos de un buen susto, Megara afirmó estar bien. Le dolía pensar que por un ataque de tos como aquel, podía sufrir demasiado.
—¿Segura hermosa?—preguntó, solo para estar tranquila de que podía seguir bien y la abrazó con mucha suavidad. Apretó la mano de su esposo para calmarlo al ver su expresión. Él también estaba preocupado por su hija, siempre tan frágil. Besó la coronilla de la pequeña rubia, tan parecida a su padre y embozó una sonrisa al ver que se encontraba a salvo. Alzó la mirada hacia su esposo, agradecida por todo el apoyo que la había brindado a lo largo de los años.
—Gracias Richard. No sabemos lo mucho que significa para mí que me apoyes en mis decisiones, por eso eres el esposo más perfecto y maravilloso, soy afortunada de tenerte a mi lado—halagó, al tiempo que se iba acercando para acortar la distancia entre ambos y poder besarlo. Arrulló a su niña que parecía bastante cómoda acurrucada contra su pecho. La imagen podía resultar incluso demasiado adorable. —Los amo—añadió suavemente.
—Es un pedacito de los dos, aunque en apariencia, se parece más a ti. Tiene tus ojos azules, hermosos—dijo al tiempo que pellizcaba con cariño, la naricita de la menor de sus hijos. —Y a mí me encanta comer contigo, Megy—afirmó, llenándola de besos. La aferró a su cuerpo para que no se le cayera y le dio besitos en el oído, escuchando como la pequeña se reía por las cosquillas. Tras tomar la mano de su esposo, ella sonrió.
Escuchar las delicias que había para la cena, Rebekah se relamió los labios. —Que rico amor, con el hambre que tengo, acabaremos con la comida—bromeó un poco, guiñándole un ojo. —¿Quieres comer eso cosita preciosa?—preguntó mientras le daba un beso de esquimal. Asintió. —Lupin, cariño—ayudó a refrescar su memoria. —Creo que quería pedirte un consejo sobre algo, no me dio muchos detalles, aunque lucía preocupado—comentó pensativa para luego asentir.
—Incluso yo podría pedir un día en el trabajo y cuidar a las pequeñas mientras sales. Te mereces un descanso, guapo. Trabajas mucho—surigió—Además, puede que después obtengas una recompensa—y aquel último comentario fue con un tono más sugerente y sensual.
—¿Segura hermosa?—preguntó, solo para estar tranquila de que podía seguir bien y la abrazó con mucha suavidad. Apretó la mano de su esposo para calmarlo al ver su expresión. Él también estaba preocupado por su hija, siempre tan frágil. Besó la coronilla de la pequeña rubia, tan parecida a su padre y embozó una sonrisa al ver que se encontraba a salvo. Alzó la mirada hacia su esposo, agradecida por todo el apoyo que la había brindado a lo largo de los años.
—Gracias Richard. No sabemos lo mucho que significa para mí que me apoyes en mis decisiones, por eso eres el esposo más perfecto y maravilloso, soy afortunada de tenerte a mi lado—halagó, al tiempo que se iba acercando para acortar la distancia entre ambos y poder besarlo. Arrulló a su niña que parecía bastante cómoda acurrucada contra su pecho. La imagen podía resultar incluso demasiado adorable. —Los amo—añadió suavemente.
—Es un pedacito de los dos, aunque en apariencia, se parece más a ti. Tiene tus ojos azules, hermosos—dijo al tiempo que pellizcaba con cariño, la naricita de la menor de sus hijos. —Y a mí me encanta comer contigo, Megy—afirmó, llenándola de besos. La aferró a su cuerpo para que no se le cayera y le dio besitos en el oído, escuchando como la pequeña se reía por las cosquillas. Tras tomar la mano de su esposo, ella sonrió.
Escuchar las delicias que había para la cena, Rebekah se relamió los labios. —Que rico amor, con el hambre que tengo, acabaremos con la comida—bromeó un poco, guiñándole un ojo. —¿Quieres comer eso cosita preciosa?—preguntó mientras le daba un beso de esquimal. Asintió. —Lupin, cariño—ayudó a refrescar su memoria. —Creo que quería pedirte un consejo sobre algo, no me dio muchos detalles, aunque lucía preocupado—comentó pensativa para luego asentir.
—Incluso yo podría pedir un día en el trabajo y cuidar a las pequeñas mientras sales. Te mereces un descanso, guapo. Trabajas mucho—surigió—Además, puede que después obtengas una recompensa—y aquel último comentario fue con un tono más sugerente y sensual.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Richard se tensó apenas escuchó a su hija toser y no dudó un segundo en sacar su varita para intervenir en caso de que fuera necesario. Afortunadamente, antes de que hiciera cualquier cosa, la pequeña se calmó y les sonrió a ambos, asegurándoles que estaba bien. El corazón casi se le había salido del pecho en esos momentos al hombre, quien temía que algo así se pudiera salir de control en cualquier momento y su pequeñita dejara de respirar sin que nadie la auxiliara.
—Sí, estoy bien —insistió Megara, tallándose los ojitos para quitar las lagrimitas y acurrucándose en los brazos tibios de su mami. El calorcito que le daban la reconfortaba mucho y la hacían sentir protegida. Aunque aún no entendía en toda su extensión lo que pasaba y la delicada situación en la que se encontraba, sabía que sus papis la cuidaban mucho, que con ellos estaba a salvo y que debía de ser fuerte para no verlos tristes.
El hombre suspiró de alivio al notar que solo había sido un susto y sonrió a su esposa antes de corresponder el beso amorosamente, para después darle un beso en la cabecita a su pequeñita, quien reposaba en los brazos de su madre. —El afortunado he sido yo —replicó, mirando a su esposa y a su hija con suma ternura y una sonrisa genuina de felicidad. Richard podía ser muchas cosas, incluyendo cosas desagradables para quienes no estaban en su esfera social, pero si algo lo distinguía es que amaba a su familia más que a su propia vida. —Y yo las amo a ustedes —contestó, sin perder la sonrisa.
—¡Yo también los amo! —gritó con voz algo chillona Megara, haciendo un pucherito al sentir los mimos en su carita y luego rio divertida, sonrojándose un poco por los halagos de su mami y los besos—. Mami es hermosa, todos lo dice. Yo quiero ser hermosa como mami —declaró la pequeñita, orgullosa—. Tus ojitos también son azules, mami —señaló la menor, estirando sus manitas y acariciando la cara de su madre, mirándola con mucha atención y luego volteó a su padre. Intercaló la mirada entre ambos muchas veces y con una carita de confusión, ladeó la cabecita—. Mami y papi se parecen mucho —dijo con inocencia.
Richard escuchó lo que decía su hija y se aguantó un poco la risa, disimulándolo con un carraspeo para aclararse la garganta. —Vamos, muero de hambre —declaró, dejando el tema un poco de lado, por no tener que explicar el hecho de que él y Rebekah eran primos. Tarde que temprano Megara lo descubriría, pero era mejor no entrar en esa conversación aún. —¡Sí! Quiero mucha pastita —asintió la pequeña, sin cuestionar más a sus padres y dejándose mimosear por su mamá.
—Sí, lo recuerdo —corroboró Richard ante las palabras de su esposa—. Ya casi lo había olvidado —admitió con algo de pena, pero sin llegar a complicarse demasiado—. Lupin siempre parece preocupado —quiso bromear para que Bex tampoco se liara por el asunto. No había porque añadir problemas de terceros a los propios que ya tenían—. No te preocupes, mi amor —la tranquilizó—. Sé que tú trabajo es crucial en estos momentos, sobre todo cómo está la situación. Narella y Eva pueden cuidar de Megara por una tarde y los elfos igual están al pendiente. O en todo caso, puedo pedirle a Lupin que venga a la casa y charlar aquí —barajeó las diferentes opciones, a la vez entraban al comedor y hacía una seña a los elfos para que comenzaran a servir la cena.
Tomó a su hija y la colocó en su silla, la cual era ligeramente más alta para que alcanzara bien la mesa y sus cubiertos eran más pequeños para que los manejara mejor. La dejó en su lugar y miró a su esposa con una sonrisa diferente, tras escuchar aquellas sugerentes palabras. —La que se merece una recompensa eres tú, hermosa —dijo en el mismo tono que ella había usado y la agarró en brazos para plantarle un beso antes de comenzar a cenar—. No sé que tan casada estés, pero te puedo dar un masaje antes de dormir —ofreció en un susurro, para después soltarla y retirarle la silla como todo caballero para que tomase asiento.
—Sí, estoy bien —insistió Megara, tallándose los ojitos para quitar las lagrimitas y acurrucándose en los brazos tibios de su mami. El calorcito que le daban la reconfortaba mucho y la hacían sentir protegida. Aunque aún no entendía en toda su extensión lo que pasaba y la delicada situación en la que se encontraba, sabía que sus papis la cuidaban mucho, que con ellos estaba a salvo y que debía de ser fuerte para no verlos tristes.
El hombre suspiró de alivio al notar que solo había sido un susto y sonrió a su esposa antes de corresponder el beso amorosamente, para después darle un beso en la cabecita a su pequeñita, quien reposaba en los brazos de su madre. —El afortunado he sido yo —replicó, mirando a su esposa y a su hija con suma ternura y una sonrisa genuina de felicidad. Richard podía ser muchas cosas, incluyendo cosas desagradables para quienes no estaban en su esfera social, pero si algo lo distinguía es que amaba a su familia más que a su propia vida. —Y yo las amo a ustedes —contestó, sin perder la sonrisa.
—¡Yo también los amo! —gritó con voz algo chillona Megara, haciendo un pucherito al sentir los mimos en su carita y luego rio divertida, sonrojándose un poco por los halagos de su mami y los besos—. Mami es hermosa, todos lo dice. Yo quiero ser hermosa como mami —declaró la pequeñita, orgullosa—. Tus ojitos también son azules, mami —señaló la menor, estirando sus manitas y acariciando la cara de su madre, mirándola con mucha atención y luego volteó a su padre. Intercaló la mirada entre ambos muchas veces y con una carita de confusión, ladeó la cabecita—. Mami y papi se parecen mucho —dijo con inocencia.
Richard escuchó lo que decía su hija y se aguantó un poco la risa, disimulándolo con un carraspeo para aclararse la garganta. —Vamos, muero de hambre —declaró, dejando el tema un poco de lado, por no tener que explicar el hecho de que él y Rebekah eran primos. Tarde que temprano Megara lo descubriría, pero era mejor no entrar en esa conversación aún. —¡Sí! Quiero mucha pastita —asintió la pequeña, sin cuestionar más a sus padres y dejándose mimosear por su mamá.
—Sí, lo recuerdo —corroboró Richard ante las palabras de su esposa—. Ya casi lo había olvidado —admitió con algo de pena, pero sin llegar a complicarse demasiado—. Lupin siempre parece preocupado —quiso bromear para que Bex tampoco se liara por el asunto. No había porque añadir problemas de terceros a los propios que ya tenían—. No te preocupes, mi amor —la tranquilizó—. Sé que tú trabajo es crucial en estos momentos, sobre todo cómo está la situación. Narella y Eva pueden cuidar de Megara por una tarde y los elfos igual están al pendiente. O en todo caso, puedo pedirle a Lupin que venga a la casa y charlar aquí —barajeó las diferentes opciones, a la vez entraban al comedor y hacía una seña a los elfos para que comenzaran a servir la cena.
Tomó a su hija y la colocó en su silla, la cual era ligeramente más alta para que alcanzara bien la mesa y sus cubiertos eran más pequeños para que los manejara mejor. La dejó en su lugar y miró a su esposa con una sonrisa diferente, tras escuchar aquellas sugerentes palabras. —La que se merece una recompensa eres tú, hermosa —dijo en el mismo tono que ella había usado y la agarró en brazos para plantarle un beso antes de comenzar a cenar—. No sé que tan casada estés, pero te puedo dar un masaje antes de dormir —ofreció en un susurro, para después soltarla y retirarle la silla como todo caballero para que tomase asiento.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Siempre existía el temor de que Megara sufriera un ataque de asma del cual ni Richard ni Rebekah pudieran salvarla. Afortunadamente, eso no había pasado y deseaba que no pasara nunca. Su esposo estimaba que mientras siguiera el tratamiento, comiera de forma sana, practicara ejercicio moderado entre otros tipos de salud, los pulmoncitos de la pequeña se volvieran más fuertes hasta el punto de que no necesitara ayuda, ni ejercicios, hechizos o pociones para respirar con normalidad.
Le dedicó una radiante sonrisa a su hija y a su esposo, indicando que todo estaba bien. Besó más bebes a su princesa, siempre siendo delicada con los tratos que le daba. Le ayudó a limpiarse las pequeñas lágrimas que había en sus mejillas. Era la cosita más adorable que alguna vez hubiera visto. Siempre había dicho que Meg era la viva imagen de Richard. Le hacía recordar una imagen que había visto de su esposo en una fotografía de cuando tenía la edad de la menor. La buscaría para mostrársela a ambos.
Volvió a pesar a su esposo. Era algo que sencillamente no podía evitar y que nacía de sus sentimientos por él. Le parecía el hombre más atractivo, el más romántico y el mejor de todos, puede que sus métodos en el pasado no hayan sido los más idóneos, pero cada momento que había pasado a su lado valía mucho la pena. No podía imaginarse un futuro distinto, una vida sin él era demasiado dolorosa si quiera de concebir para ella y sabía que para él también. Había lazos bastante fuertes que los unían.
Al oír a su pequeña, Rebekah se sonrojó sin poder evitarlo. La pelirroja no era tonta, sabía que era atractiva para los hombres y estaba acostumbrada a los halagos de todo tipo por muy molestos que fueran algunos, pero el hecho de que lo pusiera en evidencia en aquellos momentos, que la pequeña fuera consciente de ello pero sobre todo, que hiciera mención estando Richard ahí, con lo celoso que podía llegar a ser, hizo que se avergonzara. —Gracias corazón, pero seguramente tú serás más hermosa que yo—le aseguró. Sintió como mariposas revolotean en su rostro ante el suave tacto de sus manitas.
El siguiente comentario la dejó bastante sorprendida y volvió a enrojecer, mirando a Richard cuando él comenzó a reír. —Es una larga historia corazón—dijo simplemente. Aun no sabía cómo iban a explicarle a Megara que eran primos. Al menos Gala, Leah y Agares eran conscientes de ello, pero a la niña aun le faltaba mucho por comprender. Sonrió a su pequeña—Tendrás pastita—afirmó, para luego volver a la conversación con su esposo. —Algo le preocupa, estoy segura, pero aun no sé qué es. Quizás por eso necesita tu ayuda y un par de tragos—declaró ella.
—La idea que te parezca mejor, cielo—añadió a continuación al oír sus propuestas. Permitió que Richard tomara a Megara entre sus brazos para ponerla en la silla alta especial para ella. Se dejó besar y hacer, pues siempre le había gustado eso de Richard. Asintió. —Me encantaría ese masaje, ¿sabes? Lo que venga después…—se mordió el labio, rió un poco y se sentó junto a su esposo e hija para empezar a comer.
Le dedicó una radiante sonrisa a su hija y a su esposo, indicando que todo estaba bien. Besó más bebes a su princesa, siempre siendo delicada con los tratos que le daba. Le ayudó a limpiarse las pequeñas lágrimas que había en sus mejillas. Era la cosita más adorable que alguna vez hubiera visto. Siempre había dicho que Meg era la viva imagen de Richard. Le hacía recordar una imagen que había visto de su esposo en una fotografía de cuando tenía la edad de la menor. La buscaría para mostrársela a ambos.
Volvió a pesar a su esposo. Era algo que sencillamente no podía evitar y que nacía de sus sentimientos por él. Le parecía el hombre más atractivo, el más romántico y el mejor de todos, puede que sus métodos en el pasado no hayan sido los más idóneos, pero cada momento que había pasado a su lado valía mucho la pena. No podía imaginarse un futuro distinto, una vida sin él era demasiado dolorosa si quiera de concebir para ella y sabía que para él también. Había lazos bastante fuertes que los unían.
Al oír a su pequeña, Rebekah se sonrojó sin poder evitarlo. La pelirroja no era tonta, sabía que era atractiva para los hombres y estaba acostumbrada a los halagos de todo tipo por muy molestos que fueran algunos, pero el hecho de que lo pusiera en evidencia en aquellos momentos, que la pequeña fuera consciente de ello pero sobre todo, que hiciera mención estando Richard ahí, con lo celoso que podía llegar a ser, hizo que se avergonzara. —Gracias corazón, pero seguramente tú serás más hermosa que yo—le aseguró. Sintió como mariposas revolotean en su rostro ante el suave tacto de sus manitas.
El siguiente comentario la dejó bastante sorprendida y volvió a enrojecer, mirando a Richard cuando él comenzó a reír. —Es una larga historia corazón—dijo simplemente. Aun no sabía cómo iban a explicarle a Megara que eran primos. Al menos Gala, Leah y Agares eran conscientes de ello, pero a la niña aun le faltaba mucho por comprender. Sonrió a su pequeña—Tendrás pastita—afirmó, para luego volver a la conversación con su esposo. —Algo le preocupa, estoy segura, pero aun no sé qué es. Quizás por eso necesita tu ayuda y un par de tragos—declaró ella.
—La idea que te parezca mejor, cielo—añadió a continuación al oír sus propuestas. Permitió que Richard tomara a Megara entre sus brazos para ponerla en la silla alta especial para ella. Se dejó besar y hacer, pues siempre le había gustado eso de Richard. Asintió. —Me encantaría ese masaje, ¿sabes? Lo que venga después…—se mordió el labio, rió un poco y se sentó junto a su esposo e hija para empezar a comer.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Megara sonrió ante las atenciones de su mami y luego permaneció calladita entre sus brazos, el pequeño incidente la había dejado algo cansada y hasta algo de sueño le había entrado, aunque su pancita hacía ruiditos porque tenía hambre. Se acurrucó y cerró los ojitos, esperando que la llevaran a comer con ellos, como de costumbre. Con una sonrisita en su rostro se hizo bolita en los brazos de Rebekah y luego abrió solo uno para ver a su mami por lo que acaba de decir. Una risita se le escapó sin querer. —Papi dice que no hay mujer más hermosa que tú —dijo con su vocesita y volteando a ver a su padre para que corroborara sus palabras.
Richard estaba observando la escena con diversión y enseguida asintió, riendo disimuladamente sin apartar la vista de ambas. —Afrodita se muere de envidia contigo, mi cielo —halagó, dando una ligera palmada a los glúteos de su esposa y luego rodeándole la cintura para caminar juntos aquel pequeño tramo que les quedaba hasta el comedor, aprovechando para darle un beso en la frente a su hijita.
Después de eso, el hombre sencillamente ignoró el comentario de que ambos eran muy parecidos. Con el tiempo Megara se enteraría, lo aceptaría y no habría que explicar demasiado, o al menos así había pasado con sus otros hijos, pues no era tan sencillo explicar que eran primos y que por cuestiones de la vida se habían enamorado y terminado juntos.
—Está bien, luego hablaré con él —aceptó lo de Ted y suspiró, negando con la cabeza—. Quizá debería de volver a trabajar. Aunque me preocupa dejar a Megara sola, siento que están pasando demasiadas cosas en el mundo mágico de las que no me estoy enterado y eso me preocupa… no quiero que nada malo le pase a nuestra familia por mi pasividad —comentó pensativo, mirando hacia un punto lejano, perdido en sus propios pensamientos. Día a día se debatía sobre si debía o no hacer ciertas cosas que beneficiaran a su familia.
Megara sonrió y aplaudió contenta cuando por fin la dejaron en su sillita para comer. Su pancita gruñía y cuando el platito con pasta apareció frente a ella, comenzó a comer sin esperar a sus papis, quienes seguían hablando de cosas que ella no entendía del todo bien. —Perdón —se disculpó la pequeñita al notar que la miraban porque ya tenía la boquita manchada de salsa de tomate.
A Richard se le escapó una risa y negó con la cabeza. —Está bien, come, princesa —la alentó y volvió a enfocar su atención en su esposa. —El postre te va a encantar, conejita —le susurró muy bajito al oído a Bex, para luego hacer lo propio y comenzar también a comer. Durante varios minutos hubo silencio por parte de los Dolohov y en la estancia tan solo se escuchaba el ruido de los cubiertos y soniditos que hacía Megara al comer.
Richard estaba observando la escena con diversión y enseguida asintió, riendo disimuladamente sin apartar la vista de ambas. —Afrodita se muere de envidia contigo, mi cielo —halagó, dando una ligera palmada a los glúteos de su esposa y luego rodeándole la cintura para caminar juntos aquel pequeño tramo que les quedaba hasta el comedor, aprovechando para darle un beso en la frente a su hijita.
Después de eso, el hombre sencillamente ignoró el comentario de que ambos eran muy parecidos. Con el tiempo Megara se enteraría, lo aceptaría y no habría que explicar demasiado, o al menos así había pasado con sus otros hijos, pues no era tan sencillo explicar que eran primos y que por cuestiones de la vida se habían enamorado y terminado juntos.
—Está bien, luego hablaré con él —aceptó lo de Ted y suspiró, negando con la cabeza—. Quizá debería de volver a trabajar. Aunque me preocupa dejar a Megara sola, siento que están pasando demasiadas cosas en el mundo mágico de las que no me estoy enterado y eso me preocupa… no quiero que nada malo le pase a nuestra familia por mi pasividad —comentó pensativo, mirando hacia un punto lejano, perdido en sus propios pensamientos. Día a día se debatía sobre si debía o no hacer ciertas cosas que beneficiaran a su familia.
Megara sonrió y aplaudió contenta cuando por fin la dejaron en su sillita para comer. Su pancita gruñía y cuando el platito con pasta apareció frente a ella, comenzó a comer sin esperar a sus papis, quienes seguían hablando de cosas que ella no entendía del todo bien. —Perdón —se disculpó la pequeñita al notar que la miraban porque ya tenía la boquita manchada de salsa de tomate.
A Richard se le escapó una risa y negó con la cabeza. —Está bien, come, princesa —la alentó y volvió a enfocar su atención en su esposa. —El postre te va a encantar, conejita —le susurró muy bajito al oído a Bex, para luego hacer lo propio y comenzar también a comer. Durante varios minutos hubo silencio por parte de los Dolohov y en la estancia tan solo se escuchaba el ruido de los cubiertos y soniditos que hacía Megara al comer.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Embozó una sonrisa por el comentario que había hecho su hija. Rebekah no era tonta, sabía lo atractiva que podía ser para muchos hombres e incluso alguna que otra mujer. Aquello le había servido bastante a lo largo de los años para conseguir pequeños favores aunque de ello, claro, Richard desconocía. Si por alguna razón se llegaba a enterar no estaría muy de acuerdo por muchos beneficios que pudieran obtener. —Papá exagera cariño. Lo hace porque quiere ganarse un premio—bromeó la pelirroja, dirigiéndole a su esposo una mirada cargada de complicidad y picardía. A continuación, soltó una risita.
—Eres exagerado, mi cielo. Pero así te amo—le aseguró, pensando que decir que Afrodita le tenía envidia era demasiado para ella. Dio un respingo por aquel gesto de su marido por lo que le proporcionó un pequeñísimo codazo en las cosquillas, aunque fue de forma muy juguetona. Aunque se dejó abrazar por él, porque tenía que admitirlo, le gustaban esos detalles que a lo largo de los años se habían hecho parte de su rutina y de los cuales ella nunca iba a cansarse. Megara se removía ligeramente en el regazo de Rebekah ante los mimos de su padre.
No es que no le gustaran pero le gustaba hacer muequitas y sentirse chiqueada por sus padres. Ella imitó a Richard y besó la frente de su hija una vez más, en señal de afecto. Asintió, dejando el tema del auror de lado y sonrió una vez más por lo bonito que era aquel momento con su familia. Cuando estuvieran todos juntos de nuevo, claramente sería muchísimo mejor. Por el momento se limitaba a disfrutar de su esposo y de la menor de sus hijos. Una vez que estuvieron instalados en la mesa, la conversación se reanudó en lo que esperaban a que se sirviera la comida.
—Puedes llevar a Megara al trabajo—respondió ella—Algunos días yo estaré en casa para ayudarte y pues bueno, ya casi son vacaciones, no dudes que las gemelas quieran ayudarte a cuidar a su hermanita—le dijo, omitiendo el detalle de Agares, quien por su condición, no creía quisiera hacerlo. No era discriminación, simplemente Rebekah lo conocía lo suficiente como para deducir que cuidar a su hermana era lo último en sus planes. —¿Volverías como director de San Mungo o como jefe de planta…?—le preguntó con curiosidad al ver que se quedaba pensativo por lo de volver a trabajar o no. —Sabes que yo puedo ponerte al día de todo si es lo que te preocupa—replicó ella.
La comida se sirvió y al ver como Megara comenzaba a comer, la pelirroja le lanzó una mirada de advertencia no muy dura. —¿Dónde están sus modales, señorita?—la regañó un poquito para que comiera bien. A continuación, sonrió por su respuesta y dejó que comiera de nuevo. Sintió un escalofrío por el comentario de Richard, sabía a lo que se refería y el solo hecho de pensarlo la hizo sonrojar de nuevo. Comenzaron a comer con calma, con unos minutos de silencio antes de que volviera a hablar. —¿Sabes si Salem va a traer a Eva a casa?—preguntó—Hace unos días hable con él y parecía encantando con la idea. Incluso con una pequeña reunión con la familia en vacaciones. ¿Te gustaría?—preguntó—Tal vez James quiera venir y traer a sus hijos—le dedicó una sonrisa divertida y besó su mejilla antes de seguir con la comida.
—Eres exagerado, mi cielo. Pero así te amo—le aseguró, pensando que decir que Afrodita le tenía envidia era demasiado para ella. Dio un respingo por aquel gesto de su marido por lo que le proporcionó un pequeñísimo codazo en las cosquillas, aunque fue de forma muy juguetona. Aunque se dejó abrazar por él, porque tenía que admitirlo, le gustaban esos detalles que a lo largo de los años se habían hecho parte de su rutina y de los cuales ella nunca iba a cansarse. Megara se removía ligeramente en el regazo de Rebekah ante los mimos de su padre.
No es que no le gustaran pero le gustaba hacer muequitas y sentirse chiqueada por sus padres. Ella imitó a Richard y besó la frente de su hija una vez más, en señal de afecto. Asintió, dejando el tema del auror de lado y sonrió una vez más por lo bonito que era aquel momento con su familia. Cuando estuvieran todos juntos de nuevo, claramente sería muchísimo mejor. Por el momento se limitaba a disfrutar de su esposo y de la menor de sus hijos. Una vez que estuvieron instalados en la mesa, la conversación se reanudó en lo que esperaban a que se sirviera la comida.
—Puedes llevar a Megara al trabajo—respondió ella—Algunos días yo estaré en casa para ayudarte y pues bueno, ya casi son vacaciones, no dudes que las gemelas quieran ayudarte a cuidar a su hermanita—le dijo, omitiendo el detalle de Agares, quien por su condición, no creía quisiera hacerlo. No era discriminación, simplemente Rebekah lo conocía lo suficiente como para deducir que cuidar a su hermana era lo último en sus planes. —¿Volverías como director de San Mungo o como jefe de planta…?—le preguntó con curiosidad al ver que se quedaba pensativo por lo de volver a trabajar o no. —Sabes que yo puedo ponerte al día de todo si es lo que te preocupa—replicó ella.
La comida se sirvió y al ver como Megara comenzaba a comer, la pelirroja le lanzó una mirada de advertencia no muy dura. —¿Dónde están sus modales, señorita?—la regañó un poquito para que comiera bien. A continuación, sonrió por su respuesta y dejó que comiera de nuevo. Sintió un escalofrío por el comentario de Richard, sabía a lo que se refería y el solo hecho de pensarlo la hizo sonrojar de nuevo. Comenzaron a comer con calma, con unos minutos de silencio antes de que volviera a hablar. —¿Sabes si Salem va a traer a Eva a casa?—preguntó—Hace unos días hable con él y parecía encantando con la idea. Incluso con una pequeña reunión con la familia en vacaciones. ¿Te gustaría?—preguntó—Tal vez James quiera venir y traer a sus hijos—le dedicó una sonrisa divertida y besó su mejilla antes de seguir con la comida.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
A Richard y a Megy se les salió una risita idéntica ante la pequeña broma de Rebekah, clara muestra de que padre e hija no solo eran iguales físicamente, sino que compartían mucho de su personalidad, quizá por genes, quizá por pasar tanto tiempo juntos. —¿Y me darás ese premio? —preguntó con picardía el rubio, sonriendo y guiñándole un ojo. No había nada más que disfrutara Rich que esos pequeños juegos con su esposa. Por su parte, su hijita se rio tantito y tapo los ojitos como si estuviera avergonzada, tal vez esperando que sus papis se fueran a dar un beso que no llegó, aunque notó que sus progenitores se daban toques raritos, pero no dijo nada de eso porque no lo entendió demasiado bien.
La pequeña siguió acurrucadita en los brazos de su mami y se dejó chiquear por sus papis todo lo que pudo conseguir con sus muequitas. Aunque después hizo más bien pucheritos al notar que los mayores se ponían a hablar como si ella no estuviera ahí. —El hospital no es precisamente un buen lugar para una niña con asma y las defensas tan bajas —le recordó a su esposa con algo de recelo ante la idea—. La verdad es que no me gustaría alejarme de ella, pero… —miró a la chiquita y le sonrió—. Tal vez lo piense un poco… —suspiró y asintió con la cabeza ante las sugerencias, pese a no estar del todo seguro
—Si aun me dejan ser director… no lo sé —admitió, quedándose pensativo ante la idea. Volver a integrarse al mundo laboral después de tanto tiempo no era precisamente un cambio fácil, sobre todo si tomaba en cuenta que la situación actual del mundo mágico no era la mejor. De cualquier forma, aún tenía algo de tiempo para pensar, no era como si tuviese que tomar la decisión de la noche a la mañana, incluso si lo quisiera hacer con toda seguridad, debía de hablar con ciertas personas y hacer uso de sus conexiones para volver a retomar el puesto que tenía antes o un puesto de cualquier otra cosa, porque dudaba que el actual director quisiera renunciar tan fácilmente.
Ya cuando estaba comiendo, la vocecita de Megara lo hizo sonreír un poquito, pese a que Bex y él mismo la habían volteado a ver por el pequeño desastre que estaba haciendo. —Lo siento, mami —volvió a disculparse apenada y se limpió la boquita, para luego usar sus cubiertitos de plástico y con el ceño fruncido por lo complicado que le parecía el asunto, comenzó a comer con toda la educación que había recibido a su corta edad.
Richard por su parte, volvió a ver a su mujer y por debajo de la mesa acarició su pierna. —Tu postre incluye zanahoria y crema —le susurró muy bajito, asegurándose de que su hija no escuchara, porque lo que iban a servir los elfos cuando terminaran de comer el plato fuerte, sería natilla con frutos rojos como había informado minutos atrás, pero quería enfatizar a que se refería con su postre especial, ese que vendría cuando estuvieran a solas en la habitación. Luego dejó de acariciarla y se dedicó a comer, terminando casi enseguida y esperando a que le trajeran el pollo con champiñones.
—Mencionó algo la última vez que nos vimos —admitió con respecto al tema de Salem—. Y sí, me agrada la idea de que nos reunamos, sobre todo en vacaciones, para que convivamos más. Es bueno estar unidos en estos tiempos —aceptó y luego arqueó una ceja ante el nombre—. ¿James...? —preguntó, sintiéndose algo confuso por un instante. La memoria comenzaba a fallarle…
—¡Sí! ¡Fiesta! —gritó Megy al escuchar eso de que habría una reunión—. ¿Sus hijos son chiquitos como yo? ¡Quiero ver a Eva! —intervino emocionada, con los ojitos brillándole y una sonrisita de oreja a oreja.
La pequeña siguió acurrucadita en los brazos de su mami y se dejó chiquear por sus papis todo lo que pudo conseguir con sus muequitas. Aunque después hizo más bien pucheritos al notar que los mayores se ponían a hablar como si ella no estuviera ahí. —El hospital no es precisamente un buen lugar para una niña con asma y las defensas tan bajas —le recordó a su esposa con algo de recelo ante la idea—. La verdad es que no me gustaría alejarme de ella, pero… —miró a la chiquita y le sonrió—. Tal vez lo piense un poco… —suspiró y asintió con la cabeza ante las sugerencias, pese a no estar del todo seguro
—Si aun me dejan ser director… no lo sé —admitió, quedándose pensativo ante la idea. Volver a integrarse al mundo laboral después de tanto tiempo no era precisamente un cambio fácil, sobre todo si tomaba en cuenta que la situación actual del mundo mágico no era la mejor. De cualquier forma, aún tenía algo de tiempo para pensar, no era como si tuviese que tomar la decisión de la noche a la mañana, incluso si lo quisiera hacer con toda seguridad, debía de hablar con ciertas personas y hacer uso de sus conexiones para volver a retomar el puesto que tenía antes o un puesto de cualquier otra cosa, porque dudaba que el actual director quisiera renunciar tan fácilmente.
Ya cuando estaba comiendo, la vocecita de Megara lo hizo sonreír un poquito, pese a que Bex y él mismo la habían volteado a ver por el pequeño desastre que estaba haciendo. —Lo siento, mami —volvió a disculparse apenada y se limpió la boquita, para luego usar sus cubiertitos de plástico y con el ceño fruncido por lo complicado que le parecía el asunto, comenzó a comer con toda la educación que había recibido a su corta edad.
Richard por su parte, volvió a ver a su mujer y por debajo de la mesa acarició su pierna. —Tu postre incluye zanahoria y crema —le susurró muy bajito, asegurándose de que su hija no escuchara, porque lo que iban a servir los elfos cuando terminaran de comer el plato fuerte, sería natilla con frutos rojos como había informado minutos atrás, pero quería enfatizar a que se refería con su postre especial, ese que vendría cuando estuvieran a solas en la habitación. Luego dejó de acariciarla y se dedicó a comer, terminando casi enseguida y esperando a que le trajeran el pollo con champiñones.
—Mencionó algo la última vez que nos vimos —admitió con respecto al tema de Salem—. Y sí, me agrada la idea de que nos reunamos, sobre todo en vacaciones, para que convivamos más. Es bueno estar unidos en estos tiempos —aceptó y luego arqueó una ceja ante el nombre—. ¿James...? —preguntó, sintiéndose algo confuso por un instante. La memoria comenzaba a fallarle…
—¡Sí! ¡Fiesta! —gritó Megy al escuchar eso de que habría una reunión—. ¿Sus hijos son chiquitos como yo? ¡Quiero ver a Eva! —intervino emocionada, con los ojitos brillándole y una sonrisita de oreja a oreja.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Ver a ambos sonreír le hizo pensar que eran como dos gotitas de agua. Megara, sin duda alguna, era la que mayor parecido guardaba con Richard en muchos sentidos. Desde el físico, como lo era la sonrisa o los ojos azules hasta la personalidad infantil y juguetona. Le sonrió a su pequeña y le pellizcó la mejilla como una muestra de cariño. La ama. De todos sus hijos, su pequeña era la que llevaba una vida difícil dado por su enfermedad. Ni siquiera las gemelas o Agares habían desarrollado alguna, la peor parte se la había llevado ella. Sus problemas de con el asma, los ataques que le daban si no llevaba el inhalador encima o algún hechizo que le ayudara a destapar sus vías respiratorias…
Rebekah no quería ni pensarlos. Ni siquiera imaginar que pasaría si algo le pasaba mientras ellos no estuvieran. Por eso su pequeña dormía con ellos la mayor parte del tiempo, para supervisar que en la noche no se fuera a ahogar. Parpadeó ligeramente cuando Richard hizo aquel comentario, riendo suavemente. —Oh mi cielo. Eso tendrás que averiguarlo por ti mismo—le sonrió, relamiéndose los labios de forma sugerente. Le dio un apretón con su mano libre antes de terminar de comer el primer platillo y ayudar a su pequeña a que finalizara con el suyo, ella hacia esfuerzos por comerse todo.
Ladeó el rostro ligeramente y miró a Richard. —Bueno, tendrías una oficina donde estar con Megara si no te quieres separar de ella. Además, está Lucy y Klaus. Sabes que ellos te ayudarían sin dudarlo, amor—le recordó, pues si bien Klaus era un tanto reservado e incluso con un carácter especial, los niños eran su debilidad. Por otro lado, Lucy estaría más que encantada ya que le tenía un cariño especial a Megara. —Pero no tienes por qué decidir ahora. Además, aun tienes que dirigir el área de alquimia del hospital que tú mismo has financiado—.
Recordaba la época de director de Richard. Había sido un cargo bastante corto por el estado de salud de Rebekah y por los acontecimientos que sucedieron después de su embarazo. —Sub Director o jefe de planta no es tan malo—animó al final pero no lo presionó de nuevo. Al fin y al cabo, decisión de Richard. Giró su vista a Megy y le limpió un poquito más. —Descuida cariño. Solo recuerda que debes de comer como una damita y sin ensuciarte la ropa—le sugirió y besó su frente con ternura. Dio un respingo al sentir la mano de Richard, por lo que le dirigió una mirada divertida. —¿Ya no puedes disimular tu ansiedad, amor?—le preguntó en tono de broma y para molestarlo un poco.
Aunque lo cierto era que la idea que se formaba en su cabeza la hizo sonreír. —Espero que sea dulce porque tengo antojo—replicó de vuelta, guiñándole un ojo. Los elfos enseguida sirvieron pollo con champiñones, esperando a que su hija terminara para retirar su plato y continuar con el siguiente. Bex estaba cortando el pollo cuando Richard habló de nuevo. —Sí, fue lo que yo pensé. Le dije que era una buena idea y que se pusiera de acuerdo contigo para fijar la fecha—replicó y luego rió. —Amor, creo que la edad te esta afectando. Nuestro amigo James Russo. Él que de jóvenes te decía que eras un borracho—intentó refrescar su memoria para ver si eso le traía recuerdos de su juventud.
—No exactamente corazón, pero podrás jugar con Eva todo lo que quieras cuando venga—prometió ella, acariciando su cabello y volviendo a la comida.
Rebekah no quería ni pensarlos. Ni siquiera imaginar que pasaría si algo le pasaba mientras ellos no estuvieran. Por eso su pequeña dormía con ellos la mayor parte del tiempo, para supervisar que en la noche no se fuera a ahogar. Parpadeó ligeramente cuando Richard hizo aquel comentario, riendo suavemente. —Oh mi cielo. Eso tendrás que averiguarlo por ti mismo—le sonrió, relamiéndose los labios de forma sugerente. Le dio un apretón con su mano libre antes de terminar de comer el primer platillo y ayudar a su pequeña a que finalizara con el suyo, ella hacia esfuerzos por comerse todo.
Ladeó el rostro ligeramente y miró a Richard. —Bueno, tendrías una oficina donde estar con Megara si no te quieres separar de ella. Además, está Lucy y Klaus. Sabes que ellos te ayudarían sin dudarlo, amor—le recordó, pues si bien Klaus era un tanto reservado e incluso con un carácter especial, los niños eran su debilidad. Por otro lado, Lucy estaría más que encantada ya que le tenía un cariño especial a Megara. —Pero no tienes por qué decidir ahora. Además, aun tienes que dirigir el área de alquimia del hospital que tú mismo has financiado—.
Recordaba la época de director de Richard. Había sido un cargo bastante corto por el estado de salud de Rebekah y por los acontecimientos que sucedieron después de su embarazo. —Sub Director o jefe de planta no es tan malo—animó al final pero no lo presionó de nuevo. Al fin y al cabo, decisión de Richard. Giró su vista a Megy y le limpió un poquito más. —Descuida cariño. Solo recuerda que debes de comer como una damita y sin ensuciarte la ropa—le sugirió y besó su frente con ternura. Dio un respingo al sentir la mano de Richard, por lo que le dirigió una mirada divertida. —¿Ya no puedes disimular tu ansiedad, amor?—le preguntó en tono de broma y para molestarlo un poco.
Aunque lo cierto era que la idea que se formaba en su cabeza la hizo sonreír. —Espero que sea dulce porque tengo antojo—replicó de vuelta, guiñándole un ojo. Los elfos enseguida sirvieron pollo con champiñones, esperando a que su hija terminara para retirar su plato y continuar con el siguiente. Bex estaba cortando el pollo cuando Richard habló de nuevo. —Sí, fue lo que yo pensé. Le dije que era una buena idea y que se pusiera de acuerdo contigo para fijar la fecha—replicó y luego rió. —Amor, creo que la edad te esta afectando. Nuestro amigo James Russo. Él que de jóvenes te decía que eras un borracho—intentó refrescar su memoria para ver si eso le traía recuerdos de su juventud.
—No exactamente corazón, pero podrás jugar con Eva todo lo que quieras cuando venga—prometió ella, acariciando su cabello y volviendo a la comida.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Había pasado considerable tiempo desde que Richard había abandonado el mundo laboral, quizá por ello era que se sentía renuente a la idea. Convengamos, eso de levantarse temprano para tener una larga jornada en la oficina, con todo y las flexibilidades que había de por medio, no era lo mismo que quedarse en casa a estar a veces acostado más de la mitad del día, leyendo cuentos a Megara o jugando con sus muñecos. Sí, no iba a negar que hasta cierto punto se había vuelto algo perezoso en ese aspecto de estar atado a los protocolos de un trabajo.
—Lo sé y por eso lo pensaré seriamente —concedió, recordando que no hacía mucho que se había topado con ambos en San Mungo y Eva la había pasado especialmente con la pelirroja—. Quizá también a ella le haga bien salir un poco más —consideró, con aires pensativos, pero aun renuente a la idea. Aunque debía confesar que, a la hora de mencionar la alquimia, una chispa de júbilo se encendió en él. El arte ancestral de crear magia antigua había sido su pasión y obsesión desde que tenía uso de memoria. Una piedra filosofal en buen estado podría resolver casi todo: La enfermedad de Megy, por ejemplo, o revitalizar a Nixie en su frágil condición, o darles la vida eterna a él y a Bex para no tener que preocuparse por un día morir y vivir el uno sin el otro…
Negó con la cabeza, primero, y luego asintió. —Sí, sería buena idea —terminó aceptado de manera informal. No iba a ser fácil volver. No sería algo que pasaría de la noche a la mañana, pero era buena idea írselo planteando. Desvió la mirada hacía donde estaba su hija, ligeramente sonrojada por el regaño, pero siguiendo los consejos de su mami para ser la damita que esperaban que fuera. Afortunadamente, Megara estaba demasiado concentrada en su comida como para fijarse en lo que hacían sus padres. —¿La verdad? No —confesó con la voz ligeramente ronca ante la idea de que aquella noche, quizá, podría algo de intimidad con su mujer.
Una risa se le escapó ante aquel comentario y asintió. —El postre será dulce —corroboró y continuó comiendo el siguiente plato que les habían traído los elfos. —Princesita, no hay postre si no lo comes todo —advirtió con ese tono paternal que empleaba para con sus hijos en aquellas situaciones donde había que imponer un poco de disciplina, y es que Megy ya había comenzado a echar disimuladamente los champiñones al otro plato para no tener que comerlos. La aludida hizo un pucherito y con mucho esfuerzo, como si de una misión imposible se tratara, se dedicó a comer todo lo que le habían servido, que era una porción considerablemente pequeña en comparación con la de sus padres.
—Me parece bien. Quizá una reunión fuera del país también nos vendría bien, para cambiar de ambiente de forma radical. Grecia o Rusia, luego hablo con él —comentó tranquilamente, asintiendo con un ligero cabeceo mientras comía—. ¿La edad? —se rió un poco y negó, limpiándose sutilmente la boca, para luego dar un trago de vino y otro de agua—. Estoy viejo, pero no tanto —se quejó y tras pensarlo un poco sonrió—. ¡Ah! Ese James —rememoró, ladeando la cabeza ligeramente—. Tenía años de no recordar nada de él —admitió sin pena alguna—. ¿Haz hablando con él? —quiso saber, mostrando la misma curiosidad que su hija, porque honestamente no recordaba que había sido de la vida de su viejo amigo. Definitivamente, eso de ser “amo de casa” lo había desconectado mucho de la sociedad mágica.
—Lo sé y por eso lo pensaré seriamente —concedió, recordando que no hacía mucho que se había topado con ambos en San Mungo y Eva la había pasado especialmente con la pelirroja—. Quizá también a ella le haga bien salir un poco más —consideró, con aires pensativos, pero aun renuente a la idea. Aunque debía confesar que, a la hora de mencionar la alquimia, una chispa de júbilo se encendió en él. El arte ancestral de crear magia antigua había sido su pasión y obsesión desde que tenía uso de memoria. Una piedra filosofal en buen estado podría resolver casi todo: La enfermedad de Megy, por ejemplo, o revitalizar a Nixie en su frágil condición, o darles la vida eterna a él y a Bex para no tener que preocuparse por un día morir y vivir el uno sin el otro…
Negó con la cabeza, primero, y luego asintió. —Sí, sería buena idea —terminó aceptado de manera informal. No iba a ser fácil volver. No sería algo que pasaría de la noche a la mañana, pero era buena idea írselo planteando. Desvió la mirada hacía donde estaba su hija, ligeramente sonrojada por el regaño, pero siguiendo los consejos de su mami para ser la damita que esperaban que fuera. Afortunadamente, Megara estaba demasiado concentrada en su comida como para fijarse en lo que hacían sus padres. —¿La verdad? No —confesó con la voz ligeramente ronca ante la idea de que aquella noche, quizá, podría algo de intimidad con su mujer.
Una risa se le escapó ante aquel comentario y asintió. —El postre será dulce —corroboró y continuó comiendo el siguiente plato que les habían traído los elfos. —Princesita, no hay postre si no lo comes todo —advirtió con ese tono paternal que empleaba para con sus hijos en aquellas situaciones donde había que imponer un poco de disciplina, y es que Megy ya había comenzado a echar disimuladamente los champiñones al otro plato para no tener que comerlos. La aludida hizo un pucherito y con mucho esfuerzo, como si de una misión imposible se tratara, se dedicó a comer todo lo que le habían servido, que era una porción considerablemente pequeña en comparación con la de sus padres.
—Me parece bien. Quizá una reunión fuera del país también nos vendría bien, para cambiar de ambiente de forma radical. Grecia o Rusia, luego hablo con él —comentó tranquilamente, asintiendo con un ligero cabeceo mientras comía—. ¿La edad? —se rió un poco y negó, limpiándose sutilmente la boca, para luego dar un trago de vino y otro de agua—. Estoy viejo, pero no tanto —se quejó y tras pensarlo un poco sonrió—. ¡Ah! Ese James —rememoró, ladeando la cabeza ligeramente—. Tenía años de no recordar nada de él —admitió sin pena alguna—. ¿Haz hablando con él? —quiso saber, mostrando la misma curiosidad que su hija, porque honestamente no recordaba que había sido de la vida de su viejo amigo. Definitivamente, eso de ser “amo de casa” lo había desconectado mucho de la sociedad mágica.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Ella sonrió con suavidad. —No quiero que pienses que te estoy obligando o condicionando, amor—aclaró con suavidad—Me gusta que estés en casa para recibirme—añadió con cierto tono pícaro que paso desapercibido para su pequeña hija. —En los últimos años, tú y yo hemos invertido los roles, ¿no crees cielo?—preguntó divertida.
Asintió. —Podemos tomarnos unas vacaciones y llevarnos a Megara a la casa en Grecia o a la casa de mi padre en Rusia. Le haría bien, quizás sus pulmoncitos se fortalezcan con un cambio de aires—dijo, convencida de que la respuesta podía ser esa. Observó cómo su esposo se mostraba pensativo, pero ante la idea de la alquimia, su rostro se tornaba emocionado, apasionante. Le gustaba eso de él. Sabía lo mucho que el tema le fascinaba.
—Oh, con calma, osito—lo molestó aún más. Conocía a Richard lo suficiente como para saber qué significaba aquello. —Ya lo creo—afirmó ella, para luego girar a ver a Megy, que parecía quererse saltar todos los protocolos de la mesa e ir directamente al postre. Por mucho que el matrimonio Dolohov fueran padres consentidores, también tenían límites y sabían que educar a sus hijos de forma correcta era primordial, por ello, Megara debía terminar su comida antes de empezar con el postre, sin excepciones.
Le acarició el cabello a su pequeña. —Haz caso a tu padre, Megara—dijo al ver que comenzaba a hacer pucheros. Era una experta en el chantaje, pero ellos debía imponer la disciplina en ella. Por lo que finalmente la jovencita cedió y devoró la comida de su plato mientras sus padres volvían a sus propios alimentos y a su charla. Asintió. —Me parece que mi padre estará encantado con la idea. Es el único abuelo que le queda a todos los niños: Gala, Leah, Agares, Megara, los hijos de mi hermano e incluso para Nixie, Mikhai y Eva—comentó. Tras la muerte de los padres de Richard y la madre de Rebekah.
—¿Aun piensas en Alexia, amor?—preguntó ella. Entendía perfectamente la conexión de los mellizos y los gemelos. Richard tenía a Alexia, quie había muerto y Rebekah tenía a Valeriya, cuyo paradero era desconocido. Emitió un tenue suspiro. Los Dolohov habían perdido demasiada familia en los últimos años y cada vez más el número se reducía de forma alarmante. —A tus cuarenta y tantos años te conservas demasiado bien, es verdad pero la memoria te sigue fallando—lo molestó una vez, sin perder la sonrisa en sus labios.
Se rió un poco. —Es auror—comentó. —Y ya ves, su hija Nebula se la vive aquí en vacaciones, con las gemelas y Agares—recordó. A la primogénita de los Russo la trataban como una sobrina más.
Asintió. —Podemos tomarnos unas vacaciones y llevarnos a Megara a la casa en Grecia o a la casa de mi padre en Rusia. Le haría bien, quizás sus pulmoncitos se fortalezcan con un cambio de aires—dijo, convencida de que la respuesta podía ser esa. Observó cómo su esposo se mostraba pensativo, pero ante la idea de la alquimia, su rostro se tornaba emocionado, apasionante. Le gustaba eso de él. Sabía lo mucho que el tema le fascinaba.
—Oh, con calma, osito—lo molestó aún más. Conocía a Richard lo suficiente como para saber qué significaba aquello. —Ya lo creo—afirmó ella, para luego girar a ver a Megy, que parecía quererse saltar todos los protocolos de la mesa e ir directamente al postre. Por mucho que el matrimonio Dolohov fueran padres consentidores, también tenían límites y sabían que educar a sus hijos de forma correcta era primordial, por ello, Megara debía terminar su comida antes de empezar con el postre, sin excepciones.
Le acarició el cabello a su pequeña. —Haz caso a tu padre, Megara—dijo al ver que comenzaba a hacer pucheros. Era una experta en el chantaje, pero ellos debía imponer la disciplina en ella. Por lo que finalmente la jovencita cedió y devoró la comida de su plato mientras sus padres volvían a sus propios alimentos y a su charla. Asintió. —Me parece que mi padre estará encantado con la idea. Es el único abuelo que le queda a todos los niños: Gala, Leah, Agares, Megara, los hijos de mi hermano e incluso para Nixie, Mikhai y Eva—comentó. Tras la muerte de los padres de Richard y la madre de Rebekah.
—¿Aun piensas en Alexia, amor?—preguntó ella. Entendía perfectamente la conexión de los mellizos y los gemelos. Richard tenía a Alexia, quie había muerto y Rebekah tenía a Valeriya, cuyo paradero era desconocido. Emitió un tenue suspiro. Los Dolohov habían perdido demasiada familia en los últimos años y cada vez más el número se reducía de forma alarmante. —A tus cuarenta y tantos años te conservas demasiado bien, es verdad pero la memoria te sigue fallando—lo molestó una vez, sin perder la sonrisa en sus labios.
Se rió un poco. —Es auror—comentó. —Y ya ves, su hija Nebula se la vive aquí en vacaciones, con las gemelas y Agares—recordó. A la primogénita de los Russo la trataban como una sobrina más.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
—Lo sé —corroboró enseguida ante la declaración de Bex. Él entendía perfectamente que aquello no era una petición o exigencia por parte de su esposa, pero la sugerencia debía ser tomada con seriedad porque de alguna manera la situación ameritaba ese cambio. Una pequeña risa se le escapó ante el ultimo comentario—. Un poco, sí. Ahora soy yo el amo de casa —bromeó y asintió—. Me parece una buena idea también. Hace tiempo que no vamos a Rusia —comentó pensativo, recordando cómo con el paso del tiempo habían casi olvidado que sus ancestros seguían allá. Bretaña se había vuelto su hogar y el de sus hijos, con todo y las visitas casuales a otros lugares.
Otra risa cómplice y casi contenida se escapó de sus labios. La verdad fuera dicha, ansiaba mucho que aquella noche Megy se durmiera temprano para poder estar en la intimidad con Rebekah. Aun así, apartó los pensamientos lujuriosos de su cabeza y se concentró en lo que estaba ocurriendo: la cena en familia. Su pequeña, al igual que él, no tenía mucho protocolo cuando estaba ansiosa, en su caso por el postre. De no ser porque quería criar a una niñita educada, hubiese dejado por interés propio que Megara comiese su ansiado postre con la condición de que después se fuese a dormir y así él poder comerse “su otro postre” con su esposa. Sin embargo, las reglas aplicaban a todos.
Sonrió al ver a su pequeñita retomar la compostura. —Así me gusta, princesa —la premió verbalmente, también haciéndole mimos en el cabello, para después volver a lo suyo. —Cierto. Que sea Rusia. Hace mucho que no veo a Vladimir —comentó, utilizando el nombre del padre de Bex, pues llamarle “tío” o “suegro” le parecía problemático, le recordaba que ellos eran primos y aunque no pretendía ocultarlo o negarlo, la connotación negativa que la sociedad tenía hacia el incesto tan directo que habían cometido lo incomodaba.
Negó con la cabeza y luego miró a su plato ya casi vació. ¿Pensaba en Alexia? No, realmente no. De hecho, intentaba no pensar en ella. Quizá por eso “olvidaba” muchas cosas del pasado. Los recuerdos que involucraban a su gemela y esos tiempos “felices” en los que Alexia no estaba desquiciada, eran parte de un baúl empolvado en su memoria. Era mejor no recordar y así no sentir dolor. —La memoria es selectiva. Recuerdo solo lo que es importante —dijo a su defensa, esbozando esa misma sonrisa que ella le daba y luego le mandó un beso al aire. No iba a debatir aquella cuestión. Al igual que muchas cosas en su vida, había veces en las que Richard solo echaba el problema bajo la alfombra y continuaba como si nada.
—¡Oh, el padre de Nebula! —exclamó como si de repente todo tuviera sentido. Aunque siendo honesto, ahora hacía más claramente las conexiones. Por otro lado, y para su verguneza, debía admitir que había olvidado de quién era hija su “sobrina” adoptiva—. Sí, podemos reunirnos todos entonces —aceptó.
Los elfos, por su parte, comenzaron a retirar los platos de la mesa y rellenaron las copas de agua y vino, incluso la copita de jugo de uva que utilizaba Megy. Luego el postre apareció: una porción de natilla con frutos rojos.
Otra risa cómplice y casi contenida se escapó de sus labios. La verdad fuera dicha, ansiaba mucho que aquella noche Megy se durmiera temprano para poder estar en la intimidad con Rebekah. Aun así, apartó los pensamientos lujuriosos de su cabeza y se concentró en lo que estaba ocurriendo: la cena en familia. Su pequeña, al igual que él, no tenía mucho protocolo cuando estaba ansiosa, en su caso por el postre. De no ser porque quería criar a una niñita educada, hubiese dejado por interés propio que Megara comiese su ansiado postre con la condición de que después se fuese a dormir y así él poder comerse “su otro postre” con su esposa. Sin embargo, las reglas aplicaban a todos.
Sonrió al ver a su pequeñita retomar la compostura. —Así me gusta, princesa —la premió verbalmente, también haciéndole mimos en el cabello, para después volver a lo suyo. —Cierto. Que sea Rusia. Hace mucho que no veo a Vladimir —comentó, utilizando el nombre del padre de Bex, pues llamarle “tío” o “suegro” le parecía problemático, le recordaba que ellos eran primos y aunque no pretendía ocultarlo o negarlo, la connotación negativa que la sociedad tenía hacia el incesto tan directo que habían cometido lo incomodaba.
Negó con la cabeza y luego miró a su plato ya casi vació. ¿Pensaba en Alexia? No, realmente no. De hecho, intentaba no pensar en ella. Quizá por eso “olvidaba” muchas cosas del pasado. Los recuerdos que involucraban a su gemela y esos tiempos “felices” en los que Alexia no estaba desquiciada, eran parte de un baúl empolvado en su memoria. Era mejor no recordar y así no sentir dolor. —La memoria es selectiva. Recuerdo solo lo que es importante —dijo a su defensa, esbozando esa misma sonrisa que ella le daba y luego le mandó un beso al aire. No iba a debatir aquella cuestión. Al igual que muchas cosas en su vida, había veces en las que Richard solo echaba el problema bajo la alfombra y continuaba como si nada.
—¡Oh, el padre de Nebula! —exclamó como si de repente todo tuviera sentido. Aunque siendo honesto, ahora hacía más claramente las conexiones. Por otro lado, y para su verguneza, debía admitir que había olvidado de quién era hija su “sobrina” adoptiva—. Sí, podemos reunirnos todos entonces —aceptó.
Los elfos, por su parte, comenzaron a retirar los platos de la mesa y rellenaron las copas de agua y vino, incluso la copita de jugo de uva que utilizaba Megy. Luego el postre apareció: una porción de natilla con frutos rojos.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
Rebekah no pudo evitar sonreír por las palabras de su esposo. —Eres un sexy amo de casa y lo sabes—animó ella, sin poder evitar contemplar a su marido. La pelirroja tenía mucha suerte de tener a su primo como esposo. Richard la quería más que a nada en el mundo, ella podía presumir que su marido sólo tenía ojos para ella y que prácticamente Richard la tenía en un altar. De eso no le cabía la menor duda. Y además, eso había ayudado a que no fuera insegura pues Richard la había demostrado que a pesar de trabajar con mujeres preciosas e incluso mejores de lo que era Rebekah, él siempre la escogería a ella.
Megara, por su parte, comía tan rápido como podía para poder disfrutar de su postre. Rebekah arqueó una ceja a modo de advertencia para que redujera la velocidad. —Bichito, si comes así de rápido te vas a llenar y ya no querrás postre—dijo con un tono suave. La pequeña rubia abrió los ojos como platos y obedeció a su madre sin chistar, además de que ya casi había terminado todo. Imitó a su esposo y le hizo mimos en el cabello y luego le acarició la mejilla, pellizcando con gentileza.
—Mi padre estará feliz de vernos, a todos, sobre todo, a las pequeñas Megy y Eva—comentó, al ver la sonrisa de su niña, luego cuando ella volvió a concentrarse en la comida, Bex miró a Rich—Querrá ver a su yerno favorito, o más bien, a su sobrino favorito, ¿no es cierto, amor?—lo molestó un poco y empleando un tono de voz bajo para que Megara no les prestara atención y fuera a escucharlos. A ella, en el pasado, el tema le había incomodado, pero actualmente, era algo natural, Richard era su esposo pero también era su primo.
A continuación, se arrepintió de haber preguntado sobre Alexia. Aún había heridas que sanar tras su partida. Rebekah aún no comprendía en qué momento su prima y cuñada había perdido el contacto con la realidad. Había apuñalado a Nixie por Salem. Y cada día, empeoraba. Incluso antes de la llegada de Salem a la vida de Alexia y Nixie, la primera ya se encontraba en un estado crítico en cuanto a su salud mental. —No quiero arruinar el momento, Richard….—murmuró. —Pero hay algo que me preocupa—.
Su rostro se tornó ligeramente más serio. Dejó a un lado el tema de los Russo por un momento, tomó la mano de su esposa. —Tu madre y tu hermana han muerto por la misma enfermedad que hasta el momento no sabemos que es—dijo con todo el tacto que fue capaz de emplear—Estoy preocupada por Nixie y por Eva—susrró—Al parecer la enfermedad solo afecta a las mujeres, quizás, deberíamos de hacerles estudios a ambas, para prevenir...—finalizó en tono bajo.
Después, apartó la mano para tomarse el vino, la copa de un solo trago. Sacudió ligeramente la cabeza y observó a Megy, quien aplaudía porque tenía por fin su postre. —Anda bebita, come tu postre, que después de comer, es hora de dormir—le recordó, jugando con su mechón de cabello suelto—¿Acaso no es una cosita adorable?—mimó a su niña y luego miró a su esposo. Dos gotas de agua sin duda.
Megara, por su parte, comía tan rápido como podía para poder disfrutar de su postre. Rebekah arqueó una ceja a modo de advertencia para que redujera la velocidad. —Bichito, si comes así de rápido te vas a llenar y ya no querrás postre—dijo con un tono suave. La pequeña rubia abrió los ojos como platos y obedeció a su madre sin chistar, además de que ya casi había terminado todo. Imitó a su esposo y le hizo mimos en el cabello y luego le acarició la mejilla, pellizcando con gentileza.
—Mi padre estará feliz de vernos, a todos, sobre todo, a las pequeñas Megy y Eva—comentó, al ver la sonrisa de su niña, luego cuando ella volvió a concentrarse en la comida, Bex miró a Rich—Querrá ver a su yerno favorito, o más bien, a su sobrino favorito, ¿no es cierto, amor?—lo molestó un poco y empleando un tono de voz bajo para que Megara no les prestara atención y fuera a escucharlos. A ella, en el pasado, el tema le había incomodado, pero actualmente, era algo natural, Richard era su esposo pero también era su primo.
A continuación, se arrepintió de haber preguntado sobre Alexia. Aún había heridas que sanar tras su partida. Rebekah aún no comprendía en qué momento su prima y cuñada había perdido el contacto con la realidad. Había apuñalado a Nixie por Salem. Y cada día, empeoraba. Incluso antes de la llegada de Salem a la vida de Alexia y Nixie, la primera ya se encontraba en un estado crítico en cuanto a su salud mental. —No quiero arruinar el momento, Richard….—murmuró. —Pero hay algo que me preocupa—.
Su rostro se tornó ligeramente más serio. Dejó a un lado el tema de los Russo por un momento, tomó la mano de su esposa. —Tu madre y tu hermana han muerto por la misma enfermedad que hasta el momento no sabemos que es—dijo con todo el tacto que fue capaz de emplear—Estoy preocupada por Nixie y por Eva—susrró—Al parecer la enfermedad solo afecta a las mujeres, quizás, deberíamos de hacerles estudios a ambas, para prevenir...—finalizó en tono bajo.
Después, apartó la mano para tomarse el vino, la copa de un solo trago. Sacudió ligeramente la cabeza y observó a Megy, quien aplaudía porque tenía por fin su postre. —Anda bebita, come tu postre, que después de comer, es hora de dormir—le recordó, jugando con su mechón de cabello suelto—¿Acaso no es una cosita adorable?—mimó a su niña y luego miró a su esposo. Dos gotas de agua sin duda.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
La noche estaba transcurriendo de manera agradable, tranquila y rutinaria para ambos, en el buen sentido de ambas palabras. El coqueteo entre ambos siempre era refrescante para su relación, los roles paternos en compañía de su pequeño bichito y la vida no podía ser más perfecta para Richard. Si en ese momento descubriera alguna magia ancestral y alquímica para modificar la realidad, él no cambiaría nada de lo que tenía. Su familia, así tal cual, cómo era, significaba todo para él.
El tema de Vladimir y los comentarios de Bex lo hicieron hacer un pequeño puchero. La miró con algo de reproche, pero sin llegar realmente a estar enojado. Aunque el tema no les afectaba igual, el tabú de su parentesco era un juego entre ambos desde sus inicios y él había sido el primero en decirle a ella que los lazos de sangre no importaban cuando el amor y el deseo eran tan profundos. —Siempre supe que era el favorito, por algo dejó que me quedara con su hija consentida —respondió en el mismo tono bajo y confidencial que ella había empleado, procurando que Megara no se enterara de lo que hablaban. Aunque de todas formas la bebita estaba muy preocupada por sus propias cosas, que era terminar la comida sin llenarse, por lo que cortaba sus pedacitos de pollo en tricitos más chiquitos aun para que no ocuparan espacio en su pancita.
—¿Qué ocurre? —quiso sabe enseguida, apartando todo pensamiento de Alexia de su cabeza. No, no quería rememorarla en esos momentos, ni recordar nada del pasado. El pasado estaba atrás por algo. Sin embargo, no por nada decían que aquél que olvidaba su pasado corría peligro de volver a caer en los mismos errores. En estos casos, tras el comentario de su esposa, lo más apropiado sería decir que corrían el peligro de ser testigos de otra desgracia. ¿Podían Nixie o la pequeña Eva enloquecer al grado de perder sí mismas de la misma forma en la que había pasado con su madre y Alexia? Suspiró y echó la cabeza hacia atrás, mirando el techo. Se había planteado la posibilidad antes, pero no era hasta ese momento en el que realmente se planteaba hacer esa clase de estudios.
—Nunca supimos lo que pasó con ellas —confesó, volteando a verla con afición—. Aun desconozco la enfermedad, Bex, y llevo toda la vida intentando averiguar qué fue eso que las enloqueció —añadió con voz muy baja, frunciendo el ceño—. Quizá debería revisarlas, pero no sé que estoy buscando —concluyó, dejando saber que tomaría acciones en el asunto—. Luego hablaré con Salem al respecto —agregó, pues en todo caso era cosa familiar lo de asegurarse del bien estar de las mujeres Saberhagen.
Sonrió y se distrajo un poco al observar a Megara. Su pequeña también estaba enferma, aunque lo suyo era diferente y estaba más controlado, de alguna manera la enfermedad perseguía a la familia y eso lo preocupaba, reforzando a su vez esa necesidad que tenía desde muy joven por dominar el arte de la alquimia. Un alquimista era capaz de transforma la materia en oro y ponerle un alto a la muerte… Negó con la cabeza primero para despejarse, luego asintió. —Nuestro bichito es precioso —acarició la cabecita de Megy, quien feliz de la vida comía por fin su postre.
El tema de Vladimir y los comentarios de Bex lo hicieron hacer un pequeño puchero. La miró con algo de reproche, pero sin llegar realmente a estar enojado. Aunque el tema no les afectaba igual, el tabú de su parentesco era un juego entre ambos desde sus inicios y él había sido el primero en decirle a ella que los lazos de sangre no importaban cuando el amor y el deseo eran tan profundos. —Siempre supe que era el favorito, por algo dejó que me quedara con su hija consentida —respondió en el mismo tono bajo y confidencial que ella había empleado, procurando que Megara no se enterara de lo que hablaban. Aunque de todas formas la bebita estaba muy preocupada por sus propias cosas, que era terminar la comida sin llenarse, por lo que cortaba sus pedacitos de pollo en tricitos más chiquitos aun para que no ocuparan espacio en su pancita.
—¿Qué ocurre? —quiso sabe enseguida, apartando todo pensamiento de Alexia de su cabeza. No, no quería rememorarla en esos momentos, ni recordar nada del pasado. El pasado estaba atrás por algo. Sin embargo, no por nada decían que aquél que olvidaba su pasado corría peligro de volver a caer en los mismos errores. En estos casos, tras el comentario de su esposa, lo más apropiado sería decir que corrían el peligro de ser testigos de otra desgracia. ¿Podían Nixie o la pequeña Eva enloquecer al grado de perder sí mismas de la misma forma en la que había pasado con su madre y Alexia? Suspiró y echó la cabeza hacia atrás, mirando el techo. Se había planteado la posibilidad antes, pero no era hasta ese momento en el que realmente se planteaba hacer esa clase de estudios.
—Nunca supimos lo que pasó con ellas —confesó, volteando a verla con afición—. Aun desconozco la enfermedad, Bex, y llevo toda la vida intentando averiguar qué fue eso que las enloqueció —añadió con voz muy baja, frunciendo el ceño—. Quizá debería revisarlas, pero no sé que estoy buscando —concluyó, dejando saber que tomaría acciones en el asunto—. Luego hablaré con Salem al respecto —agregó, pues en todo caso era cosa familiar lo de asegurarse del bien estar de las mujeres Saberhagen.
Sonrió y se distrajo un poco al observar a Megara. Su pequeña también estaba enferma, aunque lo suyo era diferente y estaba más controlado, de alguna manera la enfermedad perseguía a la familia y eso lo preocupaba, reforzando a su vez esa necesidad que tenía desde muy joven por dominar el arte de la alquimia. Un alquimista era capaz de transforma la materia en oro y ponerle un alto a la muerte… Negó con la cabeza primero para despejarse, luego asintió. —Nuestro bichito es precioso —acarició la cabecita de Megy, quien feliz de la vida comía por fin su postre.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
—Claro que soy la consentida de mi padre, fui la mejor de mi clase—respondió ella con tono orgulloso y una gran sonrisa en los labios antes de volver a cambiar el tema. Pese a que estaban pasando un rato de lo más agradable, charlando y comiendo, a Rebekah no se le quitaba la idea de la cabeza de que a Nixie y a Eva les podía pasar algo similar que a sus antepasadas, inclusive, se atrevía a decir que era una maldición familiar. Tomó la mano de Richard por encima de la mesa, apretándole suavemente para reconfortarlo.
—Ya encontraremos el factor de la enfermedad, lo prometo. Eres muy inteligente Richard—dijo ella con sinceridad—Y además tienes gente que te ayudará, por ejemplo tu alumno, Klaus Blackwood—le recordó ella. —Me tienes a mi—añadió ella. —¿No sabes si en San Mungo guardan muestras de tu madre? Recuerda que pedimos las de Alexia y deben de estar ahí. Quizás si hay alguna de tu madre, puedes comprar ambas con las muestras de Nixie y Eva—sugirió ella. No era medimaga, pero quizás algo se podría hacer.
Rebekah observó a Megara ante el comentario de Richard. La pequeña ya había terminado y ahora devoraba su postre. Esta vez no la regañó y dejó que disfrutara su postre ya que se había portado bien. Le acarició su cabecita y sonrió. —Es la cosita más bonita del mundo—afirmó ella. Comieron el postre tranquilamente, dejando que todo transcurriera sin mayores problemas. Finalmente cuando terminaron el postre, Megara comenzó a cerrar sus ojitos a causa del sueño. Rebekah se levantó para acunar a su pequeña en el regazo.
—Llevaré a Meg a dormir—le avisó a Richard—Prepara la cama por favor… a menos que quieras darte un baño antes...—le dio un beso y llevó a su pequeña a su habitación. Le colocó la pijama favorita de su princesa. —Descansa mi cielo—dijo al tiempo que la arropaba bien y besaba su frente. La niña le miró con ojitos somnolientos, asintió y pronto cayó rendida ante los brazos de Morfeo. Era un bello ángel.
Regresó a su habitación con su esposo quien se estaba cambiando. —Que guapo—murmuró Rebekah abrazandolo por la espalda. —¿Quieres descansar ya, amor?—preguntó dándole besos en el cuello y en la espalda desnuda.
—Ya encontraremos el factor de la enfermedad, lo prometo. Eres muy inteligente Richard—dijo ella con sinceridad—Y además tienes gente que te ayudará, por ejemplo tu alumno, Klaus Blackwood—le recordó ella. —Me tienes a mi—añadió ella. —¿No sabes si en San Mungo guardan muestras de tu madre? Recuerda que pedimos las de Alexia y deben de estar ahí. Quizás si hay alguna de tu madre, puedes comprar ambas con las muestras de Nixie y Eva—sugirió ella. No era medimaga, pero quizás algo se podría hacer.
Rebekah observó a Megara ante el comentario de Richard. La pequeña ya había terminado y ahora devoraba su postre. Esta vez no la regañó y dejó que disfrutara su postre ya que se había portado bien. Le acarició su cabecita y sonrió. —Es la cosita más bonita del mundo—afirmó ella. Comieron el postre tranquilamente, dejando que todo transcurriera sin mayores problemas. Finalmente cuando terminaron el postre, Megara comenzó a cerrar sus ojitos a causa del sueño. Rebekah se levantó para acunar a su pequeña en el regazo.
—Llevaré a Meg a dormir—le avisó a Richard—Prepara la cama por favor… a menos que quieras darte un baño antes...—le dio un beso y llevó a su pequeña a su habitación. Le colocó la pijama favorita de su princesa. —Descansa mi cielo—dijo al tiempo que la arropaba bien y besaba su frente. La niña le miró con ojitos somnolientos, asintió y pronto cayó rendida ante los brazos de Morfeo. Era un bello ángel.
Regresó a su habitación con su esposo quien se estaba cambiando. —Que guapo—murmuró Rebekah abrazandolo por la espalda. —¿Quieres descansar ya, amor?—preguntó dándole besos en el cuello y en la espalda desnuda.
Re: Home Sweet Home ~ Richard
El hombre asintió ante las palabras de su esposa, ya que no lo dudaba. Rebekah era una mujer sumamente inteligente, no por nada había terminado en el departamento de misterios pese a que actualmente ejercía funciones como auror. Aunque a Richard le gustaría que su esposa o escogiera trabajas tan peligrosos, sabía que no podía privarla de ello. Mientras ella estuviera bien, todo estaba bien para Richard. —No lo dudo, amor—respondió él—Por algo también eres mi consentida—sonrió picaramente.
Volvieron al tema que él deseaba evitar pero escuchó a su esposa sin interrumpirla y meditando sus palabras. Tendría que retomar su trabajo en San Mungo, buscar ayuda de medimago y sanadores interesados en el tema para comenzar a combatir el mal familiar que azotaba a la familia. —Gracias, muñeca—le dijo con sinceridad. —No estoy seguro, pero quizás puede que sí, tendría que ir a revisar o preguntar—comentó él, acariciando su barba de forma pensativa.
Miró a Megara, entretenida con su postre. La frágil vida de su hija también dependía de ellos por eso le pareció una hermosura lo que estaba haciendo. Aprovechaban al máximo cada momento con ella porque no sabrían cuanto la tendrían. —Se parece a sus padres, ¿no crees?—comentó. Luego de terminar el postre, Bex avisó que iría a acostar a su hija a su habitación, para darles un poco de privacidad a ellos. Aunque no estaba muy convencido, accedió.
Se preparó para ponerse cómodo, despojándose de la parte superior de su ropa porque tenía calor. Finalmente Bex regresó y lo abrazó por la espalda, sintiendo escalofríos por sus besos. —Me preocupa tu salud, Bex. Así que sí, quiero descansar—respondió. Se giró para tomarla en brazos y llevarla a la cama. Depositó besos en todo su rostro y cuello, la abrazó con fuerza y luego se la echó al pecho para tenerla cerca y cuidarla. —Descansa—le pidió y pronto vio que el sueño venció a su mujer.
Volvieron al tema que él deseaba evitar pero escuchó a su esposa sin interrumpirla y meditando sus palabras. Tendría que retomar su trabajo en San Mungo, buscar ayuda de medimago y sanadores interesados en el tema para comenzar a combatir el mal familiar que azotaba a la familia. —Gracias, muñeca—le dijo con sinceridad. —No estoy seguro, pero quizás puede que sí, tendría que ir a revisar o preguntar—comentó él, acariciando su barba de forma pensativa.
Miró a Megara, entretenida con su postre. La frágil vida de su hija también dependía de ellos por eso le pareció una hermosura lo que estaba haciendo. Aprovechaban al máximo cada momento con ella porque no sabrían cuanto la tendrían. —Se parece a sus padres, ¿no crees?—comentó. Luego de terminar el postre, Bex avisó que iría a acostar a su hija a su habitación, para darles un poco de privacidad a ellos. Aunque no estaba muy convencido, accedió.
Se preparó para ponerse cómodo, despojándose de la parte superior de su ropa porque tenía calor. Finalmente Bex regresó y lo abrazó por la espalda, sintiendo escalofríos por sus besos. —Me preocupa tu salud, Bex. Así que sí, quiero descansar—respondió. Se giró para tomarla en brazos y llevarla a la cama. Depositó besos en todo su rostro y cuello, la abrazó con fuerza y luego se la echó al pecho para tenerla cerca y cuidarla. —Descansa—le pidió y pronto vio que el sueño venció a su mujer.
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