Últimos temas
¿Quién está en línea?
En total hay 4 usuarios en línea: 0 Registrados, 0 Ocultos y 4 Invitados Ninguno
El record de usuarios en línea fue de 39 durante el 11/1/2024, 1:09 am
The curse of titan || Richard
Página 1 de 1. • Comparte
The curse of titan || Richard
15 de Diciembre
Rebekah comenzaba a creer que aquello era un castigo divino. Nunca se había imaginado tener que vivir más sufrimiento o un pena mayor. La mujer solo quería tener una vida tranquila, con su esposo y sus cuatro hijos. Pero al parecer la vida no quería lo mismo para ella. En el pasado, la pelirroja había perdido un embarazo, aunque había sido consciente de que no quería el bebé en aquel tiempo era joven y estúpida. Perderlo le había provocado pesadillas. Jamás se lo había dicho a Richard. Tenía miedo de como pudiera reaccionar al saber que Rebekah había perdido al primer bebé que ambos habían tenido.
Ella no imaginó que las pesadillas volverían, años después. La noticia había sido devastadora. Había caído de rodillas en la puerta cuando uno de sus compañeros de trabajo le avisó del accidente. Richard había tratado de detener su caída, pero Rebekah se había dejado caer de la impresión. No perdieron demasiado tiempo pese a la fuerte impresión. Dejaron a Megara en casa de Salem y Nixie y se dirigieron a San Mungo para verla. Leah y Galatea, sus hijas mayores, sus preciosas gemelas estaban en una situación de vida o muerte.
Nunca olvidaría aquella escena. Klaus Blackwood, un sanador de San Mungo había sido el hombre que las había recibido, junto a otros sanadores. Pero principalmente él se había encargado de todo. Quizás porque Richard había sido su mentor. El sanador los había llevado a donde estaban sus hijas, agonizando. Habían hecho todo lo posible, pero la profundidad y la gravedad de las heridas -garras y colmillos, desgarradas de pies a cabeza- era demasiado para ello. No importaron cuantas transfusiones de sangre hizo Richard -ya que Rebekah al sufrir anemia no era candidata- no pudieron salvar sus vidas.
La primera en morir fue Leah. Los recuerdos de Rebekah fueron confusos. Solo sabía que un gran dolor se había apoderado de ella, de pies a cabeza. Esta vez Richard si pudo sostenerla, pero apenas era consciente de ello. La mayor de sus hijas había muerto y ninguno de los dos había podido hablar con ella, despedirse dado que la mayor parte del proceso, estuvo inconsciente. Su esperanza estaba en Galatea. Klaus hizo todo lo que pudo, pero había perdido demasiada sangre. Las heridas se le infectaron. La menor de las gemelas no tardó en seguir a su hermana, no sin antes decir lo que había pasado: un gran lobo blanco las había atacado.
Se puso realmente mal. Rebekah no era una mujer fuerte en cuanto a salud se refería pese a que siempre había demostrado. Más bien, se había mantenido controlada, intentando no exceder el límite de su propia capacidad. Pero aquello había sido demasiado. La vida para sus hijos había estado plagada de desgracias: perdió su primer embarazo, sus gemelas estaban muertas, su hijo Agares estaba prófugo de la justicia y su pequeña Megara tenía problemas respiratorios que en cualquier momento podrían acabar con su vida.
Era de esperarse que sufriera un ataque al corazón. Había sido demasiado. Permaneció en el hospital apenas un día. Odiaba estar así, darle más problemas a su esposo Richard, quien también sufría por la situación. No podía dejar que él solo cargara con toda la situación y con una esposa enferma y débil. Para el funeral de sus hijas, fue algo familiar, pocos estuvieron presentes ya que se llevó a cabo en Rusia donde toda la familia permanecía en la cripta de los Dolohov. La despedida fue lo peor de todo. Se llevó a cabo el 11 de diciembre y su hijo Agares no estaba presente. El dolor de Rebekah incrementaba y volvía a sentirse vulnerable. Decían que el tiempo curaría todo, pero la pelirroja lo dudaba. Era desgracia tras desgracia. Ambos se volvieron más protectores con su única hija: Megara.
Megara apenas podía con todos los cambios y la pérdida de sus hermanas. Sufría ataques constantes de asma, lloraba en las noches, no comía bien y estaba inquieta todo el días. Ambos temían perderla también a ella. Aquella noche en particular, Megara se había quedado dormida entre los brazos de Rebekah. Le habían dado permiso para faltar al trabajo dada la situación. Además, no tenía muchas ganas de ir a menos que realmente requirieran su presencia. Pese a no decirlo en voz alta, estaba deprimida y lo único que delataba dicho estado era su mirada.
Richard estaba a su lado, la tenía abrazada por la cintura y no la soltaba ni un instante. Las lágrimas volvieron a sus ojos cuando miró el rostro pacífico de Megara. —¿Qué hicimos para merecer esto, Richard?—le preguntó con la voz quebradiza. —¿Hemos sido malos?—insistió. El nudo en su garganta volvía. Necesitaba encontrar consuelo en sus palabras.
Re: The curse of titan || Richard
Surrealista. Sí, esa era la palabra que mejor describía su situación en aquellos momentos. ¿Qué más si no? ¿En qué momento exacto despertaba de la pesadilla? Ya había intentado varias cosas, pero cada vez que dormía y luego volvía a despertar, las cosas no parecían cambiar. Galatea y Leah estaban… No, no era capaz de procesarlo todavía, de admitirlo. Por mucho que él mismo hubiese presenciado todo. Por mucho que él hubiese visto cómo se les escapaban los últimos alientos. Por mucho y que él mismo hubiese firmado las actas finales. No era capaz de admitir en su interior lo que había ocurrido.
Primero el ataque a Agares y ahora esto. ¿Por qué? En verdad necesitaba entender por qué. ¿Cuántas posibilidades había de que una misma familia fuera atacada al azar por hombres lobo? Aquello ya no era una coincidencia para él. Esos ataques se sentían a nivel personal, no solo por el lamentable resultado de cada uno, sino porque tal cual parecía que los licántropos tenían algo en contra de su familia. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que atacaran a Rebekah o a Megara?
La inquietud apenas lo dejaba descansar y eso únicamente porque el cuerpo lo necesitaba, pero por lo general se la mantenía alerta. Su cerebro se pasaba cada segundo dando vueltas a las ideas, ¿qué hacer? ¿Qué cambiar? ¿En qué lugar se podía posicionar para tener el poder suficiente de proteger a su familia? Suspiros escapaban de sus labios cada tanto, algunos por frustración y otros por resignación. —¿Qué más puedo hacer? —se preguntaba constantemente, mirando su propio reflejo metálico del abrecartas, el cual había adoptado como una varita sustituta por mera ansiedad.
No iban a negarlo. Estaban mal. Él, Rebekah, Megara y Agares. La perdida los había afectado demasiado. Su esposa se había tomado un tiempo de descanso del trabajo. Él, por el contrario, estaba algo más activo para recuperar una posición social en el mundo mágico. Megara dormía con ellos. Ellos lo sobreprotegían. Agares estaba sumergido en su propio mundo y ninguno de los dos sentía propio el entrometerse demasiado. Lo único que podían hacer, objetivamente, era permanecer unidos y apoyándose.
—Nada… —respondió al escuchar la pregunta de su mujer, quien en esos momentos se encontraba entre sus brazos, llorando silenciosamente y con la pequeña Megy en brazos, durmiendo—. No —volvió a contestar de forma monótona. Sabía que ella necesitaba sus palabras, pero su cabeza era un lío. No estaba seguro qué decir—. No llores —pidió, estrujándola contra su pecho suavemente—. No hemos hecho nada que justifique lo que está pasando —analizó en voz alta—. Nos hemos mantenido al margen de todos los problemas, deseando vivir como una familia feliz y normal. Por eso nos fuimos de Rusia, para tener paz y tranquilidad —le recordó, acariciando su cabello con ternura.
Primero el ataque a Agares y ahora esto. ¿Por qué? En verdad necesitaba entender por qué. ¿Cuántas posibilidades había de que una misma familia fuera atacada al azar por hombres lobo? Aquello ya no era una coincidencia para él. Esos ataques se sentían a nivel personal, no solo por el lamentable resultado de cada uno, sino porque tal cual parecía que los licántropos tenían algo en contra de su familia. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que atacaran a Rebekah o a Megara?
La inquietud apenas lo dejaba descansar y eso únicamente porque el cuerpo lo necesitaba, pero por lo general se la mantenía alerta. Su cerebro se pasaba cada segundo dando vueltas a las ideas, ¿qué hacer? ¿Qué cambiar? ¿En qué lugar se podía posicionar para tener el poder suficiente de proteger a su familia? Suspiros escapaban de sus labios cada tanto, algunos por frustración y otros por resignación. —¿Qué más puedo hacer? —se preguntaba constantemente, mirando su propio reflejo metálico del abrecartas, el cual había adoptado como una varita sustituta por mera ansiedad.
No iban a negarlo. Estaban mal. Él, Rebekah, Megara y Agares. La perdida los había afectado demasiado. Su esposa se había tomado un tiempo de descanso del trabajo. Él, por el contrario, estaba algo más activo para recuperar una posición social en el mundo mágico. Megara dormía con ellos. Ellos lo sobreprotegían. Agares estaba sumergido en su propio mundo y ninguno de los dos sentía propio el entrometerse demasiado. Lo único que podían hacer, objetivamente, era permanecer unidos y apoyándose.
—Nada… —respondió al escuchar la pregunta de su mujer, quien en esos momentos se encontraba entre sus brazos, llorando silenciosamente y con la pequeña Megy en brazos, durmiendo—. No —volvió a contestar de forma monótona. Sabía que ella necesitaba sus palabras, pero su cabeza era un lío. No estaba seguro qué decir—. No llores —pidió, estrujándola contra su pecho suavemente—. No hemos hecho nada que justifique lo que está pasando —analizó en voz alta—. Nos hemos mantenido al margen de todos los problemas, deseando vivir como una familia feliz y normal. Por eso nos fuimos de Rusia, para tener paz y tranquilidad —le recordó, acariciando su cabello con ternura.
Re: The curse of titan || Richard
Se estremecía por los sollozos pero evitaba moverse demasiado para no despertar a la pequeña que yacía dormida entre sus brazos. Lo que menos quería en aquellos momentos era perturbar su sueño y que se levantase llorando. La pequeña Megara también había sufrido mucho. El funeral para una niña había sido quizás demasiado. Empezó el ataque de asma por lo que Richard y Rebekah tuvieron que retirarse del lugar. Con Agares desaparecido, fugitivo de la ley, al matrimonio Dolohov solo les quedaba enfocarse en su pequeña hija.
Había intentando por todos los medios localizar al su hijo, sin éxito. Le había preguntado incluso a Nebula, quien había sido su mejor amiga pero la joven había negado tener contacto con él aunque Rebekah lo pusiera en duda. No sabía qué más hacer para que su hijo volviera a casa. A Rebekah no le quedaba más. Ya había perdido a tres hijos: su primer embarazo cuando era joven y ahora a las gemelas. ¿Era acaso un castigo divino? No lo entendería nunca.
Tras escuchar la respuesta de su esposo, su cuerpo se relajó un poco. Se sentía protegida entre sus brazos. Parecía que los tres se habían confinado en el interior de la mansión para no recibir más daños de los que ya habían sufrido. —Es que...—hizo una pausa, por el nudo en la garganta. Se acomodó un poco para verle el rostro, dejando que la pequeña descansara entre los dos. —Parece un ataque personal—dijo y sabía que él también lo pensaba. Era una idea que rondaba la cabeza de ambos aunque no entendían el porque.
—Nos hemos mantenido al margen de protestas, nunca hemos declarado nuestro desagrado por los licántropos y no ahora sabiendo que nuestro hijo es uno…—tomó un poco de aire para continuar—...pero parece que solo atraemos este tipo de problemas—susurró. Megara se removió entre sus brazos, bostezando un poco y luego se pegó al pecho de Richad para sentir su calor. —Lo sé, mi amor. Solo que parece que nos estuvieran castigando por algo—murmuró con suavidad.
Hubo un silencio largo tras aquellas palabras. Ninguno de los dos podía conciliar el sueño. Simplemente dormir no era una opción. A la pelirroja se le escapó un tenue suspiro y luego llamó la atención de Richard. —Voy a investigar quien esta detrás de todo esto—dijo con firmeza—Como auror, puedo hacerlo, no me importa si solo soy yo la que lo hace. Pero encontraré a los culpables del ataque de Agares y la muerte de las gemelas—prometió a su esposo. —Y tú y yo vamos a hacer que se arrepientan Richard. Haremos que supliquen por su vida...—se notaba la rabia en su voz e iba en aumento.
Había intentando por todos los medios localizar al su hijo, sin éxito. Le había preguntado incluso a Nebula, quien había sido su mejor amiga pero la joven había negado tener contacto con él aunque Rebekah lo pusiera en duda. No sabía qué más hacer para que su hijo volviera a casa. A Rebekah no le quedaba más. Ya había perdido a tres hijos: su primer embarazo cuando era joven y ahora a las gemelas. ¿Era acaso un castigo divino? No lo entendería nunca.
Tras escuchar la respuesta de su esposo, su cuerpo se relajó un poco. Se sentía protegida entre sus brazos. Parecía que los tres se habían confinado en el interior de la mansión para no recibir más daños de los que ya habían sufrido. —Es que...—hizo una pausa, por el nudo en la garganta. Se acomodó un poco para verle el rostro, dejando que la pequeña descansara entre los dos. —Parece un ataque personal—dijo y sabía que él también lo pensaba. Era una idea que rondaba la cabeza de ambos aunque no entendían el porque.
—Nos hemos mantenido al margen de protestas, nunca hemos declarado nuestro desagrado por los licántropos y no ahora sabiendo que nuestro hijo es uno…—tomó un poco de aire para continuar—...pero parece que solo atraemos este tipo de problemas—susurró. Megara se removió entre sus brazos, bostezando un poco y luego se pegó al pecho de Richad para sentir su calor. —Lo sé, mi amor. Solo que parece que nos estuvieran castigando por algo—murmuró con suavidad.
Hubo un silencio largo tras aquellas palabras. Ninguno de los dos podía conciliar el sueño. Simplemente dormir no era una opción. A la pelirroja se le escapó un tenue suspiro y luego llamó la atención de Richard. —Voy a investigar quien esta detrás de todo esto—dijo con firmeza—Como auror, puedo hacerlo, no me importa si solo soy yo la que lo hace. Pero encontraré a los culpables del ataque de Agares y la muerte de las gemelas—prometió a su esposo. —Y tú y yo vamos a hacer que se arrepientan Richard. Haremos que supliquen por su vida...—se notaba la rabia en su voz e iba en aumento.
Re: The curse of titan || Richard
Los sollozos de Rebekah y los pequeños temblores de su cuerpo le partían el alma. Él que había prometido cuidarla y hacerla feliz, ahora le estaba fallando. Se sentía miserable, pero no tenía derecho a demostrarlo. No podía. No debía. Tenía que permanecer firme para su familia. Aun así…
—Es personal —respondió Richard, fijando su mirada en la de su esposa cuando ella hizo aquel comentario. No entendía los porqués, pero no compraba la idea de que aquellos ataques fueran casualidad. De entre todos las familias y personas que había en el Reino Unido para atacar, era demasiada coincidencia que los hombres lobo fueran en contra de ellos dos veces en tan poco tiempo. Descubriría quién y por qué tarde que temprano y le haría pagar por ello.
Siguió escuchando a Rebekah y negó con la cabeza. —No es… —quiso decir algo, pero no supo cómo hacerlo, porque decir que era mala suerte era también contradecirse al asegurar que aquello no era coincidencia. Y la verdad fuera dicha, sí, atraían problemas, aun cuando ni siquiera los buscaban, cuando por el contrario intentaban evitarlos a toda cosa. A veces, solo a veces, parecía que el mundo entero conspiraba en su contra, por muy paranoico que aquello sonase. —No hemos hecho nada malo para estar siendo castigados, Bex —susurró finalmente, convencido de que aquello era verdad, pues aun con sus ideales puristas y clasista, en lo que a él concernía, jamás había trasgredido los límites de lo vicioso o ilegal. Más allá de insultos o duelos informales, jamás había lastimado a nadie, hasta ese momento…
Suspiró de nuevo. Aunque en el fondo se sentía igual que ella y ansiaba una justa venganza hecha por sus propias manos, no le gustaba para nada que su esposa estuviera así. —Shhh… —intentó calmarla al notar su tono de voz y acarició, ya no solo su cabeza, sino su espalda de forma reconfortante—. Lo haremos, mi amor. Esto no se va a quedar así, te lo prometo. Pero ahora lo más importante es que tú y Megy estén protegidas y bien —enfatizó lo último, pues no quería que ella sufriera otro infarto o que su pequeña hija tuviera otro ataque de asma. Él podía aguantar por los tres la carga emocional y el estrés, era fuerte y era su deber como el hombre de la casa.
La estrujó con un poco de fuerza entre sus brazos, aplastando ligeramente a su hijita entre los dos, quien balbuceó entre sueños y se removió entre los brazos de su madre. —Anda, déjala unos segundos en la cuna y cámbiate para dormir. Necesitas descansar —pidió finalmente, soltándola y besando su frente y luego la frente de la bebita, para enseguida caminar hacia los ventanales de la habitación y correr las cortinas, aprovechando para echar un vistazo al jardín. Quizá era solo sugestión, pero tenía la extraña sensación de que algo en las sombras, entre los arbustos, se ocultaba y miraba en su dirección. Afortunadamente la mansión estaba protegida con magia y sortilegios, desde la proximidad de los jardines, hasta las habitaciones y la misma cama. Sería difícil poner un pie en la casa sin que él se enterara y sería casi imposible acercarse más de tres metros a ellos, aunque estuviesen durmiendo.
—Es personal —respondió Richard, fijando su mirada en la de su esposa cuando ella hizo aquel comentario. No entendía los porqués, pero no compraba la idea de que aquellos ataques fueran casualidad. De entre todos las familias y personas que había en el Reino Unido para atacar, era demasiada coincidencia que los hombres lobo fueran en contra de ellos dos veces en tan poco tiempo. Descubriría quién y por qué tarde que temprano y le haría pagar por ello.
Siguió escuchando a Rebekah y negó con la cabeza. —No es… —quiso decir algo, pero no supo cómo hacerlo, porque decir que era mala suerte era también contradecirse al asegurar que aquello no era coincidencia. Y la verdad fuera dicha, sí, atraían problemas, aun cuando ni siquiera los buscaban, cuando por el contrario intentaban evitarlos a toda cosa. A veces, solo a veces, parecía que el mundo entero conspiraba en su contra, por muy paranoico que aquello sonase. —No hemos hecho nada malo para estar siendo castigados, Bex —susurró finalmente, convencido de que aquello era verdad, pues aun con sus ideales puristas y clasista, en lo que a él concernía, jamás había trasgredido los límites de lo vicioso o ilegal. Más allá de insultos o duelos informales, jamás había lastimado a nadie, hasta ese momento…
Suspiró de nuevo. Aunque en el fondo se sentía igual que ella y ansiaba una justa venganza hecha por sus propias manos, no le gustaba para nada que su esposa estuviera así. —Shhh… —intentó calmarla al notar su tono de voz y acarició, ya no solo su cabeza, sino su espalda de forma reconfortante—. Lo haremos, mi amor. Esto no se va a quedar así, te lo prometo. Pero ahora lo más importante es que tú y Megy estén protegidas y bien —enfatizó lo último, pues no quería que ella sufriera otro infarto o que su pequeña hija tuviera otro ataque de asma. Él podía aguantar por los tres la carga emocional y el estrés, era fuerte y era su deber como el hombre de la casa.
La estrujó con un poco de fuerza entre sus brazos, aplastando ligeramente a su hijita entre los dos, quien balbuceó entre sueños y se removió entre los brazos de su madre. —Anda, déjala unos segundos en la cuna y cámbiate para dormir. Necesitas descansar —pidió finalmente, soltándola y besando su frente y luego la frente de la bebita, para enseguida caminar hacia los ventanales de la habitación y correr las cortinas, aprovechando para echar un vistazo al jardín. Quizá era solo sugestión, pero tenía la extraña sensación de que algo en las sombras, entre los arbustos, se ocultaba y miraba en su dirección. Afortunadamente la mansión estaba protegida con magia y sortilegios, desde la proximidad de los jardines, hasta las habitaciones y la misma cama. Sería difícil poner un pie en la casa sin que él se enterara y sería casi imposible acercarse más de tres metros a ellos, aunque estuviesen durmiendo.
Re: The curse of titan || Richard
Agradeció infinitamente las palabras de Richard. Pese a todo lo malo que habían vivido, siempre se apoyaban. Sabía que su esposo no iba a dejarla caer, sabía que juntos iban a superarlo y a saber como enfrentar aquella devastadora situación. No quería separarse de él e incluso podía decir con seguridad que dejaría de trabajar para que los tres se confinaran en la casa sin tener que salir pero sabía que esa no era la situación. —Quisiera saber porque hemos sido nosotros. De entre todas las familias del mundo mágico, nosotros. Debe estar relacionado con el ataque de Agares, debe ser la misma manada—murmuró ella.
—¿Será porque somos sangre pura?—preguntó entonces. —No veo otra explicación. Porque ambos nos hemos mantenido al margen de la situación con los licántropos y los semi humanos. Nunca hemos expresado nuestro desprecio o alguna una opinión mala respecto a ellos—siguió reflexionando, intentando encontrar el problema de aquel asunto. Besó el cuello de su esposo y volvió a estremecerse por sus caricias, las cuales le ayudaban a calmarse. Era una mujer con mucha suerte por tener un esposo como su primo.
Volvió a mirarlo. —Estamos protegidas en tus brazos, mi cielo— afirmó ella. —Cuando estamos contigo, nos sentimos seguras. Hay veces que desearía que todo fuera como eso, simplemente estar así...—susurró suavemente. Escuchó los balbuceos de su hija y sonrió suavemente. Era preciosa y pese a que ella también había resentido la situación, había sido más fuerte que Rebekah. Besó su frente y asintió a las palabras de su espos.
—La dejaré descansar, después de todo lo que ha pasado, ha sido una niña muy valiente y fuerte—dijo. Ambos se levantaron de la cama, la pelirroja dejó a Megara en la cuna cuando a la cama matrimonial. La acurrucó en su camita con su cobija favorita y su muñeco favorito para que pudiera abrazarlo. —Descansa mi princesita—dijo al tiempo que besa su frente. Atendiendo las indicaciones de su esposo, fue a cambiarse la ropa para ponerse más cómoda con la pijama. Se deslizó la tela de su camisón y volvió a subirse a la cama.
Observó la tensión en la espalda de Richard. —Amor, ¿Que sucede?—preguntó ella preocupada al ver que él no se movía—¿Está todo bien? ¿Hay algo fuera de la casa?—su tono de voz sonó ligeramente asustado. Tomó la varita del cajón por si acaso.
—¿Será porque somos sangre pura?—preguntó entonces. —No veo otra explicación. Porque ambos nos hemos mantenido al margen de la situación con los licántropos y los semi humanos. Nunca hemos expresado nuestro desprecio o alguna una opinión mala respecto a ellos—siguió reflexionando, intentando encontrar el problema de aquel asunto. Besó el cuello de su esposo y volvió a estremecerse por sus caricias, las cuales le ayudaban a calmarse. Era una mujer con mucha suerte por tener un esposo como su primo.
Volvió a mirarlo. —Estamos protegidas en tus brazos, mi cielo— afirmó ella. —Cuando estamos contigo, nos sentimos seguras. Hay veces que desearía que todo fuera como eso, simplemente estar así...—susurró suavemente. Escuchó los balbuceos de su hija y sonrió suavemente. Era preciosa y pese a que ella también había resentido la situación, había sido más fuerte que Rebekah. Besó su frente y asintió a las palabras de su espos.
—La dejaré descansar, después de todo lo que ha pasado, ha sido una niña muy valiente y fuerte—dijo. Ambos se levantaron de la cama, la pelirroja dejó a Megara en la cuna cuando a la cama matrimonial. La acurrucó en su camita con su cobija favorita y su muñeco favorito para que pudiera abrazarlo. —Descansa mi princesita—dijo al tiempo que besa su frente. Atendiendo las indicaciones de su esposo, fue a cambiarse la ropa para ponerse más cómoda con la pijama. Se deslizó la tela de su camisón y volvió a subirse a la cama.
Observó la tensión en la espalda de Richard. —Amor, ¿Que sucede?—preguntó ella preocupada al ver que él no se movía—¿Está todo bien? ¿Hay algo fuera de la casa?—su tono de voz sonó ligeramente asustado. Tomó la varita del cajón por si acaso.
Re: The curse of titan || Richard
Consideró las palabras de su esposa por unos instantes, en silencio, tratando de encontrar él mismo una respuesta. Rebekah tenía razón o por lo menos lo que decía era lógico y evidente, mas no terminaba de convencerle tan sencilla respuesta. ¿Por qué atacarlos ahora y no antes? Siempre habían sido puristas, siempre habían tenido hijos, y antes tenían una posición más pública que la actual. Años atrás, cuando él era director de San Mungo, las noticias de lo ocurrido hubieran estado en cada tabloide de la prensa mágica. Los ataques hubieran tenido más impacto, si es que el propósito era mandar un mensaje. Por eso no le convencía la idea… ¿Quién y por qué se beneficiaría con su desgracia?
—No lo sé —admitió finalmente—. Pero lo averiguaré y le faltará vida para arrepentirse de lo que ha hecho —aseguró, confiando plenamente en sus palabras. La familia lo era todo para él, por ellos mataba o moría sin pensarlo dos veces, y ahora que se habían metido tan íntimamente con ellos, no iba a descansar hasta poderles dar tranquilidad nuevamente. Rebekah tenía que poder dormir por las noches sabiendo que nada malo le iba a pasar, ni a ella ni a su bebé.
Se estremeció un poco por el beso, especialmente porque se encontraba muy tenso en esos momentos, y tras otro suspiro, continuó acariciándola de manera reconfortante. —Desgraciadamente no puedo estar abrazándolas todo el tiempo —se lamentó un poco ante el comentario, esbozando media sonrisa y apoyando su frente contra la de ella, mientras la escuchaba reflexionar—. Lo sé… Se supone que vinimos a este país para estar en paz —comentó—. Quizá podríamos volver a Rusia —añadió en un susurro—. Al menos una temporada —se apresuró a aclarar, pues en el fondo él mismo era incapaz de dejar por completo aquel lugar que había llegado a volverse su hogar.
—Anda —animó con respecto a dejar descansar a Megara y soltándolas para que Rebekah la llevase a la cuna, acercándose cautelosamente por detrás. Sonrió al verla abrazar su muñequito de peluche y, al igual que su esposa, se inclinó sobre su hijita para besar su frente—. Dulces sueños, princesita —murmuró y luego activó el hechizo para que estuviera protegida durante el resto de la noche.
Se quedó mirando hacia afuera por más tiempo del que debió, imaginando cosas que solo estaban en su cabeza. Ahí en el jardín no había nada y se sintió estúpido por haber alarmado a su esposa con aquella actitud. —No, no es nada —respondió, caminando enseguida hacia ella y quitándole la varita para que la dejara en su lugar, en el buró a un lado de su cama—. Tranquila, yo estoy aquí —le recordó y la cargo para levantarla a su altura y que estuvieran cara a cara. Bex era muy fuerte y generosamente dotada con su curvilínea figura, pero no dejaba de ser físicamente más pequeña que él, llegándole al pecho a duras penas—. Me gusta tu pijama —comentó, bajando la mirada hacia su escote. Luego le dio un beso esquimal y la llevó a la cama, aun cargada.
—No lo sé —admitió finalmente—. Pero lo averiguaré y le faltará vida para arrepentirse de lo que ha hecho —aseguró, confiando plenamente en sus palabras. La familia lo era todo para él, por ellos mataba o moría sin pensarlo dos veces, y ahora que se habían metido tan íntimamente con ellos, no iba a descansar hasta poderles dar tranquilidad nuevamente. Rebekah tenía que poder dormir por las noches sabiendo que nada malo le iba a pasar, ni a ella ni a su bebé.
Se estremeció un poco por el beso, especialmente porque se encontraba muy tenso en esos momentos, y tras otro suspiro, continuó acariciándola de manera reconfortante. —Desgraciadamente no puedo estar abrazándolas todo el tiempo —se lamentó un poco ante el comentario, esbozando media sonrisa y apoyando su frente contra la de ella, mientras la escuchaba reflexionar—. Lo sé… Se supone que vinimos a este país para estar en paz —comentó—. Quizá podríamos volver a Rusia —añadió en un susurro—. Al menos una temporada —se apresuró a aclarar, pues en el fondo él mismo era incapaz de dejar por completo aquel lugar que había llegado a volverse su hogar.
—Anda —animó con respecto a dejar descansar a Megara y soltándolas para que Rebekah la llevase a la cuna, acercándose cautelosamente por detrás. Sonrió al verla abrazar su muñequito de peluche y, al igual que su esposa, se inclinó sobre su hijita para besar su frente—. Dulces sueños, princesita —murmuró y luego activó el hechizo para que estuviera protegida durante el resto de la noche.
Se quedó mirando hacia afuera por más tiempo del que debió, imaginando cosas que solo estaban en su cabeza. Ahí en el jardín no había nada y se sintió estúpido por haber alarmado a su esposa con aquella actitud. —No, no es nada —respondió, caminando enseguida hacia ella y quitándole la varita para que la dejara en su lugar, en el buró a un lado de su cama—. Tranquila, yo estoy aquí —le recordó y la cargo para levantarla a su altura y que estuvieran cara a cara. Bex era muy fuerte y generosamente dotada con su curvilínea figura, pero no dejaba de ser físicamente más pequeña que él, llegándole al pecho a duras penas—. Me gusta tu pijama —comentó, bajando la mirada hacia su escote. Luego le dio un beso esquimal y la llevó a la cama, aun cargada.
Re: The curse of titan || Richard
Rebekah se tensaba ahora y sostenía la varita con tanta fuerza que le dolía la palma de la mano. Comenzaba a sentir un miedo inexplicable recorrer su columna vertebral. Sin embargo su esposo se acercó a ella para tranquilizarla, quitándole la varita de la mano para volver a guardarla en el cajón, aún así a la mujer le costó relajarse. —¿Seguro?—cuestionó, pero sabía que Richard no iba a mentirle. Al menos ella creía que no lo haría.
Se aferró a su pecho, presionando contra ella el cuerpo de su esposo. Asintió con suavidad. —Lo sé mi amor. Pero quiero que sepas que si hubiera algo allá afuera, iría a ayudarte luego de poner a Meg a salvo—murmuró casi sin pensarlo. No dejaría a su hija sola, pero tampoco permitiría que su esposo se enfrentará a una amenaza solo. No porque pensara que no pudiera, sino porque era su deber como esposa permanecer a su lado y ayudarlo.
El comentario de su esposo le hizo sonrojarse, pese a estar acostumbrada a los cumplidos por parte de él, no dejaba de sorprenderle. Le dio un beso en la mejilla tras aquel beso esquimal. —¿Sabes? Soy afortunada de tenerte. No tienes idea de cuanto—susurró, estirándose para darle un beso en los labios—Gracias por haberte aferrado a mi, a que yo debería de ser tu esposa. No me imagino una vida diferente sin ti a mi lado—añadió. Acarició su rostro con suavidad, le dedicó una amorosa mirada. Richard le había dado todo. Una hermosa familia, estabilidad, amor y una vida demasiado buena.
Comenzó a darle varios besos conforme se acercaban a la cama y retomó uno de sus comentarios anteriores. —Podrías abrazarnos siempre o al menos a mi durante toda la noche. Me gusta dormir en tu pecho, es calientito—susurró en su oído y luego soltó una risita. Dio un beso en su barba, sintiendo un poco de cosquillas por la misma. —Volver a Rusia no suena mal, amor. Pero...—se mordió el labio—Tenemos una vida aquí y no podemos irnos sin Agares—susurró—Es dificil irse de aquí, además, ¿Dejaríamos solos a Nixie, Salem y Eva?—le preguntó. No tendría corazón para hacerlo.
Se aferró a su pecho, presionando contra ella el cuerpo de su esposo. Asintió con suavidad. —Lo sé mi amor. Pero quiero que sepas que si hubiera algo allá afuera, iría a ayudarte luego de poner a Meg a salvo—murmuró casi sin pensarlo. No dejaría a su hija sola, pero tampoco permitiría que su esposo se enfrentará a una amenaza solo. No porque pensara que no pudiera, sino porque era su deber como esposa permanecer a su lado y ayudarlo.
El comentario de su esposo le hizo sonrojarse, pese a estar acostumbrada a los cumplidos por parte de él, no dejaba de sorprenderle. Le dio un beso en la mejilla tras aquel beso esquimal. —¿Sabes? Soy afortunada de tenerte. No tienes idea de cuanto—susurró, estirándose para darle un beso en los labios—Gracias por haberte aferrado a mi, a que yo debería de ser tu esposa. No me imagino una vida diferente sin ti a mi lado—añadió. Acarició su rostro con suavidad, le dedicó una amorosa mirada. Richard le había dado todo. Una hermosa familia, estabilidad, amor y una vida demasiado buena.
Comenzó a darle varios besos conforme se acercaban a la cama y retomó uno de sus comentarios anteriores. —Podrías abrazarnos siempre o al menos a mi durante toda la noche. Me gusta dormir en tu pecho, es calientito—susurró en su oído y luego soltó una risita. Dio un beso en su barba, sintiendo un poco de cosquillas por la misma. —Volver a Rusia no suena mal, amor. Pero...—se mordió el labio—Tenemos una vida aquí y no podemos irnos sin Agares—susurró—Es dificil irse de aquí, además, ¿Dejaríamos solos a Nixie, Salem y Eva?—le preguntó. No tendría corazón para hacerlo.
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
9/1/2019, 5:53 pm por Cole W. Trudeau
» [AU] Blurred Lines || Cleo Zabini + 18
6/25/2019, 10:05 pm por Genevieve C. Zabini
» Shall we dance tonight? ~ Priv. Rhiannon +18
9/24/2018, 4:18 pm por Demetri C. O'Brien
» I don't want to go back † Salem
5/27/2018, 5:19 am por Salem L. Saberhagen
» Nighttime Cravings † Salem
5/23/2018, 1:22 am por Salem L. Saberhagen
» [Duelo] Family practice || Rebekah
4/29/2018, 3:32 am por Rebekah I. Dolohov
» The curse of titan || Richard
4/29/2018, 3:23 am por Rebekah I. Dolohov
» Home Sweet Home ~ Richard
4/29/2018, 3:14 am por Richard H. Dolohov
» Perfect Nightmare ~ Richard Dolohov
4/29/2018, 2:40 am por Rebekah I. Dolohov
» Bad Day? Bad Century ~ Richard
4/23/2018, 1:25 pm por Nixie E. Dolohov
» Calm before the storm † Richard
4/23/2018, 1:17 pm por Nixie E. Dolohov
» Christmas shopping † Salem
4/23/2018, 12:03 pm por Salem L. Saberhagen